Los amigos pueden volar y los pedaleos en bellas bicis tienen miles de historias de amor escondidas. Las plazas mugrientas rebalsan de colores cuando piensas en esa persona y la pesadez del aire del subte puede hacerte sentir como un superhéroe peleando contra la gravedad. Hay magia en lo cotidiano y aventura en la sencillez de una mueca o de una mirada al pasar. Hay miles de días y personas en un acorde y un revuelto de sentimientos en una línea melódica suave y natural. Hay canciones y momentos que hacen recordar el encanto que hay en cada problema, en cada amor, en cada acción que uno realiza aquí o en sueños y en la receta para lograr esta invocación no parece haber necesidad de aparatosas maniobras. Ivo Ferrer & Los Tremendos se presentaron en Café Vinilo el sábado 10 de mayo y con un show plagado de sonrisas y bellas canciones nos llevaron a re-conocer lo vital que hay en cada momento.
La música concebida como un universo en el que lo lúdico tiene un rol fundamental es la clave para sumergirse en el planeta de Ivo y sus amigos. Luego de que un conejo gigante le sugiriera a los asistentes la desconexión con el mundo exterior y la libertad para fluir junto con lo que el momento y la música les provocara, aparece Ivo Ferrer & Los Tremendos en escena al ritmo de un suave rasguido proviente de la guitarra criolla del chico que hace poco tiempo fue calificado por Radio Metro como el nuevo hallazgo del indie nacional. El escenario se llenó repentinamente con personajes llamativos que, desbordantes de energía daban saltos al interpretar “La casa se llena de magia” seguida de “Genial“, ambas canciones que abrazan e incitan a abrazar. Los Tremendos se miran, se cantan los unos a los otros, son amistad flotando en el aire e invitan incesantemente a que los presentes jueguen con ellos, a que formen parte de lo natural que es acompañarse mutuamente. Suena “Infinito” y la guitarra eléctrica de Andi Czumadewski dialoga tiernamente con la criolla de Ivo para luego darle el protagonismo a Romi Pofcher, bella corista que con su dulce voz hace que las miradas se posen en ella y en la calma que transmite. “Parece que no“, cuarto tema presentado, es una especie de monólogo interior que habla acerca de un amor no correspondido, un gracioso vals que sirve para desdramatizar la situación de ser rechazado. Los Tremendos están agachados y sólo se levantan para cantar una frase esencial y acompañar a Ivo. La teatralidad es parte del juego.
Con sutiles y dulces adornos que suenan desde la guitarra eléctrica se escucha “Minita“, canción que precede al tema estreno de la noche: “Las Bicicletas“. El hecho de que las temáticas abordadas en las canciones de Ivo Ferrer sean pan de cada día provoca una cercanía que se agradece y que genera el milagro del contacto y de la identificación entre artista y público. La simpleza que reflejan los personajes en escena también colabora con la misión de romper la llamada cuarta pared y entrar en una suerte de contacto directo con quienes cantan.
El rap de la noche está a cargo de Facundo Lozano, más conocido en la escena under como El Ángel Guardiola, quien se reconoce al final del décimo tema, “Deber ser“, como “orgulloso de ser tremendo”. Se intensifica el colorido del escenario y la alegría y el compañerismo es algo que se ve, se siente, se toca y, por sobre todo, se escucha.
Llegado el final del show, Ivo y sus tremendos amigos interpretan los cuatro temas que integran el EP Aunque esté grande aún quiero ser astronauta, lanzado el año recién pasado. Las canciones ya son queridas por el público y fueron recibidas cálidamente, aunque sin el baile que quizás se hubiese dado en un lugar en el que no hubiesen sillas ni mesas. La energía proyectada desde el escenario era mucha y el hecho de que la respuesta del público fuese más cauta y observadora fue quizás el único elemento que puede haber dejado algo que desear.
Ivo Ferrer & Los Tremendos cautivaron al público de Café Vinilo a través de una entrega plena y de una musical muestra de situaciones y emociones cotidianas tratadas de manera tan especial que dejaron la sensación de que cada paso que se da es una posibilidad nueva de juego y, por tanto, de canción.