The Slow Rush es posiblemente el álbum más esperado del último tiempo y hay motivos de sobra. La cronología del proyecto australiano de Kevin Parker comenzó por 2008, con una serie de demos agrupados en forma de un EP homónimo grabado en su habitación. En su carta de presentación, Tame Impala se aferraba al sonido de guitarras distorsionadas, efectos y sonoridades traídas de las décadas del 60 y 70 y un estilo en sintonía con contemporáneos como MGMT. Con el paso del tiempo llegaron nuevos discos que diluyeron el estilo rockero para dar lugar a una sensibilidad más pop a la altura de la masividad que fue ganando.
Tras cinco años de espera, The Slow Rush llegó por fin a las plataformas de streaming. El título refleja cómo Parker tuvo que lidiar con el apuro de sacar un álbum que estaba casi terminado pero que, a su parecer, todavía le faltaba un poco más. En el medio, descartó un tema (“Patience”) y remezcló otro (“Borderline”). Las inseguridades y el paso del tiempo son elementos vitales para el disco.
El track de apertura “One More Year” se acomoda sobre un loop de “canto gregoriano robot”, así llamado por su compositor, y mantiene un fuerte pulso bailable hasta el final. Hace 10 años Parker comenzaba un disco planteando sus miedos sobre las relaciones amorosas, y hoy dedica su primera canción a su esposa, entregándose a un año más juntos. En “Instant Destiny” le pide casamiento, forzando el falsete como nunca mientras de fondo estallan sintetizadores con forma de trompetas. Esta forma de empezar el disco alcanza para señalar cómo se trata de una obra atravesada por la temática del paso del tiempo, las consecuencias de nuestras decisiones, y las incertezas del futuro.
El lugar desde el que Parker se para en The Slow Rush, es casi opuesto al de sus discos anteriores. El apego a la soledad de Innerspeaker desaparece para darle paso al casamiento; el temor hacia el futuro muta hacia la idea de vivir el presente sin condicionamientos; el resentimiento de lo no resuelto con su fallecido padre decanta finalmente en un intento de hacer las paces. Este es el caso de “Posthumous Forgiveness”, que vuelve sobre un tópico recurrente en las letras de Tame Impala. Desde el título se muestra la idea de poder perdonar a alguien que ya no está, y mientras la primera parte de la letra condena cierto accionar que nunca recibirá explicación, en la segunda mitad cambia drásticamente el ritmo para, con un tono más amigable, perdonar (o al menos intentarlo). También hasta este track puede escucharse qué camino musical eligió el compositor y productor, priorizando el formato de canción y narración de una historia, y alejándose del pop electrónico de su anterior lanzamiento para abrir el juego a un terreno más cercano al soft rock y a la música disco de los 70.
“Tomorrow’s Dust”, construida a partir de una guitarra acústica cristalina, vuelve sobre el miedo a la toma de decisiones y sus respectivas consecuencias. Las influencias en algún punto se mantienen constantes a lo largo del tiempo, y quizás, es su compositor el que funciona como un prisma cambiante. En este sentido, la elección de sintetizadores y beats que se alternan entre acústicos y electrónicos, arpegiadores, estructuras con cambios radicales, son elementos rastreables en trabajos anteriores.
“On Track”, la “power ballad setentosa” exultante de optimismo, es el punto más emotivo de los 12 temas. Más adelante, “Lost In Yesterday” es una canción que podría haber formado parte de Currents -con reminiscencias a “The Moment”- mientras que “Is It True” sorprende con la inclusión de un saxo, el primero en la discografía de la banda (el mismo Parker admitió que no creyó que podría transformarse en un tema de Tame Impala) y un pulso disco sostenido por una sólida línea de bajo y unas congas.
La síntesis más atinada del disco puede hallarse en “It Might Be Time”, desnudando el conflicto interno que le suscitan los cambios que vivió en los últimos años y las voces que le dicen que puede ser momento de enfrentar que ya no es lo que era: la juventud que se va, la chispa que perdió y el fantasma del fracaso deambulando cerca. El cierre está a cargo de “One More Hour”, una canción de siete minutos que definió como “épica” y se complementa con la apertura, haciendo del disco una especie de loop en sí mismo. En la canción, Parker usa la última hora del año para preguntarse hasta dónde llegó como artista y como persona.
Si Currents emergió de un pop electrónico de los 80, The Slow Rush da un paso atrás temporalmente para instalarse en la década del 70 con la aparición del soft rock y el R&B, todo bajo un filtro personal y contemporáneo. Kevin Parker logra conjugar sus demonios a través de géneros de décadas pasadas y la influencia actual de la electrónica, el disco funk y el pop más actual. Dosificando la distorsión guitarrera de su juventud, Tame Impala dio paso a su versión más madura y apolínea, confirmando que estamos en presencia de uno de los productores más importantes de nuestro tiempo.
Tame Impala – The Slow Rush
2020 – Universal Music Australia
01. One More Year
02. Instant Destiny
03. Borderline
04. Posthumous Forgiveness
05. Breathe Deeper
06. Tomorrow’s Dust
07. On Track
08. Lost in Yesterday
09. Is It True
10. It Might Be Time
11. Glimmer
12. One More Hour