En un día jueves de tormenta llegó el turno de la quinta presentación de la banda británica en nuestro país. La expectativa estaba alta por ser, además de una agrupación con buena llegada, un tour que prometía “lo mejor de The Kooks” (best of), pero finalmente el gusto que dejó fue a poco.
“Some things I’ll never understand” reza la canción “Is It Me?”, que luego promediaría el setlist, y es lo que le pasó a este periodista que nunca va a entender cómo una banda todavía joven y con discos decentes llega con una gira “90% hits” —dicho por ellos— y otorga un concierto que aburre. Pero fundamentemos la afirmación.
La noche la abrió temprano Indios, largando antes de ocho y media y con un predio bastante vacío. Mientras tanto, en las inmediaciones del estadio Luna Park, un grupo de hombres se aburría de entonar por lo bajo “vendo campos, vendo campos baratos”. Si bien la concurrencia no estuvo mal, distó bastante del sold out. Para las nueve ya estábamos todos mojados y adentro. Clarín dijo que entraron cinco mil personas, la capacidad del Luna supera las 9 mil. ¿Medio lleno o medio vacío? Dependerá de quién lo cuente.
Siguiendo con la línea de todos los shows internacionales en el último año, los minutos previos a la salida del conjunto fueron musicalizados por grandes hits, entre los cuales sonó “Another One Bites the Dust”, con más groove que la interpretación de cualquiera de los temas que seguirían luego. Así nomás salieron los británicos entre tibios aplausos de un público que me costaría reconocer como “típico argentino”. El baterista Alexis Nuñez llevaba la camiseta de nuestra selección y era el distinto puesto que sus colegas estaban empilchados al clásico estilo de músico brit-pop.
“Eddie’s Gun” fue el selecto para salir y le siguieron “Sofa Song” y “Be Who You Are”. El volumen era ridículamente bajo, he visto a bandas de jazz sonar menos chill en el mismo venue. The Kooks fue funcional a esa frase que tanto detesto: “el rock está muerto”. Luke Pritchard (voz, a veces guitarra y hasta un piano) diría después que un mal de garganta lo aqueja, y es verdad que su voz no destacó, pero no por eso hacía falta bajarle cinco cambios a toda la sonoridad del grupo. El fanatismo de un reducido grupo acérrimo generó un “olé olé olé The Kooks” justo antes de que el concierto tuviera un punto alto con “Bad Habit”. Alto pero con gusto a poco, ya que las canciones no terminaban de explotar. Otro tema de este último disco Listen (2014) —si no contamos el obligado The Best Of… So Far (2017) que fue lanzado por obligaciones contractuales con el sello anterior— fue “Around Town”, el cual estuvo dotado de una falta de cuerpo y matices que en estudio se llevan todos los premios.
El gesto frontman de levantar una bandera de nuestra Nación levantó algunas simpatías y en el estribillo de “Do You Wanna” se logró despegar a unos cuantos pies del piso, siento este el mayor logro alcanzado a lo largo de la velada: unos gritos y saltos breves en los puntos más poperos de los versos que se repiten. Se presentaron dos canciones nuevas (el nuevo disco de estudio ya ha sido grabado, de hecho): “All The Time” y “No Pressure”. Transcurrida una hora y diez de show, Luke dice que es el último y dispara “Junk Of The Heart”, tras lo cual se despiden, a sabiendas de todos de que es el famoso encore. Vuelven con el aclamado “Seaside” cinco minutos después, y recién para “Always Where I Need To Be” se dan cuenta que a la perillita del volumen maestro le faltaban 45 grados de rosca en el sentido de las agujas del reloj. Esa canción tuvo un volumen «normal», que para los decibelios de este concierto podría haberse considerado alto. Lo mejor para el final, el cierre fue de “Naive” y un batir de luces bien aprovechadas.
Noventa minutos de show que se pasaron más lento que rápido y un gusto a poco que sentencia que The Kooks tiene algunas buenas ideas en el estudio, pero no sabe traerlas al vivo en su mejor exponente. A la salida, de nuevo pasada por agua, la mayoría de los testimonios coinciden conmigo, pero existe también un grupo de fans que han quedado anonadadas con ver a sus ídolos en vivo. Les agradezco el testimonio y me quedo pensando si fui demasiado duro con la banda, solo para recibir al instante un mensaje del joven fanático que me recomendó este conjunto hace cinco años, en el que dice “che, fue un desastre”.
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Foto principal: Lucho Olivera