¿Qué quedaría en el mundo tras una hecatombe? ¿Quiénes serían los supervivientes al apocalipsis? Se tiende a pensar que ese espacio detenido, ese orificio en el tiempo, funcionaría como una vacuola: resistente contra la pérdida, potencial órgano en formación. Pero en Mundo imaginario, creación del colectivo Revolución arte, no cabe esa posibilidad. El mundo que presenta no es otro, es distinto. Los preceptos sociales siguen vigentes, tal y como habrían sido creados; la imaginación no borra ni pierde, únicamente puede escapar transformando lo conocido. Y es que en este mundo, lo nuevo son los objetos antes perdidos. Esos objetos irrecuperables en un mundo preapocalíptico son, paradójicamente, los protagonistas de esta obra.
Sofía Lino (Argentina) y José Luis Jara (Perú) sacuden al espectador con imágenes arquetípicas atonales y disfuncionales. La estética bordea lo absurdo y codicia la Commedia dell’Arte, nacida en Italia a mediados del siglo XVI. Los altibajos anímicos se manifiestan mediante el uso de máscaras y movimientos exacerbados, curvas corpóreas trazadas en el espacio escénico. Incluso lo siniestro (elemento presente en la Commedia dell’Arte) hace su irrupción desde la trama, que ensalza la panorámica visual con un guion que barre lo familiar y lo esconde tras montañas de basura. La montaña y la basura se convierten, de hecho, en nombres propios que adquieren los intérpretes en la obra.
Otro elemento prestado del teatro italiano de mayor influencia es la improvisación. Mundo imaginario trabaja con el público y lo hace partícipe para generar un intercambio de tipo didáctico-horizontal, que tiene como finalidad la integración de todas las personas presentes, incluidos los actores, y la habilitación a una posterior intervención artística del público si así lo quisiesen. Así como supuestamente la Commedia dell’Arte devino en diversas propuestas teatrales en la modernidad –todas en contra del naturalismo y en busca de un realismo “más real”– el teatro actual se suele afirmar sobre un sólido conglomerado de elementos e ideas arropadas bajo poéticas y corrientes estéticas tan distintas como opuestas. Es el caso de esta obra. Y no es esto sino un halago, pues el poder erigir una representación donde el absurdo, la comedia vulgar (respetando el momento histórico-social en que tuvo lugar la Commedia dell’Arte), el circo y, finalmente, el teatro didáctico puedan converger y fundirse como un caleidoscopio es una apuesta ya experimentada pero pocas veces satisfactoria.
En Mundo imaginario la comedia está completamente supeditada a la capacidad creadora del actor y al teatro como práctica política: el actor tiene conciencia de clase y entiende al teatro como un instrumento. El simbolismo presente en los 35 minutos aproximados de representación es lo permite una entrada ligera, disfrutable, accesible para todo público y anti propagandista. Éste se percibe figurado en sátiras e hipérboles; asimismo en la intencionada alegoría a los sueños mediante muecas gigantescas, sonidos estrambóticos, cantos sagrados, colores saturados, y un mundo fantástico, que no es por eso menos real sino, pos apocalíptico.
Los personajes toman la forma del arlequín: camaleónicos, con cuerpos dóciles y mutables, con movimientos ágiles y muecas estrafalarias. La imaginación es la raíz de Mundo imaginario, como lo indica su nombre. Pero en esta ocasión pareciera estar adosada no solo al elemento lúdico; éste, a su vez, lo está a lo onírico y a la infancia. Lo onírico aparece en lo plástico, lo lúdico en la trama y en la disposición que le concede al público la oportunidad de que éste no sea sólo espectador, la infancia en los diálogos, en la entonación de las voces y en un elemento extrínseco a la obra: la representación exige al espectador ser niño; mirar con ojos desnudos, desperdigados e ingeniosos. Los supervivientes al apocalipsis necesariamente deben tener estas cualidades. Finalmente, no se trata aquí de otra cosa que de reciclar las montañas de basura y hacer con ello un nuevo mundo.
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Colectivo Revolución arte, integrado temporariamente por Sofía Lino y José Luis Jara, estará presentando Mundo imaginario, y una obra de títeres, llamada Lulucha, que es una adaptación al teatro de En alta mar, cuento de Slawomir Mrozek, donde se retratan situaciones cotidianas llevadas a su extremo; situaciones límites donde la contradicción es la premisa que flota y exacerba el delirio, poniendo a prueba a los personajes. La progresión de la obra irá al compás de las preguntas y del juego, como métodos posibilitadores a nuevas interpelaciones del entorno social actual.
Estarán en Mar del Plata, en el Centro Cultural El séptimo fuego (Bolívar 3675, Mar del Plata). Mundo imaginario el 16 de marzo a las 21hs. y Lulucha el 17 a las 21hs.
En Buenos Aires se presentarán en el Espacio Cultural Despierta (Av. Federico Lacroze 3578): Mundo imaginario el 23 de marzo a las 21.30hs y Lulucha el 25 a las 19hs. Entrada: $70.