Día 1: La música nacional se robó el protagonismo
El primer día del Lollapalooza Argentina 2023 comenzó con los retazos de jazz y R&B de An Espil, y la cruza entre trap, pop y reggaetón de Panther. Mientras el sol del mediodía todavía quemaba, Silvestre y La Naranja entregó un show plagado de ritmo y sensibilidad, explorando los caminos del funk y el soul, aunque siempre firmes en los carriles del pop y el rock alternativo. En la continuidad de la tarde, la multifacética y muy talentosa Suki Waterhouse debutó en el festival más grande del país con un sonido que alternó entre el dream y el nuevo pop, para sumergir al predio en una atmósfera distinta a lo habitual.
El primer impacto profundo llegó de la mano de un artista imprescindible: Dante Spinetta prendió fuego el escenario Alternative con una lección de hip hop, funk, soul y R&B. Exponente y referente absoluto de la música negra en nuestro continente, Dante repasó de forma sinuosa su más reciente disco –Mesa dulce-, tocó varios hits de IKV e hizo subir a Trueno para ejecutar una tremenda versión de “Sudaka”. Del fuego contra el fuego, sin escalas al sonido experimental y soñador de Aurora, una artista que ya había mostrado sus credenciales en nuestro país años atrás, pero que aprovechó el escenario Samsung para retomar la senda abierta por Suki Waterhouse y redoblar la apuesta con una performance tan bella como intensa.
El combo entre synthpop, dance y electro pop que representa la fenomenal Tove Lo puso a bailar a todos en el escenario Flow, quedando en claro que cuando un artista es de alto calibre, es irrelevante el horario que le toca en la grilla. Un show ideal para la noche pero que sazonó a la perfección ese momento en el que el sol comienza a deslizarse por el horizonte para dar inicio al tramo final de la jornada.
Y si de platos fuertes hablamos, Trueno convocó a más de 50 mil personas frente al segundo escenario del Lollapalooza Argentina 2023 y dejó absolutamente todo sobre las tablas en una de las mejores presentaciones del día. Haciendo dialogar a todas sus facetas sonoras -el rap de la Costa Oeste, los ritmos post 2000s cercano al neosoul y el que revive la nueva canción latinoamericana al estilo de Calle 13-, el oriundo de La Boca se paseó por lo mejor de su corta pero contundente discografía y puso sobre la mesa un nivel de intensidad tres o cuatro niveles por encima de lo visto hasta el momento.
Con una actitud y una presencia arrolladoras –y bastante molesta con el flojo nivel general del sonido– Marilina Bertoldi entró al escenario Samsung con “War Pigs” de Black Sabbath a todo volumen y le regaló a la multitud una hora de distorsión originaria. Una hora de protagonismo para la crudeza guitarrera y una performance que se hace más intensa, desgarradora y real con cada show. Claro que también hubo momentos de mayor calma, con deliciosas secuencias de funk, pop, post punk y soul.
Pocos días después de haber sido dado de alta, Chano decidió volver al centro de la escena con un big bang. Después de repartir sus hits solistas en la primera parte de su presentación, el cantante sorprendió con el regreso de Tan Biónica a los escenarios: en uno de los mejores momentos del festival, anunciaron el grand finale que se debían en algún estadio de Buenos Aires y se despacharon con versiones muy precisas y emotivas de “Ciudad mágica”, “Ella”, “Obsesionario en La Mayor” y “La melodía de Dios”.
Surfeando entre diversos problemas de sonido, Rosalía adaptó con éxito el formato del Motomami Wolrd Tour, flexibilizando la estructura narrativa, pero manteniendo el revolucionario y frenético uso del recurso audiovisual tal como lo hizo en sus shows más íntimos en el Movistar Arena. Después de asentar el tono con la potencia liberadora de “Saoko” y “Bizcochito”, la artista española se paseó con total solvencia por el dolor del flamenco clásico, la alegría del pop experimental, la locura del reggaetón, la contemplación de la canción latina originaria y la belleza conceptual del avant garde.
