Sr. lector, es imposible pensar cuando uno está escribiendo artículos como éste, que la gente va a ir a ver una obra solo porque esté escrito acá, porque un completo extraño se la esté recomendando.
Uno va más bien porque lo invitan, porque le queda cerca, porque tiene un 2 x 1 de la factura del gas y escuchó hablar de esa obra “ahh, sí, me suena… La omisión de la Familia Coleman… ¿quién me la recomendó?” y si, además de eso, consigue que el frío no lo detenga, que la computadora no lo demore, que su amado/a esté de humor, y todas las fuerzas necesarias para cruzar la capital para ir a ver una obra de teatro…
Entonces si la persona supera todos esos obstáculos, estamos ante una persona muy especial, una que definitivamente no necesita que el diario o una página web le recomienden qué hacer un domingo, seguramente una persona con muchos planes y amigos, y gustos muy definidos …
Así que poco importa si yo dijera que la omisión de la familia Coleman es una buena obra de teatro, que es un poco cara pero hay muchos descuentos y que si no coincidís en ninguno de los bancos o servicios que ofrecen beneficios sencillamente llamás al complejo La Plaza y preguntás -claro que sí dígame su mail y le envío un dos por uno – te contestan.
Y entonces podés ver la obra en una sala bastante linda, y gozás esa sensación extrañísima que produce en un primer momento el teatro, cuando personas de carne y hueso al lado tuyo se mueven y hablan de manera completamente diferente, actuando ajenos al mundo real como si nadie los mirara.
Antes de eso decía que hay que aclarar que la obra es de humor negro, porque ahora parece que hay que aclarar cuando las cosas son de humor negro. La dirige Claudio Tolcachir, lo cual tiene la doble ventaja de ser un gran director, y poseer un apellido altamente memorable, lo que nos garantizará poder incluirlo en alguna conversación y quedar muy bien en un evento social.
Además la obra cumple diez años en cartel y se despide, y no parece ser precisamente de esas obras que estén despidiéndose por varios varios años. Si no te apurás ya no vas a poder verla.
Un consejo (el último, perdón, ya me retiro) en este tipo de obras, que aunque atraen, al principio hay una tensión unas ganas como de reírse pero no se sabe bien si corresponde reírse o no porque la situación es dramática y entonces uno cree que por ahí quedaría mal que se ría y después a medida que avanza la obra va entendiendo que no pasa nada, que era para reírse, y entonces se va a aflojando y todos ríen, y después empiezan a reír más. Bueno, el consejo era éste, suelte una carcajada de entrada, y entonces ya estará disfrutando desde el primer momento de La omisión de la familia Coleman, y sacándole el máximo jugo a la entrada que pagó.