Después de una serie de singles entrañables, la cantautora argentina Abril Olivera publicó su álbum debut, una nostálgica travesía por el jazz, el soul y el pop con una estela del R&B. Titulado Abril, el disco aborda reflexiones profundas acerca de lo que conlleva atravesar la odisea zigzagueante del amor al desamor con una mirada esperanzadora frente a la falta de coherencia que exige tanto sigilo como purgación. Dueña de una voz onírica y una delicada frescura que logra fusionar sonidos de la música afroamericana con raíces propias del folclore y la bossa nova, Olivera consigue demostrar la fuerza embellecedora del arte como medio catártico de la disrupción afectiva.
“Me inspira mucho el campo de las emociones -cuenta Olivera en conversación con Indie Hoy-. Vengo de una familia en la que somos todos muy actores y psicólogos también. Sentimos mucho, nos gusta la entrega y eso es una influencia muy grande en mi música. Hay muchas maneras de decir te quiero, y me gusta encontrar la manera más dramática y poética de decirlo“. Abril refleja esta capacidad para decodificar sentimientos polarizados en una corriente multidimensional, dote que la convirtió en uno de los pilares del R&B contemporáneo a nivel nacional.
A lo largo de estas ocho canciones, Olivera ofrece un sonido cálido y bailable que coquetea con la saturación emocional. También es admirable su capacidad para amalgamar un concepto y una estética general que se enriquece con las colaboraciones de Fito Páez, Acus, sus colegas de Nafta An Espil y Magamo, y más músicos destacados de la escena local. “Para mí, lo importante tiene que ver con el relato, con la sinceridad, con encontrar el arte en cada situación humana. Yo me considero alguien que vive con profundidad y trato de plasmar eso en la música”, admite la artista.
¿Qué sentís al ver materializado el proceso musical de tu carrera solista en el que te adentraste durante más de dos años?
Estoy contenta y aliviada, porque trabajé mucho. Fue difícil el proceso, pero ya está. Aparte lo hice sin plata, pero cuando tenés gente creativa alrededor, con buenas ideas y personas que empujan, siempre se generan cosas lindas. Pero la verdad es que puse mucho el cuerpo. Y al haber hecho también la producción con distintas personas significó para mí una responsabilidad total, porque quería que el disco suene homogéneo. Por más que son distintos flashes, hay un sonido que une todo y una historia. Tardé dos años en hacerlo, pero no es que fueron solo ocho temas, grabé muchísimas otras cosas que no entraron y fue una jugada elegir los temas que entraban.
Ya desde el título, hay una elección significativa y personal que puede ser vista como una carta de presentación a nivel conceptual. ¿Cómo decidiste titularlo Abril?
Fue raro cómo terminé eligiendo el título Abril porque ya nadie me dice así. Tengo miles de apodos de distintos grupos, pero nadie me llama por el nombre que me pusieron mis padres. Tampoco quise ponerle el nombre de una canción porque no quería que ninguna se destaque de otra. Además, los conceptos que andaban cerca del disco eran muy románticos y me parecía muy denso ponerle un nombre romántico a un disco romántico. Creo también que es un álbum muy personal, mucha gente que estuvo involucrada en el proceso son familiares y amigos, no laburé con gente que no conozco. Hace diez años que soy corista y conozco a un montón de músicos sesionistas increíbles que se coparon en participar.
¿De qué manera influye la dualidad de ser corista profesional y tener un proyecto solista al mismo tiempo?
Yo no hago música solamente porque me gusta la música, hago música porque necesito trabajar. Mis padres son músicos, mi abuela es música, en mi familia siempre estuvo relacionada con el trabajo en sí. Yo tuve que formarme no desde un lugar de querer ser famosa, ni en pedo, si no por tener que ganar plata. Empecé a hacer coros para eso, básicamente. Y creo que siempre voy a querer corear porque es algo que me gusta hacer. Creo que con los años, cuanto mejor me vaya, más voy a poder elegir qué tipo de proyectos seguir. Igual no me puedo quejar, el año pasado la pasé increíble. Estuve con Nafta, un proyecto que me encanta, estuve con Lali que la amo, con Emmanuel Horvilleur que me parece un jefe, le grabé a Fito Páez y le grabé a Trueno. De todos aprendo, todos me pagan. Podría estar haciendo eso o estar dando clases, porque en este momento de mi vida tampoco es que puedo estar viviendo de mis canciones.
