La deificación de Fiona Apple en el imaginario colectivo es algo que hoy puede tomarse por sentado, más ahora con el 10/10 de Pitchfork que parece haber dominado la conversación en torno a su arte. Pero Fiona no fue siempre parte del canon, independientemente de que siempre haya merecido integrarlo. Antes de 2012, Apple era vista y tratada, en el mejor de los casos, como apenas una vocalista más, concepto que de entrada hay que destruir: ¿por qué disminuir a la voz como instrumento? ¿por qué el virtuosismo solo importa en instrumentos protuberantes?
En el peor de los casos, la recepción crítica y pública de Fiona fue puro escarnio. Antes de que sea cotidiano conversar al respecto, la franqueza con la que Apple habló sobre violencia sexual era vista como evidencia de que estaba desquiciada. Esto culminó en los MTV Video Music Awards de 1997, donde famosamente aseveró que el mundo es “bullshit.” Luego se la acusó de promover desórdenes alimenticios. Se la sexualizó y ridiculizó por la longitud de sus títulos. Y finalmente llegaron los reduccionismos: se la perfiló mediáticamente como una ninfa trágica, como la respuesta de Sony a Alanis Morissette, como una “Kate Moss con canciones” según palabras de la revista Q.
Como dijo la crítica de música Lindsay Zoladz en un tweet: “No olvidemos que hasta hace quizás ocho años, creer que Fiona Apple era una genio no era una postura crítica aceptada. Es fantástico que hayamos llegado hasta acá pero no dejemos de interrogarnos por qué tomó tanto tiempo.” Si nunca se trata de mérito, ¿por qué Fiona fue tan repentinamente apreciada cuando muchas de sus pares no?
Por un lado, está la periodicidad cada vez más infrecuente de sus discos, que sirvió para construir el mito de Apple como una ermitaña, haciendo que cada uno de sus lanzamientos sea tratado como un evento. Cuando volvió con The Idler Wheel… en 2012, luego de siete años de ausencia, fue recibida por una cultura post-Tumblr con un léxico mucho más desarrollado en cuanto a feminismo y salud mental. Y dado que debutó en la industria siendo tan pero tan niña, Apple todavía era lo suficientemente joven al momento de este eclipse de factores para que sus experiencias no se tornen amenazantes (porque el sexismo en el pop puede estar disipándose, pero el edadismo no). Un fenómeno análogo es el de Lana Del Rey, que comenzó los 2010 siendo una bolsa de boxeo pública y terminó la década como vocera generacional, pese a haberse mantenido bastante impertérrita en su forma de componer. Su evolución creativa no fue tan drástica como la de su recepción, y eso es sintomático de que algo hay. Pero Lana siempre fue buena. Y Fiona Apple siempre fue un diez.
Fetch the Bolt Cutters, el quinto álbum de estudio de Fiona Apple, sí es su salto creativo más drástico; una obra obligada a redefinir cómo percibimos a su autora. El título puede traducirse a “Sacá las cizallas” y fue derivado de un episodio de The Fall, un policial en el que Gillian Anderson encuentra una puerta cerrada en donde yace una chica torturada. Temáticamente, Fetch es sobre romper con nuestras propias cárceles figurativas, así sean auto-impuestas.
Esa liberación se extiende al sonido del disco, lo que puede decepcionar a quienes extrañan el perfeccionismo de estudio de Jon Brion. Apple grabó el disco en y con su casa de Venice Beach, asistida por GarageBand y los talentos de Amy Aileen Wood, David Garza y Sebastian Steinberg, con quienes comparte créditos de producción. Esto resultó en una Fiona Apple que nunca sonó tan descarnada y austera.
Fetch the Bolt Cutters está edificado a partir de batacazos y traqueteos a objetos de entre casa, y el énfasis está puesto en lo percusivo al punto de sonar marcial. Esto acerca al álbum, por un lado, a los mecanismos conceptuales y estéticos de la música concreta. Y por otro a Tom Waits, y su uso sincopado de superficies percusivas extrañas (la más inusual acá es una caja con los huesos de Janet, la pitbull por la que Apple debió cancelar su gira latinoamericana en 2012). Que Fiona haya encontrado tanto sentido en estos sonidos es un triunfo inédito de arreglos. Fetch the Bolt Cutters suena a una obra post-género y evidencia un real esfuerzo por tensar la línea.
The Idler Wheel… representó una instancia de profunda auto-interrogación para Apple, una en la que pudo ahondar sobre su propia salud mental y sus relaciones interpersonales. Su imaginario ansioso se expresaba en la negociación constante entre ganchos melódicos y una turbulencia rítmica de tempos fluctuantes y métricas irregulares. ¿Recuerdan el momento de “Werewolf” en donde el ambiente de niños jugando comienza a sonar y se ensambla perfectamente con la canción, permitiendo una suerte de liberación? Esa es la lógica fundacional de Fetch. El disco suena como si Fiona se hubiese reconciliado con aquel costado que resistía en Idler, y estuviese más cómoda que nunca en su propia piel.
