Promesa cumplida
Veinticinco años después de que Laura Palmer dijo que nos íbamos a volver a ver, David Lynch cumple con su palabra, porque al parecer ni una cabeza borradora funcionó para quitar aquel pequeño pueblo lleno de árboles de su mente, abetos que crecen en la tierra al costado de una carretera perdida y sirven de techo para que la luna no vea las cosas que suceden en sus bosques. Pero cuando la luna no ve, los búhos abren aún más los ojos y nunca son lo que parecen. Se corre de nuevo la cortina y nos muestra de nuevo el mundo particular de Lynch, esta vez con la responsabilidad de encargarse de todos los capítulos, prometiendo más una película de dieciocho horas cercana a su Imperio que una mezcolanza con la telenovela televisiva. Porque los ojos celestes de una joven hermosa detrás de una vitrina con una corona que ilustra su sonrisa quedaron en la memoria de miles de fanáticos atormentados. Lo que separa a jóvenes tan diferentes, a la vida y a la muerte, al sueño y a la realidad, a uno con otro, porque siempre es el uno y el otro, a la luz y a la oscuridad, al deseo y a la represión, al cine y la televisión. El otro es un tema más que retratado en la filmografía de Lynch. Como si al fin y al cabo Lynch se hubiese pasado el resto de su vida filmando la misma idea, haciendo dibujos diferentes de personas diferentes que a la vez son iguales físicamente pero la otredad llega al paroxismo cuando se mira con ojos de búho. Porque en las historias de Lynch la oscuridad se hace presente de una manera más que impactante, porque la oscuridad tiembla y rompe los espejos que permiten la separación de un mundo con el otro pero con el estallido del vidrio lo indiscernible se presenta y eso nos confunde, eso nos intriga, eso nos alienta y queremos un poco más de ese pedacito de pesadilla.
La estructura de lo que fue después y antes
Como si hoy es mañana y mañana es ayer, la cronología de Twin Peaks se presentó de la siguiente manera: las primeras dos temporadas primero, luego una precuela a modo de película y ahora veinticinco años después la tercer temporada; como si la película fuera la temporada cero que nos revela un montón de misterios. Otras preguntas esperan sus respuestas con este juego del tiempo, porque Lynch juega con las telarañas de un reloj de arena y le intriga darlo vuelta para ver qué sucede. La precuela Twin Peaks: Fire Walk With Me fue un fracaso comercial en su momento, pero eso no impidió que sea una de las obras fundamentales en la filmografía del director. Con esta nueva temporada, Lynch vuelve a pisar Cannes con Twin Peaks y esta vez es aplaudido, ovacionado hasta las lágrimas sin haber competido por la Palma de Oro como en 1992, esta vez busca revancha pero agrandando la televisión a la pantalla gigante. Lynch se pasea por la alfombra roja mostrando lo que le hizo el reloj a su personaje Gordon Cole en su rostro. La pantalla es el vidrio que separa uno con otro. Pero el tiempo hizo lo suyo y no solo con las arrugas de Lynch, sino que perdimos a David Bowie, que después de su corta y sorpresiva aparición en la película no pudo completar su interpretación del personaje en la serie de hoy. Estaba prometido pero el tiempo es un arma de doble filo y hoy su personaje es solo un comentario, un recuerdo y un anhelo. Un proyecto tan abarcativo como este, donde se juega con el tiempo real y concreto, ya que el cine con mínimos procedimientos puede hacer el paso de veinticinco años con solo un corte, la apuesta es la espera. Una espera similar a lo que pasó este año con Trainspotting 2, dejar envejecer el proyecto para que le salgan arrugas al fílmico y se convierta en digital.
