#SátiraNocturna #03
Cocó @bolchevixen escribió el libro de listas “Diez razones por las cuales usted debe tener este libro” (Llanto de Mudo, 2015). Fue editora de la revista Dadá Mini. Publicó en Anfibia, La Curandera, Ohlalá, Último Round. Hace canciones, escribe en su diario y practica natación.
Después de un cumpleaños de 30, llegué a una fiesta a donde estaba S con la cara llena de purpurina. Eran cuatro más o menos los que, en una especie de performance, le sacaban la corbata, el saco y la camisa. S estiraba los brazos y jugaba a ser un Adonis atajando una guinda de rugby en un scrum torpe y sensual. El reemplazo del sentido del humor por una exaltación genital. Me aburrieron.
Ergo, me convertí en una señora que nunca se sacó el tapado ni se soltó el rodete, una testigo ocular y no participante. También fui la depositaria de consejos de maternidad sin tener ni un solo hijo, ni siquiera un perro. Le pregunté a S si después de los 40 hay un revival de la adolescencia. Era una intriga, a la vez que una crítica disfrazada de pregunta etnográfica.
A veces sueño con esa escena en la que se prenden fuego los trajes y lo despierto de la resaca para salvarlo del incendio. Eso pasó de verdad y la que lo salvó no fui yo. Todas las veces me gustaría cambiar la historia pero los hechos son inamovibles. Es decir: están hechos, lo dice su propio nombre. Entonces en mi afán por buscar la verdad, encuentro fisuras por donde se cuela ese otro afán que arruina esa primera búsqueda, la fundante, y ese afán me explica que el curso de las cosas puede adaptarse a nuestra visión y a nuestras expectativas. Es peligroso. Así se escribe la historia y así la conocemos. Estamos a merced de las buenas intenciones de los que la escriben. Ya no confío en mi propia capacidad de ser testigo, o de ser periodista, que es una consecuencia de lo primero.
El sábado asistí con ilusión a la conversión de una otrora verdulería en Constitución que estaba abierta hasta cualquier hora, atendida a veces por los hijos niños de los dueños, al lado del lugar a donde S dormía cuando se incendiaron los trajes. Ahora es un punto de reunión contra la explotación y la trata de personas. Santiago del Estero casi pasaje Ciudadela. Es una esperanza. Adentro estaba lleno de gente y había carteles de Ni Una Menos. En la esquina, a unos metros de ahí, las chicas venden de todo y nos saludan a los gritos con la cara llena de purpurina.
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Foto: Dina Cantoni