El opener “I Want You to Love Me” afirma cuáles son las prioridades actuales de Fiona Apple. Lejos de rogar que la dejen sola, adoptó una postura cuasi budista a la vida, una más interesada en amar, comulgar con lo trascendental y, por sobre todo, estar en armonía con nuestra impermanencia y con el resto mundo. No es sorpresa que la canción evoque imágenes marinas ni que culmine en un agudo que deviene delfín. “I’ve waited many years,” se introduce Fiona, sellando así el reencuentro con una audiencia más que habituada a la espera. Su línea de piano forma una figura ondulante, que asciende y desciende como las olas. El lugar de “I Want You to Love Me” en la secuencia no es arbitrario: es la más reminiscente a los primeros trabajos de Apple. A partir de ahí, desconcierto. Antes de culminar en una contorsión vocal digna de artistas como Yoko Ono, Diamanda Galás o Meredith Monk, Fiona verbaliza sus intenciones: “Blast the music, bang it, bite it, bruise it.” Las teclas pasarán gradualmente a segundo plano.
El track homónimo del disco es terreno nuevo para la artista, y se sitúa en el límite de disciplinas: combina bajo y ritmos inusuales con spoken word (todo esto sin mencionar los ladridos de perros y maullidos de supermodelos). “Fetch the Bolt Cutters” es el roman-fleuve de Apple: una meditación sobre cómo su auto-percepción, incluso al día de hoy, fue definida por el ostracismo de su adolescencia y el desdén mediático que recibió a lo largo de su carrera. Sin embargo, en ningún instante peca de auto-compasión: “All I could hear was the noise that / People make when they don’t know shit / But I didn’t know that yet.”
En Fetch the Bolt Cutters, Fiona mudó por completo de piel, dejando atrás el arquetipo de chica triste que la acompañó durante When the Pawn… y The Idler Wheel… (si ella titula un disco con un poema, agarrate). Por el contrario, este LP es más sardónico y desafiante, más resiliente que agonizante. “Kick me under the table all you want, I won’t shut up,” entona en “Under the Table”. Por su parte, “Rack of His” suena como la manifestación musical de ese tweet que dijo “self-care is not dating a musician.”
No hay vuelta atrás después de “Relay”, el primer track mayormente percusivo. “Relay” trata sobre el carácter auto-generador del enojo, y se abre paso con potencia apabullante, a fuerza de redoblantes y ritmos afro-cubanos. Acorde al tópico central, estos loops vocales reafirman los ciclos interminables de ira y frustración que las mismas letras describen. Fiel al ethos de la Generación X, Apple no depura ni le pone filtros a su costado más desagradable. Más bien, lista sus resentimientos hasta resolver: “I know if I hate you for hating me / I will have entered the endless race.” Cadenas rotas y el sonido muta.
Otro ejemplo de predominancia rítmica se encuentra en “Newspaper”, donde la narradora se compadece de la nueva novia de su abusador. Los beats de acá recuerdan a The Dreaming, el disco más outré de la aludida Kate Bush. La preponderancia de tambores en la mezcla es el nexo, pero Fiona agrega unos exabruptos aislados de tímpano, confiriendo una nueva urgencia. “Newspaper” es la canción que mejor encajaría espiritualmente en When the Pawn (de hecho, los backing vocals de su hermana repiten una melodía de intervalos muy similares a los que figuran en el estribillo de “To Your Love”). Recién al último minuto comienza a revelarse la armonización, al mismo tiempo que el tempo se acelera.
“Newspaper” es sucedida por “Ladies”, con la cual comparte ciertos ejes temáticos. Es imposible recordar la vida antes de “Ladies”. Tiene una melodía tan eterna y atemporal que se siente como si siempre hubiese existido, quizás como un estándar del Motown de los setentas. Es un cambio de tono en una escucha definida por su irreverencia, pero más que bienvenida en un contexto tan experimental. Apple pinta un paisaje de ensueño, sirviéndose de poco más que wurlitzer, bajo y percusión. Luego de reiterar la palabra titular una veintena de veces, su inflexión vocal se convierte en entrega absoluta. Sucede justo antes de que ingrese el mellotron, y es muy especial. En “Ladies”, Apple admite un interés casi voyeurístico en las novias subsecuentes de su ex, al mismo tiempo en que lamenta la forma en que las mujeres son socialmente puestas a competir. “Mucho de este disco es no dejar que los hombres nos enfrenten entre nosotras para separarnos y que puedan controlar el mensaje,” le explicó a Vulture, como si fuese Hannah Arendt teorizando sobre el anillo de hierro.
Los modos en los que Fiona se vincula con otras mujeres son transversales a Fetch the Bolt Cutters, pero desde un lugar orgánico y sentido, nunca desde uno didacticista, de sloganeering o de condescendencia a los tiempos. Es sobre todo autocrítico. En “Newspaper” denuncia a un hombre que se interpone en su amistad con otra chica. En “Fetch the Bolt Cutters” reconoce que sus intenciones nunca habían sido del todo genuinas. En “Shameika”, Apple rastrea y contextualiza el acoso escolar que sufrió de parte de sus compañeras, pero también celebra cómo logró sobrellevarlo gracias a las palabras de aliento de otra muchacha. Las torrentes de piano que propulsan a “Shameika” son interpretadas frenéticamente, al punto de bordar el jazz, mientras que sus fraseos ostentan un flow casi adyacente al hip hop, un entendimiento absoluto de las posibilidades rítmicas del lenguaje.