El caso de Drake fue el inverso: lo que pudo haber sido un show histórico, terminó siendo un breve compendio de momentos en el que nunca se pudo apreciar del todo el innegable talento de uno de los artistas más importantes de los últimos 20 años. La idea era buena: un setlist en el que sonarían los clásicos más pesados de sus primeros años, los hits radiales más cercanos al pop y al R&B y varias piezas clave de dos gemas como Scorpion (2018) y Her Loss (2022). La ejecución fue muy floja: además de retirarse 30 minutos antes de lo previsto, nunca permitió que se asentase el clima eufórico que se veía en el público, acortó en exceso cada canción y apenas si pudo lograr el aprobado en los momentos en los que demostró que su voz está hecha para el rapeo más crudo y pesado.
Día 2: No sé lo que quiero, pero lo quiero ya
Las primeras pinceladas del segundo día del Lollapalooza Argentina 2023 llegaron de la mano del eclecticismo de Melanie Williams, la calidez de Florian, el cruce entre soul, rock y pop de 1915, y la potencia de ese homenaje permanente a la black music llamado Nafta. Dueño de uno de los shows más explosivos y atractivos del presente, Yungblud hizo trizas el escenario Flow, llegando a mezclarse con el público en varias ocasiones y encargándose de mantener la temperatura al rojo vivo en una tarde que de por sí fue muy calurosa. El público se agolpó para disfrutar de una saludable sobredosis de punk, pop punk, ska y rock alternativo, con una puesta en escena y vestuario más cercanos al hardcore neoyorquino de los años ochenta.
En un ejercicio cuasi opuesto, apostando por el lema de que “menos es más”, Wallows apenas si interrumpió su clínico e intenso show. La banda de Dylan Minette es difícil de encasillar, pero parece haber encontrado su hogar en los sinuosos caminos del rock, el power pop y el post punk. Con canciones que combinan la crudeza del revival neoyorquino de quiebre de siglo con la incertidumbre y oscuridad industrial de la Europa de los años ochenta, los norteamericanos lograron encandilar a quienes se acercaron a vivir un momento de mayor reflexión e introspección después de tanta locura.
Párrafo literalmente aparte para Usted Señálemelo y una presentación que dejó en claro que están de vuelta para quedarse. La banda de Juan Saieg exhibió un sonido de elite de la mano de una banda capaz de hacer bailar y saltar por igual a todos. Los mendocinos volvieron a confirmar que su arsenal es mucho más amplio que solo rock: se escucharon retazos de funk, de soul, de techno, de thrash pop y hasta de post punk. También hubo espacio para la tradicional canción argentina –esa que nació en el quiebre generado por Charly García en su faceta solista– así como para segmentos de distorsión en los que resaltó su capacidad para romper todo con belleza y texturas.
Mientras el sol caía en el Hipódromo de San Isidro, Jane’s Addiction invitó a los presentes a un viaje psicodélico y bien crudo hacia el pasado. Con el versátil Josh Klinghoffer en la guitarra, la banda de Perry Farrell hizo gala de su título oficial de “maestros del rock” con un repaso por sus grandes clásicos en el que todos los parámetros sonoros quedaron por completo demolidos. El frontman se deslizó sin parar por las tablas como una serpiente de cascabel, hizo de la exuberancia su ley y unificó su cuerpo y su voz con la lisergia de los riffs y la potencia de la batería. En medio de la explosión nuclear, hubo tiempo para un hermoso homenaje a Taylor Hawkins y para un cierre de lujo que se debatió entre el hard rock y el metal más alternativo.