¿Qué nos podés contar acerca de la experiencia de grabar con Fito Páez por partida doble, en su disco y en tu canción “MKOB“?
Fui a grabar voces para él, nos conocimos en el estudio y me preguntó qué estaba haciendo. Le mostré una maqueta y me dijo “grabo”. Te juro, un swing que pocas veces vi. Yo no era fan, era psiquiátrica de él. Para mí Fito fue un antes y un después en mi vida. En mi casa obviamente lo escuchaban, pero yo me puse a estudiar su obra en detalle. Fue tremendo. No podía comprender que él sepa de mi existencia, no me entraba en la psiquis. Pero en el fondo la vi y se que él la vio. Pudo haber llamado a cualquier corista, pero él escuchaba mi voz. Hasta me dijo que tenía que grabar un disco de Brasil. Para mí lo que hicimos es una obra hermosa. Hace poco me pasaron un video donde está la transcripción del solo de piano. En ese tema con Páez grabó Sergio Wagner, el mejor trompetista del país. Eso es algo re nerd que amo que me haya pasado.
¿Recordás cuál fue tu primer acercamiento al jazz? ¿Cuánto lugar tiene hoy en tu vida diaria?
Yo heredé el jazz. Con el tiempo tuve facetas más rockeras, pero la verdad es que desde muy chica ya estaba escuchando jazz. Y ahora, hace un par de años te diría que es lo único que escucho. Por momentos me obsesioné con el R&B, pero no compro un disco que no sea de jazz. Ya tengo mis dealers que le entran sus dotes y saben que me tienen que reservar algo de jazz. Ya estoy un poco en esa, porque siento que es lo que me da herramientas para después ser mejor cantante de R&B, ser mejor compositora, tener más profundidad con mi instrumento, tener más lenguaje. Después hay otras personas que son iluminadas, que no sé si es mi caso, que tienen un virtuosismo nato de la vida. Pero yo realmente estudié mucho la música, tengo una formación académica, sin embargo siempre necesito estar aceitando la máquina porque sino te quedás. Sobre todo hoy que abruma la cantidad de data que hay. Me cuesta mucho sentarme a recibir nueva información, siento que la que ya se hizo está buenísima. No estoy tan al día de de las cosas también para estudiar y no intoxicarme, porque sino terminás haciendo lo mismo que el de al lado.
Retomando el consejo de Fito, la música brasilera se encuentra muy presente en Abril. ¿Qué es lo que te llama la atención de ese género?
Me parece que es el swing, la armonía también es muy jazzera. Mucha gente me dice latin jazz y es un poco cierto, porque Brasil tiene mucho de eso. Cuando no tenía plata casi me iba a hacer latin jazz a un crucero. En realidad, creo que es un poco lo mismo. Un swing de un estándar clásico o cantar “Garota de Ipamena” son solo etapas, es todo jazz.
Entre tanta opciones posibles, debés tener muchas ideas en tu cabeza sobre cómo tocar el disco en vivo. ¿En qué formato te sentirías más tranquila?
En vivo toqué en todos los formatos que se podía tocar. Toqué mi primer EP con un trío de jazz, toqué los temas con pistas, toqué también a dúo y mega full band. Toqué de todas las formas posibles y siempre lo disfruto. Eso me parece que está bueno, porque soy geminiana y tengo muchas aristas. Con respecto al disco, me gustaría tocarlo desde diferentes propuestas, hasta me coparía hacerlo sola con la guitarra. Podría hacer de todo con esto. A mí me gusta el formato clásico, de batería, bajo y guitarra, pero también siento que este disco en algún momento me va a pedir un viento, trompeta o flauta. Puede llegar a rendir.
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