Apple también tiene un entendimiento claro de los modos en que el medio es el mensaje y la forma puede emular el contenido. Igualmente emparejadas en la secuencia se encuentran “Heavy Balloon” y “Cosmonauts”, dos canciones que utilizan metáforas aéreas con diferentes intenciones. La pantanosa “Balloon” aborda la depresión, y explora las maneras en que esta enfermedad, sea situacional o crónica, puede ser un lugar de comodidad. Vocalmente, el contralto ronco de Fiona, en conjunto al bajo funk, bajan a tierra los agudos del fondo. En “Cosmonauts”, Fiona interroga la plausibilidad de la monogamia, sonorizando la metáfora espacial mediante un estribillo de wurlitzer y voces ascendentes.
Un suspiro de resignación anuncia la llegada de la brutal “For Her”, quizás el punto más alto en una cordillera de momentos altos. Se edifica sobre no más que voces y percusión, como si fuese una versión terrible y demencial de “Hot Knife”, y recorre cuatro secciones distintas, cada una meritoria de su propia canción. “For Her” nació de la ira que despertaron en su autora los casos Kavanaugh-Weinstein (“Never showing weakness unless it’s awards’ season / It’s the season of the ward”). Dada su naturaleza, tiene sentido que este sea el único número en donde Fiona, ella misma una sobreviviente de violación a los doce años, cante y toque todo por su cuenta. “Good morning, good morning! / You raped me in the same bed your daughter was born in.” Esta línea es una trompada, y sin dudas el clímax emocional de Fetch the Bolt Cutters, una frase que no necesita ser repetida por mucho que la melodía lo demande. En su lugar hay inconclusión, y un coro de overdubs elevándose hasta desaparecer. “For Her”, en palabras de la misma Apple, contiene historias que no son la suya. Un acto de generosidad inusitado, prestar el cuerpo y la voz para quienes no pueden gritar.
“On I Go”, la encargada de cerrar Fetch the Bolt Cutters, es la mayor incursión a la fecha de Fiona Apple en la disonancia. Sus mantras conectan circularmente con las cuestiones que atendía “I Want You to Love Me”, hablando sobre moverse por impulsos internos más que por la consecución de resultados. Obedeciendo a esta idea, los compases mutan al punto de la desorientación. El disco, el mismo que más temprano había guiñado a la obra maestra de Kate Bush (“And I need to run up that hill, I will”), finaliza en un jadeo. Montaña subida. ¿Será lo abrasivo de este sonido una indicación de lo próximo que saque Fiona, con suerte en el 2029, de la misma forma que “Hot Knife” predijo la dirección de Fetch?
Siendo la visionaria que es, Fiona Apple ha pasado la mayor parte de los últimos años practicando un distanciamiento social voluntario, al menos de la vida pública. Parece el destino, entonces, que un disco sobre romper con el confinamiento haya salido en el medio de una pandemia que condenó al mundo entero a cuarentenar; que Fetch the Bolt Cutters haya aterrizado en un momento donde la gente busca un acercamiento comunal, sorpresa, a través del ritmo, golpeando palmas todos los días a las nueve de la noche. En estos días en los que el encierro nos propicia a buscar belleza en los rincones de casa, el sentimiento casero de Fetch the Bolt Cutters es el acompañamiento perfecto. “Fetch the bolt cutters, I’ve been in here too long,” el nuevo leitmotif del aislamiento preventivo. Pese a su posible inadvertencia, tampoco es menor que Apple haya recontextualizado elementos asociados a la domesticidad, armándose de ellos como si fuese Chantal Akerman.
Fetch the Bolt Cutters cumple así una trifecta imposible: es un trabajo sumamente personal, que resuena con la cultura a un nivel más macro, y que empuja los límites hacia delante, labrando el camino hacia cosas nuevas. De todos sus discos, es el que más se siente como una declaración, una que solo puede proferirse con convicción.
Fiona tiene una elocuencia emocional irrepetible, una que le permite articular, de la forma más económica y agraciada, cómo se siente cada coordenada en el espectro de las emociones humanas. Es la clase de genio que puede expresar lo que pensás con la elocuencia que no tenés, haciéndote sentir menos en soledad. Y Fetch the Bolt Cutters es su obra maestra, una sinfonía de lo doméstico, el sonido de alguien que no está respondiendo ante nadie. Cuando estaba sufriendo en la secundaria, Fiona Apple solía escribir por todos lados “F.H.W.” (“Fiona Has Wings”, Fiona tiene alas). Nunca voló tan alto.
Fiona Apple – Fetch the Bolt Cutters
2020 – Epic
01. I Want You To Love Me
02. Shameika
03. Fetch the Bolt Cutters
04. Under the Table
05. Relay
06. Rack of His
07. Newspaper
08. Ladies
09. Heavy Balloon
10. Cosmonauts
11. For Her
12. Drumset
13. On I Go