Sin importar las circunstancias, ver a Morrissey en vivo siempre será una experiencia casi religiosa. Y es que, al margen de la gran trascendencia de su obra musical, pocos cantantes consiguen equilibrar con gracia un agudo sentido del humor, fuertes opiniones políticas y gestos melodramáticos como él.
En esta oportunidad, a toda esa autenticidad que se desplegaría sobre la tarima, había que sumarle el largo trecho hasta el estadio DirecTV Arena, ubicado a 30 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Para quienes vivimos en el centro de la citada urbe, ese extenso viaje de ida y vuelta fue ideal para repasar con auriculares los más grandes éxitos de la trayectoria de Moz. Desde su época dorada junto a The Smiths en los ’80 hasta su más reciente álbum como solista: Low In High School.
Una vez en el recinto, a algunos nos aguardaban los asientos en las gradas a los costados y a otros el estar de pie en las zonas campo y campo VIP, de frente al escenario que pronto Stephen Patrick haría suyo. Entre la audiencia se podía distinguir a individuos de todas las edades, e incluso a familias completas. La previa estuvo amenizada por una tanda de videoclips en los que vimos a figuras como los Ramones, Patti Smith, Edith Piaf y David Bowie interpretando grandes temas. Asimismo, se proyectaron sobre un telón escenas en blanco y negro de películas italianas. Todo aquello sirvió como un popurrí de los gustos del excéntrico inglés al que habíamos ido a ver en esa noche de viernes. Pero la impaciencia de los presentes se empezó a hacer sentir y muchos ya chiflaban o aplaudían en pedido por el comienzo del concierto.
Cuando el británico por fin salió, hubo una especie de estampida y buena parte de los asistentes corrió hacia lo más adelante posible. El músico se mostró afectuoso y estrechó las manos de algunos incluso antes de tocar la primera canción de la velada: “William, It Was Really Nothing”, de The Smiths. Otro detalle remarcable era su vestimenta, puesto que lucía una remera con su nombre, pero con el rostro del fallecido símbolo sexual James Dean, uno de sus ídolos personales. Recordemos en todo caso que había usado esa misma prenda hace unas semanas en un show de televisión estadounidense.
Más adelante entregaría “Alma Matters” y “I Wish You Lonely”. Mientras tanto, jugueteaba a enlazar en el aire el cable de su micrófono, como suele hacer con elegancia desde hace años. Luego llegaron “Is It Really So Strange?” y “Hairdresser on Fire”. De fondo, se veía proyectada una imagen photoshopeada del propio Morrissey encendiendo un cigarrillo en la boca de James Dean. Otro astuto guiño a su romance platónico con el actor.
Uno de los mejores momento llegó de la mano de “I’m Throwing My Arms Around Paris”, canción que fue acompañada con la proyección de una foto de los actuales disturbios en Francia. Al final de su interpretación, el artista cambió la letra de la última frase para decir: “The French have made themself very plain” (“Los franceses han dejado su opinión bastante clara”). Quedaba así explícito su apoyo a esos incendiarios reclamos populares.
Acto seguido, el divo nos puso la piel de gallina con el himno máximo de la desesperanza: “How Soon Is Now?”. Al final del tema, un Morrissey arrodillado mientras uno de sus compañeros de banda tocaba un gong enorme fue el gesto perfecto para cerrar con histrionismo esa sentida pieza. Luego llegó “Back on the Chain Gang”, su cover de The Pretenders, que consiguió alivianar un poco el ambiente y animar al público a saltar y corear. En “The First of the Gang to Die” sucedieron diversas interacciones con sus fans. Primero, una chica consiguió subir a abrazarlo, al final del tema otro chico le entregó una carta que Moz recibió y guardó en su bolsillo, y finalmente alguien le entregó una rosa que él agarró agradecido.
Una vez más, un detalle de humor se hizo presente en la pantalla con una ilustración con su cara acompañada con los letreros “Step Dad” y “Papi” al tiempo que sonaba “Break Up The Family”. Ahí también el oriundo de Mánchester se tomó un momento para firmar un vinilo que le acercó uno de los asistentes.
Casi al final del recital, llegó el instante ideal para honrar su lucha vegana y anti-especista con “The Bullfighter Dies”. A manera de acompañamiento, se reprodujeron videos de crudas escenas de tauromaquia. El músico además se tomó un momento para avisar que dentro de unos días saldría al aire por primera vez tocando en un programa de la televisión argentina. Después retomó su habitual dramatismo al rasgarse la remera en “Life’s a Pigsta” y quedar con el torso desnudo ante todos. Entonces se retiró para cambiarse de ropa e interpretar el último tramo de melodías: “Hold On to Your Friends”, “Spent the Day in Bed” y “Something Is Squeezing My Skull” formaron parte de su repertorio.
Luego de una falsa despedida, el ídolo volvió para entonar “Everyday is Like Sunday”, no sin antes regalarle algunos CDs a un par de afortunados en la primera fila. Al terminar esa emblemática canción, se sacó una vez más la camisa, la arrojó al público y repitió en loop “I love you” mientras se iba, llevándose consigo el micrófono al backstage. Mientras tanto, miles de seguidores lo ovacionábamos. Difícil no conmoverse con un showman de su talante. Pese a los constantes dichos polémicos de estos meses, Morrissey dio lo mejor de sí para reconquistarnos.
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Foto principal: Mica Garate.