Ti West entregó la esperada tercera parte de su trilogía X. MaXXXine llegó a los cines en una temporada en la que los espectadores se preparan para recibir fuertes promesas del terror: Longlegs, La trampa, la argentina El escuerzo, entre otras. MaXXXine se presenta con el mismo ímpetu soberbio y avasallante de su protagonista: el film no pierde tiempo en escenas innecesarias, ofrece una narración compacta y en la que todos los cabos cierran. Además, exhibe los hilos narrativos que la unen a las dos películas anteriores, X y Pearl.
Mia Goth es la protagonista de las tres. Como en la era dorada del star system de Hollywood, aún previa a la noción de cine de autor, esta es más la película de Goth que de West. Su omnipresencia en todos los films y su apropiación de los papeles de Pearl y Maxine Minx la convierten en la esencia explosiva de esta trilogía: una mujer que sueña -y puede enloquecer- con conseguir la fama y convertirse en una estrella de cine. “No voy a aceptar una vida que no merezco”, repiten todos sus personajes con una expresión tan convencida como aterradora.
MaXXXine se sitúa en el Hollywood de 1985, en pleno mandato de Ronald Reagan y la consecuente ebullición de grupos conservadores. Además, se contextualiza en el florecimiento del cine mainstream estadounidense y la potencia comercial del cine slasher, mientras la industria porno también se encuentra en una época de bonanza. En los furiosos años 80 conviven la cocaína, el culto a la belleza, la explosión de los videoclubes, el sueño americano que se sostiene por un presidente conservador que busca revalorizar la institución de la familia en medio de una sociedad devastada pero enardecida por el optimismo y un Hollywood que se dedica a sostenerlo.
West logra que su película haga explotar este cóctel en la mirada del espectador y traza la historia de su protagonista paralela a la Historia del cine, una operación muy similar a la de Quentin Tarantino en Érase una vez en Hollywood -de hecho sus clímax se parecen mucho en cuanto a locaciones y narrativas-. Para un espectador que busca solo el entretenimiento, MaXXXine podrá parecer una película acerca de un asesino anónimo y una chica que hace todo para escapar de él mientras las personas a su alrededor caen como moscas.
Sin embargo, para las audiencias avezadas en cine de terror, esta película es una verdadera declaración sobre el cine de género. En primer lugar, parece que estamos frente a una recreación del slasher ochentero, pero lo cierto es que la película de West está más cerca del giallo italiano: el asesino anónimo lleva guantes negros, usa la típica arma blanca y hay música incidental discordante que parece sacada de un film de Dario Argento.
Así como en X el director homenajea a La masacre de Texas y parece unirse a la discusión de si este es el primer slasher, en MaXXXine parece cambiar de opinión y se ubica a Psicosis como la película que inició el rollo de los asesinos “disfrazados” que atacan con cuchillos. En lo que respecta a su homenaje al giallo, al slasher y a la década del 80, es clave la inclusión de Kevin Bacon, quien tiene Viernes 13 como una de las primeras películas de su filmografía y luego sería la estrella de Footlose. En este sentido, el film es un claro ejemplo de que nos encontramos en la “era de las referencias”, en la que el gran parte del cine actual presenta al espectador easter eggs y elementos pertenecientes a otras obras de la cultura popular a modo de declaración. La sobreabundancia de referencias que habitan y conviven en MaXXXine son un manifiesto de West a la hora de presentar en qué tradición del cine y la cultura se inscribe su película.
West nos lleva hasta la icónica mansión Bates del clásico de Alfred Hitchcock y hace que su protagonista ingrese a este set. Tampoco se priva de incluir escenas gore, historia de sectas y muertes memorables. Finalmente, ensaya una suerte de teoría que emparenta al terror y al cine porno, esos géneros que hacen ganar millones a la industria pero que paradójicamente circulan por los márgenes, esas películas que no incluyen estrellas de primera línea y parecen ser las responsables de la intoxicación de una sociedad que no puede esconder su corrupción.
Maxine Minx encarna todo eso y decide no aceptar su lugar en el “under”, sino todo lo contrario: salir del anonimato cruzando cualquier límite y pagando cualquier costo para ubicarse justo en frente de los reflectores. Nuestra protagonista es una despiadada y sexy individualista que llega hasta lo más alto de las colinas de Hollywood para mostrar su determinación y su sangre fría, condimentos que la industria considera indispensables para llegar a la cima.