Debutó en 2016 en el Club Paraguay, un local para unas 800 personas. Al año siguiente metió 10.000 en el Hipódromo de Córdoba y, en su última edición cortó casi 30.000 tickets en el Complejo Ferial, en las afueras de la ciudad. La Nueva Generación ya no es el festival revelación pero su madurez no lo aleja de su frescura: es el festival que se puso como premisa mostrar todo aquello que es nuevo, que quema, y que está empezando a (o no dejó de) importar.
En la edición del 2017, los Salvapantallas subían embelesados por estar tocando en el escenario de un festival por primera vez. Este año, fue ahí mismo uno de sus shows de despedida. En aquel año un pibe del barrio llamado Paulo Londra presentaba tímidamente un par de hits que poco más tarde serían mundiales. El año pasado, Ca7riel era una novedad chiquitita en la parte de abajo del line up y este 2019 tuvo un lugar estelar junto a Paco Amoroso. El termómetro de LNG sabe lo que hace. Siente cada temblor, lo identifica, lo cuida y lo expone.
Es un festival que desde el primer día supo bien que su lugar estaba a un costado. Al margen, más allá. Es una meca de lo alternativo: sonidos que vienen a modificar el paisaje de un país entero desde una ciudad que no es Buenos Aires, pero que está en el corazón del país, de miles y miles de jóvenes que viajan desde todos lados cada noviembre para ser parte del agasajo. Porque así se siente, como un festejo no de música, sino de lo que ellxs están viviendo y logrando. La “nueva generación” no es una sino muchas, y el festival abraza cada una de ellas año tras año. Y eso no está arriba del escenario: Louta usando el nombre del evento para dirigirse a su público (“¡a ver cómo baila la nueva generación!”) lo explica bastante bien.
Este año el festival ocupó cuatro días: hubo dos jornadas con workshops, talleres y charlas, y otras dos -sábado y domingo- con música. La primera de las fechas musicales tuvo entrada gratuita (había que retirarla) y la otra una entrada paga. El caluroso sábado arrancó con números como Gativideo, El Zar y 1915 haciendo bailar desde temprano, sonando fuerte y agitado (¿el indie argentino tiene mucho funk, no?); el humor sincericida de Srta. Bimbo y Noe Custodio representando lo mejor de la nueva comedia nacional, haciendo reír a muchxs y seguramente también molestando a unxs cuantxs, con chistes sobre veganismo (promoviendo), porro (a favor), lesbianismo (bancando), caca (dando demasiados detalles) y Macri (gato).
Pero sin dudas la foto más recordada la sacó Juan Mango de Usted Señálamelo, que comenzó con este show una nueva etapa en su faceta como solista. Sin más músicos, rodeado de muchos botones y poquitas cuerdas, configuró una atmósfera de melancolía electrónica que arrebató el corazón de muchxs curiosxs que se habían acercado a ver a “el cantante de”, y se llevaron una propuesta distinta (a lo esperado, y a lo que se podría ver en la noche de cualquier otro festival). Luego Indios y Bandalos Chinos reafirmaron, sin asperezas, que las canciones de amor pop siempre tienen un lugar asegurado en cualquier movida. Y el cierre con Peces Raros estuvo alineado con una idea a la que los festivales recurren cada vez más: cierra un artista que haga bailar.
Es con todos
Entre el público, el comentario general que había sobre el día 2 era que estaba tan cargado que no se podía llegar a ver todo lo que uno quería.
Ese domingo los escenarios no fueron dos sino cuatro. “La Nave”, el único techado, se llenó de gente y calor desde temprano para recibir números como Flu Os, el dúo de los hermanos Mutti Spinetta, que desplegaron su breve y efectivo repertorio con una soltura envidiable. “Gimme sugar, más azúcar, como Charlie at Willy Wonka’s,” cantaban brincando mientras sus voces retumbaban contra la cúpula metálica (el eco incontrolable del lugar fue un problema que desde el tablero de sonido no logró corregirse en todo el día).
Más tarde apareció por ahí mismo Kiddo Toto, el pibe que apareció en nuestras vidas con su protagónico en la película El ángel, pero no tardó en hacerse un lugar en nuestro imaginario como un pibe cuya actividad principal es la música. Tocó los temas de su disco Re$friado y algunos hits de este año (“Two 1 Two”, sin dudas entre los mejores estribillos del trap local, y su colaboración con Bizarrap) escoltado por una big band de músicos que se notaban muy cercanos al jazz y el blues. Una llamada de atención a lxs que aseguran que el rap y el trap son todo programación.
