Netflix estrenó el pasado 28 de abril la serie francesa Las 7 vidas de Léa, que en pocos días logró ubicarse en lo más alto del top 10 de lo más visto en la plataforma en Argentina. La producción se ha vuelto atractiva desde el primer momento para los suscriptores porque no solo plantea una trama de misterio sino también viajes en el tiempo, algo que ya ha funcionado de maravilla en series como Dark.
La miniserie cuenta con 7 capítulos de unos 40 minutos de duración y la sinopsis oficial adelanta: “Tras hallar los restos de un joven, Léa se despierta siete veces en los años 90, en diferentes cuerpos, para resolver el misterio de su muerte… y evitarla”.
Así, otro punto de gran atractivo sobre Las 7 vidas de Léa es la reconstrucción estética de los 90, con sus canciones de moda, los outfit que hoy ya nos parecen vintage y la forma de vida de la sociedad. El elenco está compuesto por Raika Hazanavicius, Khalil Gharbia, Marguerite Thiam Donnadieu, Théo Fernandez, Maïra Schmitt, Rebecca Williams, Alexander Ferrario, Mélanie Doutey, Samuel Benchetrit y Anne Azoulay.
La serie ha obtenido un 67% de aprobación por parte de la audiencia en Rotten Tomatoes, pero desde la crítica no se la ha juzgado exactamente por su inventiva. “La idea de la serie no es original, pues se inspira en una novela de Nataël Trapp, teniendo espacio para investigación criminal, ciencia ficción y su pertinente toque de drama, al contar historias del pasado bastante tristes en ocasiones, no solo por la pérdida del joven que encuentra sino también por quienes lo rodean, dramas que afectan a la propia protagonista”, expresaron desde No es cine todo lo que reluce.
Desde But Why Tho? la serie obtuvo una excelente crítica en la que se destaca la convivencia de diferentes elementos dramáticos: “Mientras que entré en Las 7 vidas de Léa esperando pasar un buen rato en un viaje de misterio, no esperé también encontrarme con una experiencia increíblemente emocional, graciosa e impactante. Verdaderamente, es uno de los mejores shows que he visto recientemente que me obligó a pausarlo cada cinco minutos ya sea para reírme a carcajadas o llorar al mismo tiempo“.