Es un útil y enriquecedor ejercicio desmenuzar sonora y conceptualmente a los miembros de una banda. La actividad se vuelve un tanto más sencilla cuando dichos seres construyen proyectos que orbitan alrededor del colectivo hegemónico: fugaces y espontáneas nuevas bandas, colaboraciones, discos solistas, curaduría de festivales, e incluso (sobre todo en este caso), incursiones en el campo del arte y la literatura. Sí, es muy divertido desmenuzar a los individuos que componen Sonic Youth, sobre todo desde que la banda anunció su separación allá por fines del 2011. Como un premio consuelo a fans descorazonados quedó el dinámico, heterogéneo e imparable impulso creativo al que sus individualizados miembros responden día a día.
En una dimensión esencialmente sonora, los proyectos musicales que Thurston Moore, Lee Ranaldo, Steve Shelley y Kim Gordon erigieron por fuera de Sonic Youth, permiten desentrañar (en un nivel superficial y ante todo contemplativo), qué es lo que cada uno aportaba a la totalidad de la monstruosa banda. Compuestos que, por innovadores y sólidos que resulten, no desafían la premisa que impone al todo por sobre la suma de sus partes pero (en este entretenido ejercicio) sirven para atomizar aún mejor las invaluables contribuciones que encarnan al inmenso Sonic Youth: las ensoñadoras pero intrincadas melodías de Moore junto con la eterna frescura de su voz y sus anhelos; la entonación en prosa de Ranaldo, su marcada irreverencia al formato canción tradicional y aquel empuje de las barreras de lo afable desde el pedestal de la experimentación. El imperecedero dinamismo y la cancheridad de Steve Shelley. Y, finalmente, el noise. La fuerza. La rebeldía. El tenaz e ineludible sacudón de sensaciones que invita a alabar lo más puro y visceral de la realidad: el componente Kim Gordon de la banda.
¿Qué es Sonic Youth sin noise?: una premisa lógica que se niega a sí misma. ¿Qué es noise sin Sonic Youth?: Kim Gordon, ya sea en formato Body/Head (junto a Bill Nace) o en su nuevo e igualmente perturbador proyecto: Glitterbust (junto al Tomorrow’s Tulips Alex Knost). En su disco debut homónimo, Gordon y Knost erigen, en cinco erosivas canciones, pequeños cosmos de ambientación en los que el placer y el displacer se dirimen en una interminable guerra. Es esta la dinámica que caracteriza al opener “Soft Landing”, y la ecuación que se repetirá (con mayor vehemencia) en el resto de las canciones de la producción. Una llamativa y seductora progresión de acordes (ambos sólo tocan/percuten guitarras) que paulatinamente da lugar a un caótico frenesí de amorfas y arbitrarias sensaciones.
No creo exista título más desalentador, al adentrarse en un disco puramente noise, que “Repetitive Differ”. Es durante su escucha que entiendo que quizás mi problema (la mayor parte de las veces) con el noise sea la incansable repetición de estímulos. No puedo evitar pensar que el acontecimiento menester de aquella visceral estridencia pierde su urgencia cuando los elementos que lo alimentan se alejan de ese propósito. Como un violento pasaje de Evol o un disonante interludio final en Daydream Nation, que en vez de encandecer un momento álgido se extiende ad infinitum. El verdadero, y presumiblemente imponente, statement de la pieza parece obliterado en una hostil bruma de confusión.
Es durante “Repetitive Differ”, siete minutos después del inicio de la reproducción del disco, cuando irrumpe por primera vez la voz de Gordon. Las letras, también amorfas y arbitrarias, no proveen el sentimiento de resguardo que uno buscaría en ellas. Tampoco elevan la propuesta conceptual de la obra, como eficazmente lo hacían en compañía de Nace en Body/Head. Un minuto más tarde somos nuevamente abandonados a la anomia de las guitarras, al caos sensitivo de la repetición. La última centésima de segundos de la pieza inventa un apacible lugar donde refugiarse provisoriamente.
Los primeros minutos de “Erotic Resume” construyen una calma predeciblemente fugaz. La disputa placer-displacer se realiza en tonos más luminosos y esperanzadores. La segunda mitad de la canción, es un ejercicio de voluntad. La misma estructura acompaña al tema encargado de cerrar el disco “Nude Economics” y sus más de 15 minutos. “The Highline”, el corte promocional de esta nueva placa, es sin dudas el punto prominente de la misma. Intrigante, llamativo, sobrio e imponente: un oasis de bienestar entre un temporal de insurgencia musical. El noise, justo y necesario para exponer un statement y enaltecerlo.
“I can only think of you in the abstract” recitaba con vehemencia Gordon en los primeros minutos de Coming Apart (2013), el disco debut de Body/Head. Imponiendo aquel proyecto ante todo como una expresión artística audiovisual rica en su carácter de “acontecimiento”, la animosidad, violencia e intensidad de su urgencia expresiva alcanzaba un tono excepcional, fundante. Es aquella fuerza fundante la principal carencia de Glitterbust, su irreverencia sonora no parece dejar de raspar la superficie. Ante la incapacidad de llenar canciones noise de un contexto empírico, de llenarlas de contenido acercándolas a nuestras vivencias, experimentarlas en carácter de acontecimiento resulta una necesidad. En la espera de aquella puesta en escena, Glitterbust no provoca mucho más que intriga.
Glitterbust – Glitterbust
2016 – Burger
01. Soft Landing
02. Repetitive Differ
03. Erotic Resume
04. The Highline
05. Nude Economics