Por segundo año consecutivo, el mítico festival de Chicago Lollapalooza desembarcó en tierras chilenas y una vez más lo hizo en el inmenso Parque O’Higgins de la ciudad capital, Santiago. Las expectativas eran muchas y finalmente el fin de semana del 31 de marzo y el 1 de abril llegó con una oleada de bandas internacionales y chilenas de un calibre como solo un festival de esta magnitud puede traernos, juntas.
El sábado el cronograma comenzó con una conferencia de Perry Farrel, responsable de este festival que organiza desde el año 1991. Respondió a las preguntas de los periodistas presentes que se centraban en la continuidad del evento en Chile, el plan ambiental que hay detrás y sobre su proyecto electrónico que presentaba. Las respuestas fueron contundentes: Lollapalooza llegó a Chile para quedarse, el plan ambiental Rock & Recycle es muy ambicioso ya que en 2011 reciclaron 3 toneladas de basura y este año la proyección era duplicar esa cifra con los 100.000 asistentes que se esperaban para las dos fechas. Con respecto a su proyecto PerryEtty dijo que traen la música más contemporánea que pueda existir. También habló sobre la internet, destacando que es por donde hoy pasa la música y el entretenimiento en general: ahí está todo.
A las 12 del mediodía el Parque comenzó a recibir la gente que se distribuía en los seis escenarios que ofrecía el festival y en las hectáreas y hectáreas de espacio verde para descansar.
La primera banda que pude ver fue Adanowsky, el muchacho que se esconde detrás de Adán Jodorowsky, hijo del polifacético Alejandro. En su show de cuarenta minutos supo extender la fiesta en la que estuvo presente la noche anterior, según el mismo contaba, con su actitud de dandy rocker que compraba a los presentes. Así abría una jornada de muchísimo calor en el Parque pero con mucha gente dispuesta a dar todo de sí a cambio de que las bandas den todo de sí.
Le siguió el polémico show de Gustavo Cordera, quien presentó su trabajo solista En la caravana mágica (2010), aunque retomó algunos hits de Bersuit, como “La Soledad” o “Un Pacto“. Su discurso sigue intacto desde los días de aquélla banda, un rock (¿cumbia?) político, en defensa de los pueblos originarios y en contra de los gobiernos y modelos. “Nada más revolucionario que el amor” expresó minutos antes de quedarse completamente desnudo frente a la multitud. De esta manera el enfrenta el 2012, con la fragilidad del cuerpo y el amor a uno mismo.
A las tres de la tarde, mientras que el sol seguía golpeando fuerte, en el escenario Coca Cola subió la fiesta gitana de Gogol Bordello que presentaban Transcontinental Hustle. El público respondía a la efervescencia de la banda, pese al calor. El punk gitano encontró un público más que animado y que no quería que se acabara la fiesta. En su set de 15 canciones la música del mundo cantaba a través del micrófono de Eugene Hütz.
Más tarde en el otro escenario principal comenzó el show de Thievery Corporation que le dio al público la pausa que andaban buscando: el downtempo aterrizó en el Parque O’Higgins de la mano de Rob Garza y Eric Hilton con un set basado más que nada en su disco Culture of Fear de 2011.
Finalizado el show de los de Washington fui hasta el escenario Huntcha, un recinto cerrado (no tan grande como el Perry Stage que se erigía en el centro del Parque) y en el que había bandas de la escena alternativa de Chile. Así me encontré con Föllakzoid, una banda de kraut rock que ofreció un show con pura psicodelia y noise a lo largo de 45 minutos, dejando a todos los presentes más que complacidos con esas guitarras, teclados, distorsiones y voces lejanas. Sin dudas una banda para no perderles el rastro.
Terminado la experiencia noise de la tarde, volví al escenario Claro que se presentaban los rockers norteamericanos de Cage The Elephant que con su líder Matthew Shultz y a base de canciones con muchísima energía supieron conquistar a los espectadores.
Luego seguía uno de los platos fuertes de la jornada y era el debut chileno de los Arctic Monkeys que venían presentando Suck It And See, tan amado por unos y tan odiado por otros. En su hora y cuarto de show recorrieron más que nada canciones de su debut Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not, del segundo Favourite Worst Nightmare y del último, dejando un poco de lado al tan genial Humbug. Un show muy superior al que ofrecieron en 2007 en el Luna Park, en el sentido técnico y profesional ya que supieron soltarse un poquito más con el público (sólo un poquito más) y el incluso evidente desarrollo musical que han tenido en estos cinco años que pasaron en el medio. El cierre con la seguidilla de “Fluorescent Adolescent” y “505” (gran canción que en aquél show en Buenos Aires nos habían dejado pendiente) no pudo haber sido más perfecto.
Con las energías derrochadas (pero bien invertidas) en el show de los monos, el line-up prometía el comienzo del show de Björk para las 21.30, y así fue. En su show de una hora y media, la islandesa supo satisfacer todas las expectativas que se tenían para el show de la gira de Biophilia, con un set centrado en este último disco pero que también ofreció grandes canciones de la talla de “Hunter“, “Jóga” y el cierre con “Declare Independence“. Volvería a hacer el encore con “Army of Me” y así finalizaría la primera jornada de la segunda edición del Lollapalooza chileno. Claro que las coristas de Björk merecen una mención aparte, los bailecitos de ella y sus “gracias” en español y con las erres marcadas inspiraban ternura y ganas de llevártela. Las visuales hacían que el show se convirtiera en una experiencia sensorial para los presentes, con imágenes de países y continentes separándose, sus células y demás que te dejaban boquiabierto.
A continuación el concierto completo de Björk y mañana la crónica del segundo día.
*Fotografías por Candela Gallo