A principios de diciembre de 2001, el panorama social y económico de Argentina estaba dando sus últimos pasos hacia el estallido que conllevaría saqueos masivos, represión y un presidente escapando de la Casa Rosada en helicóptero. En aquellos tiempos, darse a la tarea de encontrar un bar para tocar en Puerto Madryn era una misión casi imposible porque habían pocos, y además, no eran aptos para todo público. Por esa razón, una tarde el adolescente Aaron Marshall y su banda de aquel entonces decidieron tender algunos alargues desde la casa de su familia hasta el monumento a Don Quijote de la Mancha de la plazoleta que se ubica en frente y tocar. Ese día quedó marcado en la mente de Aaron como un “hazlo tú mismo” en estado puro.
El artista chubutense curtió la música desde muy chiquito, sobre todo porque su padre es un DJ de la escuela de los 80 y 90 a quien define como un “melómano de profesión”. Es que uno de los primeros encuentros con la música fue la vez que le regaló el CD de Fabrico cuero, el clásico debut de Illya Kuryaki and the Valderramas. Esa tapa en la que Dante y Emmanuel posan sexys en el campo delante de unas vacas, así como las letras sobre jubilados violentos y chicos que no van a la escuela, fueron motivo suficiente para que Aaron se dijera que algún día iba a hacer lo mismo.
Así fue como se adentró en el mundo de la percusión y pasó de golpear ollas, platos y otros utensilios de cocina a tomar clases de batería de verdad. Cuando se dio cuenta que le iba costar mucho comprarse una, comenzó a estudiar bajo de manera autodidacta, practicando con una guitarra criolla desafinada. “Mis primeros pasos hacia el punk rock”, cuenta con una sonrisa en conversación con Indie Hoy.
De hecho, en el presente Aaron autodefine su etapa solista como “un mestizaje entre el punk de garage, el hardcore del dub y el lo-fi de cassette regrabado sobre otro cassette”. No es una casualidad que la mayoría de sus canciones duren menos de dos minutos. “Es una premisa que nace del movimiento hardcore, ser conciso y directo, inspirado por bandas como Minutemen, Amoeba y Black Flag, entre otras”, explica Marshall.
Esa mezcla que lo conforma como artista también tuvo su estallido en la adolescencia, en los largos veranos -“los mejores de mi vida”- que pasaba a la orilla de las playas de Madryn tomando sol. Es que era el momento en que las bandas internacionales salían de gira y pasaban a tocar por la ciudad. Es así que Aaron vio desfilar por el sur argentino a decenas de artistas que van desde 2 Minutos, Boom Boom Kid y Las Manos de Filippi, hasta Los Auténticos Decadentes, Los Pericos y Kapanga, entre otros.
Entonces Aaron creció nutrido de influencias musicales variadas, algo a lo que terminó de darle forma cuando se mudó a La Plata para estudiar la Tecnicatura en Sonido y Grabación de el instituto EMU Educación Musical, a pocas cuadras de plaza Moreno. Según él, era un momento donde todavía se sentía un clima post Cromañón, donde habían “muchas bandas para ver, muchos sellos independientes que escuchar y muchas casas culturales que conocer”.
A las dos semanas se unió a Los Moretones, una agrupación con un sonido beat al mejor estilo de los años 60 con la que pocos días después dieron su primer recital. Luego de eso se animó a cursar la Licenciatura en Música Popular de la Universidad Nacional de La Plata, pero solo duró un año hasta que se tuvo que dedicar a trabajar.
Sin embargo, Aaron tenía decidido estudiar cine desde que vio la película Laberinto de Jim Henson cuando todavía era un niño. El problema era que conocía gente que cursaba esa carrera tanto en universidades públicas como en privadas y sabía lo costoso que era ponerlo en práctica. A pesar de haber dejado ese sueño atrás, en sus obras mezcla la comedia, el suspenso, el terror y lo absurdo. El mismo Marshall admite que disfruta mucho de “la incertidumbre de que ocurra lo inesperado”.
Uno de los ejemplos más claros de la influencia del cine es “Matraca”, canción que aparece en Bronco-Apático, su EP publicado en 2023 con la colaboración de Marcial Cambiaggio de Delfines Entrenados Para Matar, banda para la que Marshall dirigió videoclips. La letra es el resultado de las pesadillas que el artista tuvo después de ver apenas diez segundos de la película Nosferatu en su infancia. “No pude pegar un ojo en una semana, y cuando me quedaba dormido se me aparecía el vampiro, ¡fuera a donde fuera!”, relata el cantautor.
En “No”, single publicado en 2022, Aaron canta: “Hey, nene será mejor que te enteres que nada te debe más de lo que no dieras vos”, como si alguien le estuviera dando un consejo. Es que la letra intenta poner en la balanza lo que lo que las personas dan y lo que reciben. “Me gusta pensar que es mi versión personal de ‘Si tu eres joven aún, mañana viejo serás’ de El Chavo del 8”, comenta el artista. A este single le sigue “Tirachiche”, un instrumental para el cual el músico se inspiró en Damon Albarn y su forma de interpretar los sonidos de la cultura jamaiquina.
A diferencia de este primer trabajo, Bronco-Apático fue pensado con un concepto que lo engloba todo: desde la música, las letras y la tapa, hasta el infomercial que creó para publicitarlo. Se trata de un disco narrativo con un antes y un después, con un sonido post punk luminoso que poco a poco se va haciendo más oscuro. “Creo que el sonido se dio porque lo compuse mayormente con el bajo, quería que fuera el instrumento conductor. Riffs divertidos y oscuros. Luego agregué las guitarras, pero en una expresión mínima y frita”, explica Aaron. Las tres canciones que lo componen están enlazadas de manera que parecen formar una sola en un intento de indicar que “es todo lo mismo”.
En ese sentido, si bien en un principio el título nació como un simple juego de palabras, el músico define a Bronco-Apático como un ente, una deidad, un monstruo personal, el karma o la mala suerte. “Es romper de un cascotazo el ventanal de ilusión que te habías hecho durante toda tu existencia”, sentencia el músico.
De esa definición se desprende la portada, donde se puede observar el dibujo de un perro mordiendo a alguien que sostiene una gomera. Si bien no fue intencionado, el diseño realizado por Mariel Uncal Scotti hace que parezca una continuación del disco anterior, donde aparece un perro ladrando. En ese aspecto, Marshall explica que, “luego de haber trabajado algún tiempo en la tapa, nos dimos cuenta que en el single anterior también había un perro. Me interesa que la casualidad me permita desarrollar un universo”.
Para las letras del disco, el compositor buscó que tengan “0% amor y 100% existencialismo”, recurriendo también a palabras extrañas y tratando de hacerlas rimar. En esa línea, el disco comienza con “Cucamonga”, canción que parece ser una metáfora de la marihuana y que empieza con la frase “Mutando a matuasto, matando a Malanga. Gedieron Jamaica jalando palanca”.
“Me gustan las metáforas, pero depende del contexto cotidiano como vaya a aplicarlas -cuenta-. Me gusta divagar, la poesía, lo absurdo, inventar palabras o anotar palabras ocurrentes”. En el EP siguen “Matraca” y “Gomera”, donde cuenta una charla con un “guacho chamuyero” que “dice venir robando” de un barrio, a quien “le cabe la trucha” y le “queda canchera la gomera”. “¡Todos tenemos un bolacero en nuestras vidas!”, sentencia Marshall.
Escuchá a Aaron Marshall en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).