Pisando el prime time, The 1975 se hizo presente en el escenario Flow y sumergió al mar de celulares en una burbuja pop con una amplia diversidad de ramificaciones. Siempre atentos a las angustias personales y colectivas desde lo lírico, los británicos hicieron gala de su habilidad para poner a dialogar al synth pop, pop rock, al funk y el pop. Un estilo que perfeccionaron post estallido de 2017, pero al que no lograron darle una vuelta completa para terminar de consolidarse en la cima del mundo. Más allá de esto, Matt Healy estuvo preciso, alegre y seductor –una analogía de la paleta sonora de su banda– agregándole desde la intención y postura una impronta retro muy bella a cada canción.
La potencia de los clásicos convirtió al muy afilado y poderoso show de Catupecu Machu en uno para el recuerdo, incluyendo una brillante versión de “Eso vive” junto a Ca7riel. Al mismo tiempo, el productor y DJ británico Fred Again.. mantenía en trance a miles de cuerpos y almas con un peculiar estilo que resalta por su capacidad de tomar la esencia directa de la EDM y transformarla en algo verdaderamente innovador y refrescante.
Siete años más tarde –y con Kevin Parker recuperándose de una operación de cadera– Tame impala regresó a la Argentina con una propuesta distópica desde lo conceptual y utópica desde lo sonoro. Droga para los ojos: pantallas saturadas de color y distorsión, acompañadas por un juego de luces que remitían al cyberpunk. Exceso de información para los oídos: un ensamble experimental que (aún en su cara más despojada) ofreció un festival de texturas sónicas, pivoteando siempre sobre la psicodelia clásica, el dream pop y la música electrónica bailable. Generadores de un sinfín de emociones, llevaron al extremo los límites de lo analógico y lo digital y, en los momentos más elevados, demostraron que es posible estar relajado y acelerado al mismo tiempo.
Como acto principal de la segunda jornada, los Twenty One Pilots no decepcionaron: en una gira armada en modo de emergencia como reemplazo de blink-182, condensaron todas sus facetas y repasaron lo mejor de una discografía muy esquzoide. Además, mostraron un mayor grado de prolijidad de la mano de una sensacional banda que si bien suavizó algunos bordes, a fin de cuentas logró darle nuevos matices a un sonido que siempre destacó por su crudeza y potencia originarias.
Josh Dunn y Tyler Joseph sacaron a relucir todos sus trucos performáticos y –en consonancia con su trabajo de estudio más reciente– no le tuvieron miedo ni al pop ni al jazz ni al funk ni al techno-disco, abriendo frente a la multitud un universo de posibilidades prácticamente infinito que seguramente desplieguen al 100% en su próxima gira mundial. Más allá de esto, el cierre con las versiones de “Heathens”, “Car Radio”, “Lane Boy”, “Stressed Out” y “Trees” rescataron la esencia clásica del dueto y dejaron un confuso halo de nostalgia, oscuridad y esperanza en el Hipódromo de San Isidro.
Día 3: Pop en todas sus formas y sabores
El último día del festival más importante del país aceleró a fondo desde el vamos con la intensidad absoluta de Muerejoven. Una cruza extrema entre rap californiano, trap y punk, que se tradujo en una sucesión de pogos en medio de una humedad insoportable. El diálogo entre lo urbano y los sonidos tradicionales de América Latina no fue tan intenso, pero le permitió a Gauchito Club mostrar sus credenciales con mucho aplomo.
Después de una lluvia breve pero intensa, el norteamericano Conan Gray agitó el avispero en una presentación a mil revoluciones por minuto que marinó muy bien con lo realizado un rato después por Modest Mouse a puro folk y post punk a muy pocos metros de distancia. En lo que fue el toque clásico del festival, Diego Torres sacó a relucir su cancionero popular argentino en versión semi distorsionada: para no anclarse en el pop radial, el cantante optó por la compañía de una excelente banda que llevó el agua hacia los molinos del rock suave.
