Es común que el monstruo principal sobreviva al final de la película de terror. Casi siempre regresa y atormenta a los protagonistas, como una maldición que no tiene fin. Algo parecido le sucede a la pintura: durante décadas fue sentenciada a muerte. Se pensaba que ya no tenía nada más para aportar, que era obsoleta. Pero siempre regresó, mucho más fuerte y renovada. No importan los cambios en el arte, la pintura avanza cual criatura que no puede dejar cabos sueltos. La artista argentina Ornella Pocetti reivindica a la pintura como un lenguaje sensual, pero también siniestro.
Pocetti nació en Buenos Aires en 1991. Estudió la Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y asistió a diversas clínicas y talleres. Pero su maestra preferida siempre fue Internet. Ahí encontró todo lo que necesitaba: imágenes de las pinturas clásicas y libros que la ayuden a reflexionar sobre su práctica. Se considera una persona que se aburre fácilmente, pero que se entusiasma mucho con aquello que capta su atención. Sus lenguajes preferidos son la pintura y la cerámica, pero la música fue otra fuente de inspiración importante. Después de todo, uno de sus trabajos más reconocidos quizás sea el arte de tapa del disco Post mortem de Dillom que creó junto a Marcelo Canevari.
Ornella pinta paisajes donde pareciera que el terror y la sensualidad están al acecho. El terror aparece bajo la forma de bosques malditos. Hay árboles donde el verde más que ser un conjunto de hojas se transforma en una niebla espesa que abre las puertas a otro mundo, a un lugar del que no se puede volver. “Mis influencias surgen en su mayoría del cine y la literatura de terror y de ciencia ficción -cuenta en conversación con Indie Hoy-. Casi todas las noches veo alguna peli de terror, mi género preferido”.
En la novela de Mariana Enriquez, Nuestra parte de noche, hay un espacio prohibido llamado “el otro lado”, un territorio donde habita un demonio con grandes poderes. Solo se puede estar por un tiempo determinado, de lo contrario uno corre el riesgo de quedar atrapado ahí para siempre. Se podría comparar a los bosques de Pocetti con ese universo sobrenatural que propone Enriquez: una garra negra que emerge del río, una mujer desnuda cubierta en lágrimas, un espejo que refleja una cabeza cortada. “En este momento las escritoras que me interesan son Joyce Carol Oates y Julia Armfield -aclara la artista-. Hace un tiempo estoy haciendo una serie de trabajos sobre un libro de Barbara Creed que relaciona películas, el rol de las feminidades, la teoría de Freud y Julia Kristeva”.
La sensualidad aparece representada en mujeres desnudas y sin rostro, con manos negras y los pies envueltos en venas rojas. Algunas expulsan perlas de su interior. El bosque es el lugar donde se reúnen estas criaturas que remiten a las furias, monstruos mitológicos que aplicaban castigos divinos contra los que cometían malas acciones. Las furias de Pocetti recuerdan a las brujas salidas de la película de Dario Argento, Suspiria, y a la ninfa dorada del corto “Jibaro” de la antología Love, Death and Robots de Netflix. Son mujeres que seducen para luego matar.
“Muchas de mis pinturas están influenciadas por películas. Me interesa lograr un tipo de clima o una atmósfera acompañada de una escena”, cuenta Pocetti. Las obras remiten a un imaginario audiovisual que podría encontrar raíz en la serie Twin Peaks o en películas como Under the Skin. La elegancia en el diseño de los cuerpos y el clima general de fantasía podrían tener un vínculo con las canciones del dúo puertorriqueño Buscabulla. Sobre esto, agrega: “Suelo pintar con soundtracks de pelis de fondo, como algunos de la banda Goblin. Los estoy escuchando ahora y me encantan”.
En 2021, cuando Pocetti y Canevari fueron convocados para realizar el arte del disco debut de Dillom, la colaboración derivó en una tapa que se distancia de la estética de los discos de trap y propone una imagen que remite a un cuento, a la fantasía autobiográfica del joven cantante. Los artistas escucharon varias veces el disco y descubrieron canciones donde Dillom se entrega a la ternura, la oscuridad y la furia. En base a esto crearon una pintura que ahora es icónica y recorre Internet.
“Post mortem tiene una estética de slasher más oscura con mezcla de elementos lúdicos, infantiles y luminosos -comenta Pocetti-. Creo que la obra de Marcelo y la mía combinan bien estos items”. Ambos artistas tienen una predilección por la naturaleza, la creación de personajes fantásticos. Con su trabajo, el dúo acercó a la pintura a jóvenes que tal vez no tengan un contacto tan fluido con dicho lenguaje. “El proceso fue muy divertido, pero ambos estábamos con otros proyectos en simultáneo así que fue a las corridas. Por suerte salió bien y al equipo y a Dillom les gustó”.
Ornella Pocetti es una artista que busca generar intrigas y preguntas que nunca encuentran respuesta. En algunas de sus pinturas aparece la serpiente, símbolo cristiano de la desobediencia femenina. Como muchas otras mujeres que se dedicaron a la pintura, hay un germen de desobediencia en su práctica: la artista no pinta paisajes bellos ni calmos, sino territorios de disputa entre las fantasías y las pesadillas.