Una de las conquistas más importantes del mundo de las series es su enorme expansión, es decir, haber logrado que muchas personas disfruten de este formato así como también que todos los países del mundo empiecen a apostar en él.
Es en este sentido que el caso de Argentina resulta icónico ya que, con una gran cultura alrededor de los relatos novelados, en realidad son muy pocas las series que se crearon en el país. Sin embargo, esa poca cantidad no influyó en la enorme calidad de las mismas. Desde Epitafios hasta Mujeres Asesinas, Los Simuladores o Tumberos, todas son aún nombradas como referentes de las producciones locales.
Hoy, a ya más de diez años del boom seriéfilo, el escenario local no cambió tanto como lo podríamos imaginar: si bien el número de series argentinas creció, el número de producciones todavía es significativamente menor si lo comparamos con el mercado norteamericano, británico o español. Sin embargo, con algunas excepciones, aquella calidad de la cual hablábamos se mantiene y, Un Gallo para Esculapio, es la representación perfecta de este fenómeno.
Con una historia bien bonaerense, asombra tanto por la calidad narrativa y fotográfica como por su enormes actuaciones. Y ya con dos temporadas al aire (los episodios de la segunda se emiten todos los miércoles a las 23h por Warner Channel) se posiciona como una de las grandes de la televisión local.
¿Qué nos pueden contar de esta segunda temporada? ¿Cuáles son sus expectativas?
Peter Lanzani: Esta segunda temporada es de seis capítulos y, como a la primera le fue tan bien, teníamos la necesidad de tratar de dejar la historia en lo más alto. Pero también son solo seis capítulos y eso es mucho menos tiempo para contar todas las transiciones que Bruno Stagnaro quería mostrar en esta temporada. La verdad es que se logró porque tenemos un equipo técnico que es una luz, en donde todos saben lo que tienen que hacer, todos aportan y ayudan. Y entre nosotros, que ya conocíamos la historia y a los personajes, para esta segunda solo teníamos que meter la pelota en el arco.
Luis Luque: Sí te podemos contar que esta segunda temporada está más metida en las conductas y en los conflictos personales de cada uno de los personajes. Entonces tiene una mezcla de lenguajes que, para mi gusto, es mucho más profunda. Y hace que haya sido fantástico y muy difícil hacerlo. Muy complicado. Pero no tanto por lo físico sino del corazón, de hacia dónde tenías que llegar. Pero es como dice él, es una banda. Sabíamos todos dónde disparábamos y eso te hace evitar mucho trabajo.
PL: Si me preguntás por expectativas, siempre por una cuestión de veneración del ser humano, uno quiere que a sus cosas les vayan bien, porque sino es una picardía. Pero que se lo dejó todo, se lo dejó todo, y hoy, dando esta entrevista, ya uno no se recrimina nada.
LL: En lo personal yo te puedo decir que es uno de los laburos más profundos y filosos que hice en mi vida. Quería dejar una impronta mía bien profunda porque siempre sentí que este trabajo lo merecía, porque sentí algo muy particular que nunca me había pasado y eso me obligó a buscar completar un compromiso diferente con este proyecto. Y pienso que lo logré. Conocí un mundo absolutamente nuevo para mí, uno que no conocía y que me asustó mucho. Lo caminé y también lo disfruté.
¿Cómo fue reencontrarse con sus personajes para esta segunda temporada?
PL: Tiene muchísimos desafíos porque la historia continúa y no se queda durmiendo en los laureles, en las cosas del pasado o aquellas que ya consiguió. Es al revés, de ahí va para adelante con todo lo que carga con cada uno de los personajes. Por suerte es una miniserie que no podés hacer si no estudiás. Entonces ya desde el estudio, en las cosas que habíamos ganado en la primera temporada o anotaciones, se laburó en la segunda. Pero una vez que estás ahí, dejás todo eso de lado, y escuchás a tu director; que es una maravilla lo que sabe, lo meticuloso y lo seguro que es en lo que busca. Entonces siempre estamos en movimiento: se filman doce o trece horas, volvés a tu casa y tenés que preparar las escenas del otro día.
LL: No se puede hacer un trabajo como este sin compromiso. Salta solo.
¿Cómo definirían el tono narrativo de esta segunda temporada?
PL: Con Bruno siempre es una mezcla de géneros y de tonos. Cada personaje está encargado de tocar un color o un tono diferente. Yo creo que es una serie que, en esta segunda temporada, es un poco más oscura. Es un drama, por supuesto, pero tiene la comedia coloquial de la vida, es un policial. Sin dudas es una mezcla de géneros.
LL: Se agregó una lectura más que es la lectura del ser. A mí las etiquetas no me importan porque no soy tan culto, pero lo que sí podemos decir es que “es verdad”.
¿Qué es lo más desgastante de filmar una serie como Un Gallo para Esculapio?
LL: Te digo la verdad. Yo llegué a filos con el hilo de plata, en donde podía elegir mal.
PL: Sí, yo también. Y tuvimos días muy hostiles, largos, fríos. Escenas muy difíciles, nuevas y transiciones para nada fáciles. Una verdadera montaña rusa. Pero también te va matando llegar a tu casa a las 7 de la mañana todos los días.
LL: Mucho tiempo. Te iban a buscar a tu casa a las 4 de la tarde y volvías entre las 5 y 7 de la mañana. Yo me acuerdo que llegaba 5.30 o 6, cenaba a las 7, me acostaba y me levantaba as las 4 de la tarde. Es mucho tiempo y llegó un momento en el que yo lloraba por cualquier cosa. Me había convertido en un canal, en donde todo pasa de largo.
PL: Muy física fue también. De hecho fue hasta más física que la primera.
LL: Lo loco es que no parece.
PL: No parece, pero los primeros capítulos yo me la pasé haciendo cosas físicas. Que está buenísimo, cuentan muchísimo y todos los personajes lo tienen, pero se va algo más bruto, de la nada entra realmente en ese conurbano profundo.
LL: Yo lo llamo “Blade Runner del Conurbano“. Ves caminando a los personajes con esos foquitos y en esos lugares que te preguntás “¿Dónde carajo fueron?“. Y eso es otra cosa extraordinaria. La estética de Un Gallo para Esculapio es alucinante. Es tan sabio lo que se buscó, esa idea de que eso sucede en cualquier lugar del mundo pero sucede acá. Porque acá también existe ese lugar que es la “nada”, que es el barro, que es la curva de la “nada”. Una curva que es la “nada”. Que no había “nada”. Y esa “nada” es la parte heavy que te tenés que bancar. Estabas a las 5 de la mañana en la “nada” y después lo ves y decís “La puta que te parió guacho”.
PL: Es que lo que hace Bruno con los planos es increíble. Es realmente un artista.
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Un gallo para esculapio puede verse todos los miércoles a las 23h por Warner Channel.