Ya con el atardecer a punto caramelo, Kali Uchis pisó fuerte el escenario Samsung para dejar en claro que es una de las grandes artistas del momento. Derrochando calor y sensualidad, la nacida en Virginia trajo consigo un mundo de ensueño creado al ritmo del rap post 2000s, el pop, el R&B, el reggaetón y el neo soul. Una paleta sonora que recuerda mucho a lo que sucedía en la escena mainstream a inicios del siglo XXI, pero que lo hace desde la innovación en la estructura conceptual y lírica. Su show fue uno de rap O.G. con espíritu popero y con momentos para el descontrol de la rama más oscura de la electrónica. Es decir, una oferta retro y moderna al mismo tiempo que se apoyó en una voz capaz de pasar por todas las tonalidades y en una performance muy ajustada a lo que cada canción necesitaba.
La ansiedad alrededor de la presentación de María Becerra se había hecho presente en el predio desde temprano. Ya en la cima, después de uno de los ascensos más vertiginosos que se hayan visto en los últimos años, la quilmeña entró al escenario Flow en modo arrollador acompañada por una banda muy potente, visuales de máxima calidad y una puesta cinematográfica con un complejo esquema de cámaras en permanente movimiento. Es decir, como tiene que hacerlo un artista de calibre internacional en un festival importante como el Lollapalooza Argentina.
Su setlist estuvo muy bien fraccionado entre lo más bailable y lo más melódico, con tramos de rock suave (“Perreo furioso”), pop clásico, reggaetón (“Animal”) y una incursión al góspel y al soul en sus emotivas baladas cuasi a capella. La presencia de Ráfaga para hacer una gran versión de “Mentirosa” y “Adiós” generó una euforia colectiva total, así como la muy buena performance de “Discoteka” junto a Lola Índigo. En su noche consagratoria, Becerra estuvo más que a la altura con una presentación digna de las más grandes estrellas de la música global.
En el escenario Perry’s, Tokischa se autoproclamaba presidenta y le daba a las masas una batería sensual y cruda de reggaetón clásico. Cultora de la libertad sexual sin tabúes, la dominicana alardeó de su capacidad para adaptarse al rap de la Costa Este, al gangsta rap, al trap, al dembow y a la canción más tradicional. No quedaron afuera los coqueteos con la EDM y con el flamenco en una presentación bien caliente que dejó a todos con ganas de mucho más.
De la mano de una puesta en escena entre la exuberancia de Versace y la libertad del afrofuturismo, Lil Nas X debutó en el país dejando en claro que se puede viajar por el mundo con el mismo show sin excusas. Serpientes y seres mitológicos se movieron por un escenario que recreó la superficie de un planeta muy muy lejano, mientras el oriundo de Georgia abrió el juego con mucho reggaetón, pop, dancehall, trap, rap post 2000s y el country. El uso del autotune fue uno de los elementos salientes, siendo Lil Nas X uno de los ejemplos de cómo esta herramienta se ha convertido en una extensión tanto de la voz como de la parte rítmica.
El esperadísimo show de Billie Eilish fue el punto más alto de la jornada, con la norteamericana a caballito de una evolución sonora y conceptual notable. Apoyándose en la precisión y la versatilidad de su hermano y productor Finneas, Billie dominó el escenario con una performance que fue creciendo en intensidad y brutalidad a lo largo de una hora y media. Además de brillar en los momentos más oscuros, industriales y eufóricos, la oriunda de California sacó a relucir una voz magistral en los momentos de mayor intimidad para generar una atmósfera emocionante.
Hubo tiempo para secuencias de bossa nova, salsa, góspel, pop suave, lounge y hasta de jazz, moviéndose siempre dentro del concepto de los claroscuros que se generan en la intersección entre el sueño y la pesadilla. Más feliz que nunca y con las cosas bien claras, Billie Eilish le puso punto final a una nueva edición del Lollapalooza Argentina que destacó por su eclecticismo, su potencia y su capacidad de reinvención permanente.