También tuvo su banda de apoyo Nicki Nicole, la cantante rosarina que viene sirviendo como un fuerte ejemplo de cómo funciona la viralización en estos días: hace unos pocos meses juntaba millones de reproducciones en su único single, y ahora tiene más hits que años de carrera. Presentó su disco Recuerdos ante un millar de personas en un horario central del festival, mientras afuera los Usted Señálamelo despedían su disco II y anunciaban un breve receso para trabajar en nuevas cosas.
Esa tarde, en un escenario alejado de los otros tres, la Rip Gang impuso sus propias reglas (las del trap más puro) haciendo desfilar a sus miembros de a dos, de a tres, de a cinco, de a todos y mezclándose entre sí (Taichu, Odd Mami, Dillom, Quentin, Muerejoven…). Sus tracks se fueron sucediendo entre demostraciones de transparencia y actitud con cero pose: lo que vimos fue el verdadero efecto de hacer música con compañerismo e independencia (“fuck tu discográfica, no quiero que me fichen”), cerca de los problemas y las soluciones reales de quienes escriben las canciones.
El género urbano tuvo una presencia muy fuerte este año. La idea de “rock clásico” ya está aguada desde hace años, pero en esta edición de LNG quedó más en evidencia que las etiquetas de género son casilleros que a los espíritus jóvenes no les alcanzan, ni en la música ni en ningún lado. ¿Dónde trazamos la línea para definir al sonido de Chita, El Kuelgue o Valdés?
En el turno de Duki sonaron muchas de las canciones de Súper Sangre Joven, el disco que sacó a principio de mes, de la mano de la simpatía y la energía que nunca le faltan sobre las tablas. Compartió su felicidad de estar junto a “Wos, Ca7riel y Paco, el Tío Dárgelos…” y de estar de regreso en una de las ciudades que lo vio crecer desde más temprano. “Una vez vinimos a tocar acá a Fruta, ¿conocen ese lugar?” preguntaba como si hubiese un mate girando entre las 15.000 personas que lo escuchaban desde el campo. Trajo al escenario a Nicki Nicole para su dúo en “Shorty” y a Khea para hacer otro par de canciones (“Tumbando el club” amagó y por problemas técnicos, quedó para la próxima).
Ca7riel y Paco Amoroso volvieron a La Nueva Generación más pegados que nunca, haciendo sonar algunas piezas que fueron banda sonora obligatoria de estos últimos meses: “Ola mina XD”, “Ouke” y sorpresas como la colaboración sin título (“no sé, qué es lo que me pasa…”) de Amoroso con Bizarrap. Hace tan solo un año habían tocado en el mismo festival mientras recién se abrían las puertas del predio.
¿Pero quién es más y quién es menos? ¿Qué significan para las nuevas audiencias los conceptos de “pegarla” y de “indie”? ¿Qué distinciones hacemos entre la banda nueva y la consagrada, si las hay? Hablamos de un público de entre 13 y 30 años al que (sin comparar y sin escalafonar) sin dudas le significó más Wos que Babasónicos. Ambos shows fueron de lo mejor del fin de semana pero desde ángulos muy distintos: la banda legendaria que presentó una lista únicamente de hits, y el rapero estrella del que el 2019 no dejó de hablar. En paralelo, bajo la cúpula se presentaba Bizarrap quien, junto a un par de bailarinas y algún invitado, desplegó todo su arsenal de videos virales ante muy poca gente: he aquí otro factor a analizar en cuanto a cómo internet promueve y distribuye. ¿Cómo se traducen las quichicientas reproducciones al público real?
Ya es un número acostumbrado el cierre con Louta como maestro de ceremonias, una gala bolichesca que esta vez pareció especialmente calibrada para el pogo y el descontrol. Jaime James dejó a un lado el misticismo que siempre caracterizó a su personaje y su figura para meterse de cabeza a la fiesta con el primer tema, sin corset. Agitó como un coordinador de viaje de egresados y se encargó de que todo se sienta como una despedida.
La Nueva Generación sigue logrando con éxito no auspiciar sino reflejar lo que está pasando en otro lado. Como un albergue preparado para recibir a quienes están en movimiento, siempre al pie del cañón, en el cañón y en el disparo.
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Foto principal: Agus Luna Castro.