Ante la ley
El reencuentro con el misterio después de aquel final abierto en el que estalla el vidrio, se ve sangre y parece todo una pesadilla (pero no), nos lleva de nuevo al sillón donde la espera de todos estos años se resume al cambio en el cuerpo del agente Cooper, aún con su impecable traje. Al igual que Lynch y o sea, a Gordon Cole, Cooper carga todos estos años en su rostro, pero la pregunta es ¿qué sucedió? Todo el tiempo, ya sea real, o el tiempo onírico, cinematográfico; durante todo el tiempo transcurrido el protagonista pareció haberse quedado así cumpliendo la promesa que salía de una Laura Palmer joven -ahora mayor-. El tiempo hace lo suyo en cualquier dimensión y la intriga cada vez es más eficiente cuando vemos más, porque mientras más pasan las imágenes menos entendemos y eso nos lleva de nuevo al terreno donde Lynch mejor juega: lo que no se puede distinguir. Vemos otro Cooper, más parecido a Bob, vemos otro Cooper, otra vez el otro. Una de las películas favoritas de David Lynch siempre fue Persona de Ingmar Bergman, una película que define la filmografía y el estilo lyncheano, pero es solo una de las tantas partes que tiene el director sueco habiendo dirigido más de cincuenta películas. Hay una escena en La hora del lobo donde un personaje mira el reloj y deja pasar un minuto sintiendo el peso del tiempo, fijate que dura un montón, dice soñoliento, sumergido en un sueño que se parece a la realidad. Ese minuto que pesa un montón se equipara a las preguntas sin respuestas, por ahora, porque la tensión de querer ir más al fondo, de reunir los vidrios del espejo y volver a ver lo otro, hace que el tiempo no pase. ¿Cuánto pesaron los segundos del agente Cooper sentado?
La extrañeza del absurdo
Porque pensar en lo que no se puede distinguir bien, no tiene solo que ver con la vigilia y el sueño, sino que también a grandes rasgos Twin Peaks es una hibridación entre lo turbio y extraño de un sueño, con la clásica telenovela de televisión. Esos enredos absurdos de los personajes ganaron el cariño de la gente y la gente se fue del pueblo pero ellos quedaron. De a poco van apareciendo sus habitantes y otros se esconden para mantener el misterio. La señora del leño está muy débil, ya sin cabello pero su tronco está entero y vuelve a hablar. Esa debilidad nos recuerda la muerte de la actriz, ella fue otra víctima del tiempo, al igual que Bowie o Jack Nance, quien hacía el personaje de Pete en la serie y colaboró en varias películas del director pero su papel en Eraserhead va a ser siempre una perla extraña en la historia del cine. Estos son los riesgos a tal grande apuesta: la vida es finita como la cortina que separa el bosque del misterio. Porque en la serie se ve un lado que no se ve en sus películas, se ve el humor detrás de lo extraño, o delante, no importa de qué lado estamos, lo importante es que una vez más estamos entre uno y otro. Lynch no dirigió todos los capítulos de la serie, solo los mejores, pero no podemos dejar a un lado todas las intervenciones que tuvieron los más variados directores de televisión metiendo mano en el proyecto, donde por momentos la comisaría del pueblo no se alejaba mucho de los estudios de Canal 13. Pero esta mezcla se vuelve interesante teniendo a Lynch de referente, sino sería una telenovela más. Lynch pone su sello en todo lo que toca, salvo por un par de proyectos donde se le fue de las manos por culpa de los productores. Dune es el ejemplo perfecto, aunque aquel proyecto fallido sirvió para unir la dupla de amigos del agente Gordon, con el agente Cooper, ya que es ahí donde comienza Kyle MacLachlan a trabajar con David Lynch, para luego hacer la sí consagrada Terciopelo Azul. Estas idas y vueltas en la producción de las primeras temporadas de Twin Peaks ya no es un problema porque ahora Lynch vuelve con todo y se va a encargar de todo y a la parecer está en uno de sus mejores momentos ya que estas primeras cuatro entregas que son tituladas como su regreso mantiene su pincelada en el cuadro. ¿Será un sueño constante o una pesadilla en la vida real?
Volver a salir del bosque
El recorrido por esas rutas que te llevan de los bosques al pueblo, donde reina la oscuridad pero también la amabilidad, la empatía y el valor, volver a entrar a los lugares donde los personajes viven: la cafetería, el bar, el hotel, la escuela, las casas parecidas unas a otras. Recorrer Twin Peaks otra vez pero esta vez más expandido, llevar Twin Peaks por otras partes de Estados Unidos y esto expande el problema, expande su oscuridad, la misma de aquel lugar donde el recorrido termina que es detrás de la cortina roja, una sala de la cual no se puede salir. Las pequeñas apariciones emocionan porque todo espectador que comprende esos veinticinco años que pasaron para los personajes comprenden que pasaron también para los actores y entonces para ellos también. Una nostalgia que se disipa en la niebla.