La celebración comenzó con la canción homónima al último disco, La Síntesis O’Konor; una apertura instrumental al viaje motorizado, con letras cada vez más introspectivas y un sonido cada vez más krautrock. Le siguieron los temas “Nuevos discos” y “La cobra”, de su anterior LP, La Dinastía Scorpio (2012), para dar comienzo a su primer show de los cuatro, con localidades agotadas. Después de su exitosa gira por Latinoamérica y España, Él Mató volvió a Buenos Aires para seguir conquistando a sus -cada vez más jóvenes- seguidores.
Tanto en “La Síntesis O’Konor” como en “Postales Negras”, se destacó el sonido kraut que vienen desarrollando en sus últimos trabajos. En este sentido, el baterista Doctora Muerte, brindó una clase de ritmo motorik; minucioso y prolijo. También, se destacaron las percusiones acústicas y el sample pad, por parte de Lucas Rosetto en percusión. Y en este nuevo sonido que incluye sintetizadores, mucho tiene que ver el tecladista Chatrán Chatrán, que se destaca en todas las canciones del flamante disco, en particular en “Tesoro” y “Destrucción”.
Durante gran parte del show, tocaron las canciones de sus últimos dos discos, y de su EP Violencia (2015) y el simple “El Tesoro” (2016). De la primera época de Él Mató (sí, ya podemos hablar de época) interpretaron “Navidad en Los Santos”, de Navidad de reserva (2005), “Día de los muertos”, de Día de los muertos (2008), y “Terrorismo en la Copa del Mundo”, que fue parte de aquel disco debut, Él mató a un policía motorizado (2003) -y que, en contexto mundialista, bien podría ser la música para un video de los futuros goles de Messi-. En estos temas, la combinación noise de las guitarras de Niño Elefante y Pantro Puto, se lució aún más.
Hacia la segunda mitad del show, se centraron en sus últimos dos discos, hacia un estado más melancólico e introspectivo. “La noche eterna” fue la canción más magnético, junto a “Madre”, una de las más bellas y tristes. Otro climax introspectivo ocurrió con “Excalibur” -algo así como una intro de la canción “Mundo extraño”- en la que junto a la guitarra, Santiago Motorizado se pregunta: “¿Por qué tuviste que decirme eso? ¿Por qué?” Luego, tocaron “Un mundo extraño”, una especie de declaración de amor, que parece, no correspondido: “Tu novio es un sujeto tan agradable, pero nunca para de hablar (…) Quiero estar con vos, que me quieras así, liquidado estoy, esperando hasta el fin”, repite in-crescendo.
Como si fuera poco, tocaron “El fuego que hemos construido”, de su anterior disco La Dinastía Scorpio; las guitarras van y vienen en distorsiones, el ritmo, acelera y desacelera, mientras Santiago Motorizado repite “Quiero mirarte y que me mires”. El tema de casi 8 minutos que expresa “La Síntesis El Mato”: una mezcla entre el krautrock, hacia una electrónica más rudimentaria, y la esencia del indie rock, entre el noise y el lo fi.
Las canciones más coreadas y con un público en estado de pogo, fueron “Ahora imagino cosas” y “Mujeres bellas y fuertes”. Esta última, una de las más coreadas por el público femenino de Él Mató; su presencia crece y se iguala en cada show.
“No estamos todos, falta Santiago (Maldonado)”
Nadie quería que el viaje termine ahí. La banda volvió al escenario para hacer tres canciones más. Pero antes, el público comenzó a cantar “No estamos todos, falta Santiago (Maldonado)”, refiriéndose al joven desaparecido Santiago Maldonado, hace 2 meses en Chubut. Santiago Motorizado, antes de finalizar, dijo:
“Ante un hecho tan terrible los artistas tenemos que utilizar nuestros canales de comunicación y redes sociales para combatir tanta desinformación”.
Los bises estallaron con una seguidilla de clásicos de la banda; “Yoni B“, “Chica de oro“, “Mi próximo movimiento“, “Chica rutera“, “Más o menos bien”, que fueron celebrados con pogo y mosh. Si bien con su último trabajo comenzaron una transformación musical y conceptual (menos noise y más introspección), la mística entre el público y la banda sigue intacta, y se fortalece en cada recital.
El Mató construye una comunión con su público, que se expresa con más vitalidad en sus recitales; fuerza rockera y a su vez, cierto optimismo o “que todo siga más o menos bien” en este mundo extraño.
Nada parece detenerlos. “Me encantaría tocar en Obras. Vi los Ramones ahí y me explotó la cabeza”, dijo Santiago hace poco, en una entrevista para Clarín. Después de cuatro Vorterix llenos, ese sueño puede estar cada vez más cerca de cumplirse.