“Esto es lo que hacemos como un encore” fue la consigna que trajo, por segunda vez, a Pulp a nuestro país (lo que acá llamaríamos los “bises”). En la primera ocasión había sido “Un viaje de vuelta hacia donde comenzó todo”. 11 años después de esa histórica jornada en el Luna Park, el grupo emblema del britpop volvió para reafirmar un romance único con el público argentino. Planteado como unos bises del 2012, la banda volvió en este encore a pedido del público con un show contundente. ¿Será el último? Por la calidad que tuvo, esperemos que no.
Con enormes pantallas en las que se les pedía a quienes asistieron que se preparen para una noche que no olvidarían por el resto de sus vidas, y mientras se agitaba una arenga con el sello tipográfico que remite a los tiempos del consagratorio Different Class (1995), entre crecientes gritos y palmas la banda de Sheffield tuvo su vuelta al escenario local. Para quienes no tuvimos la oportunidad de verlos en 2012, o que incluso por alguna que otra razón no pudimos asistir al show solista del magnético frontman de la banda en La Trastienda en 2008, pero los seguimos desde siempre, ver a Jarvis Cocker y los suyos significaba mucho: si todo salía bien, una experiencia trasformadora, un antes y un después. Y así fue.
A diferencia de bandas a las que se las relaciona con el boom histórico del Britpop como Blur y Oasis, Pulp fue un fenómeno a destiempo: comenzó antes incluso que artistas emblema de los 80 en su país, como The Smiths o The Stone Roses. En sus orígenes se podían observar influencias disímiles como The Velvet Undeground, David Bowie y Joy Division, por citar algunas.
Probablemente su mejor trabajo vino luego del pico creativo de sus coetáneos: This is Hardcore (1998) fue la superación absoluta de cualquier etiqueta que la prensa hubiera tratado de endilgarles, con fuerza creativa superlativa, oscuridad y contundencia. Ni el propio Jarvis se hubiera imaginado en sus comienzos que, 40 años después de It, su primer álbum, estaría cantando en estadios repletos alrededor del mundo, llevando alto el estandarte que hilvana todos los pasos de su carrera, incluidas las interrupciones, las idas y vueltas: el derecho de ser diferentes, el hecho de ser freaks incorregibles.
El gran mérito de la banda a nivel público se muestra en haber mantenido una libertad e integridad artística completamente extemporánea; en haber hecho de la rareza un aglutinador de almas y conciencias que están contentas con no encajar, y que a la vez no hace espamento de su propia rareza, sino que asume la secreta cotidianeidad de lo marginal como bandera, como una forma de espontaneidad, que se percibe más extraña de lo que verdaderamente es. Cuya mayor arma, como dicen en “Mis-Shapes”, es nuestras mentes. Ahí es donde radica el factor pop de la propuesta de la banda de Sheffield. Funciona en Inglaterra, funciona en Argentina: en cualquier lugar donde un freak se sienta convocado.
Como el reloj que hasta descompuesto da dos veces la hora al día, Pulp creyó siempre en sus oportunidades sin correr ni cambiar por ellas: así lo fue cuando cerraron Glastonbury en 1995, por la cancelación del show de los míticos Stone Roses, en una presentación que, junto al disco que lanzaron ese año y su single “Common People”, los consagró como un fenómeno pop por fuera de toda ley y todo marketing.
El show del pasado 23 de noviembre no se alejó mucho de estos precedentes sentados por el propio camino de la banda, 25 años después: se hicieron fuertes en una lista de canciones que redondeó las dos horas, con una presencia descollante de su álbum Different Class aunque con alguna que otra lastimosa ausencia (“Live Bed Show y “Bar Italia” se hicieron notar entre las faltantes), y de los hits de His ‘n’ Hers (1994), dejando un poco de lado su excepcional This is Hardcore, que sin embargo estuvo representado por la canción homónima y por “Glory Days”. El público bailó, coreó, lanzó alguna que otra prenda al escenario y se permitió una catarsis postelectoral coreando un “el que no salta votó a Milei”.
Con papel picado y serpentinas, “I Spy” y “Disco 2000” fueron los encargados de abrir una noche caliente que poco a poco se había ido llenando desde hacía dos horas antes. “Joyriders” volvió al repertorio de la banda, tocada por primera vez desde 2012, y luego siguieron con una de las canciones más emblemáticas de Different Class: “Something Changed”, en la cual Jarvis se colgó la guitarra dejando el baile de lado y rasgueó una dulce dedicatoria al difunto bajista original del grupo, Steve Mackey.
Cabe resaltar no solo la presencia escénica y la sensualidad de Cocker en un gran escenario saltando y bailando con su sello inconfudible por todos lados, sino la entereza de su voz, que se vuelve clave para la interpretación de algunas canciones especialmente exigentes por su intensidad así como por su delicadeza, como “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E” y la bellísima “Underwear”, todas en su tono original.
El público coreó y gritó múltiples muestras de afecto frente a la entrega del carismático frontman, que les lanzó golosinas por momentos, en otros intentó comunicarse en un rudimentario y afectuoso español con frases fuera de las usuales, preguntó antes de “Do You Remember the First Time?” cuántos habían asistido a aquella noche de 2012 en el Luna Park, se paseó y se recostó mientras seguía cantando para luego levantarse y bailar eufóricamente con un enorme sol de amanecer en las visuales del fondo que, recortando su silueta, mostraba la meticulosidad elegante y extraña de su danza poseída.
Luego del predecible punto más alto del show a nivel arenga y pogo en “Common People“, vino una canción nueva, “Background Noise”, la cual remitió a los matices más bellos de This is Hardcore por momentos, para cerrar con un tridente imbatible: “Razzmatazz”, “Glory Days” y en un nuevo bis “Mis-Shapes”, la canción que abre su álbum más famoso y quizás una de las que mejor condensa la reivindicación de la fuerza transformadora de la música de Pulp y de la pluma de Jarvis para los tiempos que corren hoy y acá: “No vamos a usar bombas, no vamos a usar armas, vamos a usar lo que más nos sobra y eso es nuestras mentes”.