¿Alguien dijo Rock And Roll? Al parecer, varios, y sus plegarias fueron escuchadas. De la mano de Rock N Chop, plataforma a través de la cual hace rato que Isenbeck viene apostando fuerte en materia de festivales, el pasado Sábado 16 de Septiembre los Ratones Paranoicos, banda emblema de dicho género en nuestro país, concretaron oficialmente su retorno a los escenarios. Hacía un tiempo que el conjunto liderado por Juanse había anunciado la buena nueva, y tras su inminente disolución en 2011, este regreso –además, con su formación original y canción recién grabada bajo el brazo- no podía sino desbordar las expectativas.
Lento pero seguro, el Hipódromo de Palermo se poblaba de banderas desempolvadas, selfies grupales con el mega-escenario de fondo y camisetas variopintas, de esas que hacen a un rockero de ley, mientras el espíritu de Stevie Ray Vaughan les daba la bienvenida con su arenga blusera, que se propagaba a través de los parlantes principales. La carga emotiva podía percibirse, y no se limitaba sólo a aquellos fanáticos de primera hora; se trataba de una expectativa compartida. El saludable promedio de público adolescente, sumado a la cantidad de familias que eligieron compartir el ritual junto a sus hijos, dejaron en evidencia (por si quedaba alguna duda) que se trata de un género que sólo necesita recurrir a sí mismo para sobrevivir, y cuyo único secreto es ser capaz de adaptarse a todas las épocas.
La variada oferta gastronómica -otro acierto del Rock N Chop- acompañó la propuesta amenizando la espera, y mientras los más tempraneros ya disfrutaban de las Isenbeck bien heladas que ofrecía el Beer Garden -que además de funcionar como meeting point resultaba una buena ubicación para ver el show gracias a las pantallas ubicadas en la parte trasera del predio-, los recién llegados también se iban sumando al convite. El ojo paranoico que custodiaba el escenario, entretanto, esperaba ansioso el momento de encender su pupila.
Apenas pasadas las 21 y con un campo colmado hasta el último hueco (lo mismo sucedió con las plateas laterales, en las que apenas se veía algún que otro asiento libre), la ceremonia finalmente se dio por comenzada y una vez en marcha, cual camión sin frenos, avanzó prácticamente sin dejar respiro. Casi sin interrupciones y con 32 canciones hilvanadas en el transcurso de un show que bordeó las tres horas, esta troupe de paranoia recargada dejó que sus 30 años de cátedra rock e impronta de barrio hablaran por sí solos. Y así fue, ya que lejos de proponer un reencuentro al calor de la evocación nostálgica, lo que se percibió fue el auténtico disfrute de estos cuatro camaradas que parecían no haber dejado nunca de tocar juntos. La chaqueta dorada de Juanse sintetizaba la llama intacta, y con una puesta sonora que incluyó sección de vientos, teclados y coristas elevando la experiencia al máximo nivel de groove posible, la catarata de himnos rockeros sacudió en cuerpo y espíritu al mix generacional que copaba el Rock N Chop.
Luego del despegue a toda máquina con Ceremonia en el Hall, y de rememorar con Sucia Estrella sus orígenes más viscerales, hicieron escala en Sucio Gas y la incisiva Ya Morí -siempre cabalgando al ritmo de un ajustado Pablo Memi-, para permitirse planear largo y tendido en lo que fue uno de los momentos más introspectivos de la noche, que llegó con el bloque compuesto por El reflejo, Isabel y Carol.
Era de esperar que hubiera un lugar reservado para el Zorrito Von Quintiero, que puso su magia en los teclados desde que arrancó La Nave, y a quien Juanse introdujo como aquel que “vino cuando la banda estaba por disolverse”.
Un Vodka Doble le pasó por un rato la posta del protagonismo vocal al legendario Sarco, y como a cualquier show de rock and roll que se precie de tal no puede faltarle un solo de batería, Roy Quiroga prendió fuego los parches sobre el final de Boogie. A esta altura era difícil sentirse insatisfecho; pero dado semejante contexto las ganas de extender la celebración se volvían más intensas, y otro tanto debía estar pasándoles a los muchachos arriba del escenario, que demostraron que cuando quieren rock, no hay quien los pare.
Los bises llegaron luego de que Juanse se permitiera coquetear un poco con ese imaginario del ídolo punk indestructible, aquel que nunca envejece, y trepándose a la estructura de hierro para interpretar Enlace, parecía dejar en claro que si quisiera todavía podría jugar aquel juego, pero que no le interesa porque ahora tiene algo más importante de qué ocuparse: ser un líder entero.
Sobre el final desenfundaron Yo te amo, ese estreno mediante el cual reafirman su compromiso férreo con la esencia que los caracteriza (estreno que además entusiasma porque augura una continuidad), y en ese marco, Sigue Girando y el cierre apoteósico con Para Siempre acompañada de una lluvia de papeles brillantes reforzaron esta idea de apuesta al futuro. Sin duda esta nueva edición del festival auspiciado por Isenbeck será recordada como una noche histórica, y esa despedida se transformó en un acorde eterno, que resonó sobre la base percusiva de 25000 latidos palpitando un mismo deseo: que sea rock.