Considerando su exitoso presente, cuesta creer que las Warpaint hayan estado a punto de separarse. Sin embargo, casi sucede: allá por 2015, después de un tour extenso y agotador, sintieron que quizás era momento de tirar la toalla. Pero no es algo que haya que lamentar; después de todo, fue esa crisis interna la que condujo a su tercer lanzamiento, el flamante Heads Up, sucesor de aquel celebrado disco homónimo producido por Mark Ellis (alias “Flood”) en 2013. Si bien conserva el espíritu dreampop que cultivan desde sus comienzos, la placa lanzada en 2016 bajo el sello Rough Trade marcó un cambio tanto en el rumbo musical como en el proceso de composición de este cuarteto de Los Ángeles, y el resultado fue tan cautivador que hasta Depeche Mode las invitó a sumarse a su gira norteamericana como acto de apertura. A esta altura, y después de conquistar al público del Personal Fest con su presentación del domingo 11 de noviembre, es evidente que nada intimida a estas sirenas de la era moderna; mucho menos tener que dar un concierto un martes 13.
El sideshow no apto para supersticiosos (pero sí al borde del sold-out) que brindaron esa noche en Niceto estuvo cargado de euforia y reverb. Aunque esos factores estaban dentro de lo previsible, al igual que el derroche de talento, la madurez sonora y lo ajustado de su performance. La verdadera revelación, eso que diferencia a Warpaint de otras propuestas de impronta similar, es su capacidad de sostener la sutileza mediante la plasticidad, en vez de atarse a una interpretación rigurosa de las canciones. Y a esto hay que agregarle lo demoledor de su sección rítmica, a cargo de Stella Mozgawa como bastión en la batería, y la bajista Jenny Lee Lindberg. Por si fuera poco, las cuatro armonizan como ángeles y se toman el liderazgo vocal de manera muy democrática. Al igual que en su set del Personal Fest, “The Stall” fue la encargada de dar comienzo a la velada; pero el plan de las angelinas no era centrarse solo en su trabajo más reciente, sino recorrer su catálogo en forma equitativa, para alegría de los fans de primera hora.
Cuenta la guitarrista y vocalista Emily Kokal que cuando vio por primera vez la tapa de Cut, el disco debut de The Slits de 1979, quedó asombrada por su actitud provocadora. Y aunque no aparezcan semidesnudas ni se unten el cuerpo con barro como lo hicieron las británicas en aquel entonces, las Warpaint también desafían estereotipos desde su sencillez y su anti-divismo. Otro rasgo que comparten con Ari Up y las suyas, es el de escaparle a la solemnidad, y cuando pisan un escenario queda claro cuán importante es para ellas preservar esta dinámica, aún cuando su sonido no apunte a lo lúdico. Tampoco iban a pasar por nuestro país sin manifestarse a favor del aborto legal, y bastó con que Theresa Wayman se atara el pañuelo verde sobre su pollera, para que la intensidad de las ovaciones se quintuplicara.
Si bien su virtuosismo se hace evidente en los discos, nada mejor que el vivo para entender qué se traen entre manos las Warpaint: su propuesta no se deja encasillar tan fácilmente. Prueba de esto fueron la trip-hopera “Love is to Die”, momentos como “Elephants”, que recordó a la Björk noventosa de Sugarcubes, o “Billie Holliday”, una readaptación del clásico compuesto por Smokey Robinson e interpretado por Mary Wells que le erizaría la piel hasta a la mismísima reina de Motown. Y si ya coqueteaban con la pista de baile, en “New Song” se hacen cargo del todo, la oveja negra del último álbum. Un gesto contundente y pop (reafirmado por el guiño a Fleetwood Mac al comienzo de la canción) que sacó a relucir su costado más directo y enérgico. A juzgar por la reacción del público, la apuesta festiva fue bienvenida, y por unanimidad.
A pesar de la insistencia, no hubo espacio para los bises; pero el cierre con “Disco//Very” no defraudó, y fue otra muestra de lo que puede suceder si estas guerreras dan rienda suelta al espíritu Slits que llevan dentro. Tras semejante jam emocional, este segundo desembarco en suelo porteño demostró que el futuro de Warpaint sigue siendo muy prometedor. Puede que San Valentín nunca haya existido, pero estas cuatro muchachas, que desde el 2004 celebran su aniversario como banda todos los 14 de febrero, son tan auténticas que es imposible no rendirles culto.
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Foto principal: Victoria Mourelle.