#AmorEInternet #04
Malén Denis es @malendenis (1989). Publicó los libros de poesía Con una remera de Sonic Youth (2009), Buscar drogas en Wikipedia (2014) y Un gran incendio de vidrios (2017) por Nulú Bonsai. Trabaja en Futurock.fm donde hace una columna diaria de cultura en #ALosBotes. Desde el 2015 dicta el taller “Escritura e intimidad”.
Recientemente descubrí el origen de todos los males del universo, sí, lo hice. Agarrate Nietzsche, agarrate Hannah Arendt. Acá vengo yo con la única respuesta que los seres humanos necesitábamos. El mal es una entidad, sí. El mal es un conjunto de empresas, claro. El origen de todos los males es Hollywood, más específicamente el género de la comedia romántica.
Las películas más livianas son las más peligrosas. Básicamente porque las vemos sin contemplar su bajada política, su exaltación sobre la única manera posible de amar que proponen, que es monógama, heterosexual y en cuerpos hegemónicos.
El demonio es Meg Ryan. Esa rubia ojos de cristal. Esa rubia cara de ángel. Ella me cagó la vida, y estoy segura que a vos también. Pero “¿cómo?”, te estarás preguntando. ¿Cómo hizo Meg Ryan para arruinarme? Haciendo películas entrañables y satánicas. Hermosas y crueles. Meg Ryan fue Kathleen Kelly en Tienes un E-mail.
La cosa es más o menos así: ella es sencilla e inmaculada, usa pañuelos de tela, viste twin sets. Tiene una librería con mobiliario antiguo especializada en libros para niños y todos los días camina por el Upper Manhattan (la parte cheta de la ciudad más cheta del mundo) las cuadras que la separan de su trabajo ideal. Tiene dos empleados y una contadora muy vieja que tuvo un romance con Franco en España. Sale con un periodista demócrata y fetichista (colecciona máquinas de escribir) con el cual comparten poco aunque, en principio, no lo tienen tan en claro. Él de todos modos no nos importa tanto porque THE ONE será otro -ya hablaremos en otra ocasión de la bazofia ridícula de la idea de que hay un amor único y correcto que es perfecto-.
Él es millonario por ser hijo de. Es heredero de una cadena de librerías, algo así como un Starbucks pero de libros. Tiene un yate, va al gym, come caviar y, si bien es Tom Hanks, a juzgar por la interacción de las mujeres con él, tiene alguna clase de encanto o atractivo, a pesar de ser un pedante.
Twin set y el hijo del empresario se conocen por mail, aman Nueva York en la primavera y se están enamorando hasta que él descubre que ella es su enemiga absoluta. Mentira de por medio comienza la trama donde él juega a irritarla en persona hasta el punto en el cual ambos se enamoran. Todo culmina en un beso en el Central Park y una cámara que se aleja. ¿Cómo alguien que te lleva a la bancarrota y que te trata mal puede ser el amor de tu vida? ¿De dónde sacamos que eso está bien?
Las películas que más trastocan el verosímil de nuestra propia realidad son las que consumimos sin pensar. Es como subestimar la birra en verano y terminar sin poder levantarte de la mesa porque te caés. Cuando vemos esta clase de película no estamos pensando en que nos está inculcando algo, las vemos simplemente y, ALERTA, nos la están poniendo hasta el fondo sin consentimiento.
Las comedias románticas nos han violado por años, nos han arruinado. Por estas películas yo pensé que existía algo así como amar sin saberlo y leer pequeñas señales, esa ridiculez de amar a un amigo y no decirlo pensando que se va a solucionar mágicamente con una declaración grandilocuente y cortina musical; por películas como éstas pensamos que una persecusión es un gesto de amor, por esta película en particular yo pensé que era buena idea tener un novio por internet. Spoiler: no es buena idea tener un novio virtual, jamás. Menos si viven en la misma ciudad, menos si se conocen. Algo te tiene hacer ruido, amiga, si estás teniendo una relación con alguien que no te puede ver nunca, alguien que te dice te amo sin siquiera haber garchado. El chat es mágico, no voy a negar que tener alguien para charlar es hermoso. Pero no va a terminar con un beso en el Central Park si empieza con un “Hola bebé” por chat de Facebook. Y no, aunque uses pañuelos de tela, no sos Meg Ryan y Diego, Juan, Martín o cómo se llame, no es Tom Hanks. Pero, sobre todo, nada es real si no es real.