La fila para entrar a Niceto se estiraba una vez más hasta la avenida Córdoba a la espera de una nueva edición de IndieFuertes. Los invitados: Pyramides y Unión Soviética; el invitado de honor The Drums. El público se uniformaba con cortes de pelo original y camperas vintage o, viceversa, cortes de pelo vintage y camperas originales. Se hacían las veinte horas y la multitud aguardaba ansiados por el frío de un invierno que parece no llegar. Alguna vez se creyó que el postpunk no había irrumpido la escena bonaerense, pero que a cambio contó con aquellos a quienes influenció. Una mera observación que conflictúa de lleno frente a las presentaciones de Pyramides.
Una vez ingresados, yacía sobre el oscuro de la tarima la tipografía derretida de The Drums que atravesaba el fondo de la tarima principal. Con una batería en el medio, cuyos laterales albergaban los teclados y las cuerdas, recibían a Pyramides. Los hermanos Romeo marchaban sobre el escenario como tenientes urbanos. Ya se arrimaban los teclados lo-fi de “Santuario” junto a las baquetas de Andrés Centone. En seguida sonaban los riffs enigmáticos de “Lluvia” con una línea de guitarra que aceleraba entre semitonos y rebotaban sobre nuestros oídos como gotas de agua. Ya respirábamos juntos la actitud desdeñosa y rebelde del conjunto; una actitud que bien le hacía falta a la escena local.
Aprovechando la instancia, el conjunto presentó un single no publicado, “Hartarme.” Los sonidos de ambigüedad e incertidumbre turbia relatados bajo la poderosa y abatida voz de Facundo Romeo añoran transigir la cordura. Un tema cuyo sentimiento fue logrado con severidad agresiva y líricas indagaciones sobre la confusión y la soledad. Más adelante, un corte para darle pausa al frenesí garzo, un “vamos los pibes” para el aguante, mientras se aproximaban unos temas para iluminar el final de su presentación. “Mía” y “Caoscalma” seducían nuestros oídos con una batería acelerada y guitarras reverberizadas, dando la sensación de transición o de una alegre despedida al estilo de “Ceremony.” Los miembros construyeron con su presentación una pirámide emocional con actitud, propicia para dejar a sus oyentes cargados de resentimiento bailable.
El público pedía por el evento principal con cantos de hinchada, eran los hinchas de “DA DRUMS”. Sonaba un back track de la banda cuando aparecieron sobre el escenario sus integrantes. Sus pintas desprolijamente prolijas disponían sed para tocar. Su frontman aguardaba el momento justo detrás de las cortinas hasta ser invocado por sus fans. Johnny salió al escenario vestido de negro, unos pantalones que de largo le quedaban cortos y que de ancho le quedaban grandes; unos borcegos altos y una sutil rosa roja que llevaba honroso en el pecho. Un saludo al público y suena “What You Were”.
Siguiendo con los hits, ya perforaba la batería a la espera del bajo de Jacob Graham para que sonara “Me and the Moon”. Mientras tanto, la voz de Johnny se estira y canta al mejor estilo del brit pop. Irónico, si se considera que son una banda del este americano con sonido inglés especializada en recrear vibraciones del surf rock más propias del oeste. En todo caso, los pies arden sobre el suelo y la masa salta al calor del arrebato con las líricas sobre la confusión del perdón en el amor. Más adelante sonaba el primer tema de Abysmal Thoughts (2017), “Heart Basel“. Sobre un punteo agudo, coreados por el reverb y una pandereta al son de la batería, Johnny languidece por un amante no tan amante. Mientras baila cacheteado por el ritmo de la canción solo los verdaderos fans saltan, los demás insisten estirando sus brazos.
Ya lo mencionaron en la entrevista previa al concierto, The Drums disfruta insistir con los temas que los lanzaron a la fama para que juntos podamos bailar sobre temas más bien tristes. Por eso a la mitad de la primera sesión ya sonaba un hat trick de temas. Siguió la línea de bajo de “The Days” al ritmo de la batería, con arpegios que fueron anticipados por el coro del público. Un coro del que luego se adueñaría Johnny. Lo mejor de Portamento (2011) aguardaba un tema más, pero antes sonaría “Let’s Go Surfing“. Una de las canciones insignia del indie. Sí, porque tiene el rasgueo en Do más surfer de la generación y el silbido más pegajoso posible. Ahora sí, suena “Money”. Una canción de reverencia a la culpa causada por la insatisfacción de no poder devolver, y la frustración de haber herido. Con el riff acelerado del bajo y los aires de una batería sintetizada el público coreaba y aplaudía (ahora más que nunca), “But I don’t have any money!”.
Avanzados, llegamos al interludio, momento detestable para los que ansiaban la fecha. Pero a esa altura de la noche, en el público un “Johnny volvé!!!” se cumplió. Una vez regresaron sobre el escenario, Graham llevaba puesto la remera que la habrían arrojado anteriormente; se había puesto la nueve (9) de Velez. Siguió “Meet Me in Mexico”, el tema social más reciente de los neoyorkinos. Entre bailes teatrales cuya coquetería sería más disfrutada por el micrófono sostenido en manos del vocalista, se enfrentaban cara a cara las cuerdas para complementarse el uno al otro. Sonaría “Down By the Water” y “Books of Stories”, ambas de su álbum cúspide pero anticipar con nostalgia el tema de despedida.
Con la ausencia de la batería y formados en un triángulo bizarro, suena una versión casi acústica de “If He Likes It, Let Him Do It”, para cerrar. Un tema lleno de oscuridad compuesto del puño y letra del corazón deshabitado de Pierce. Sin despedirse, nos parten el corazón. Porque así es la relación de con sus fans, un amorío tan tóxicamente adictivo que es preferible no despedirse para ahorrarse las lágrimas, y simplemente partir.
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Foto principal: Dana Ogar.