Eugenio García Carlés es sinónimo de movimiento. Cuando su proyecto, Coghlan, debutó con Bolero Midi en 2017, el artista bonaerense se convirtió en el esqueje desde donde comenzó a brotar, sigilosamente, una nueva escena para el under argentino. Desde entonces, Carlés no paró. Está produciendo a Faraonika y firmó una colaboración con Dani Umpi, que todavía aguarda ser anunciada oficialmente (“vamos a crear un monstruo, un Pop 3”, dice en alusión a la mixtape de Charli XCX que cambió las reglas del juego). Y al instante de dar fin a esta entrevista, acaba de terminar su segundo disco de estudio.
Bossa Buenos Aires, estipulado para julio de este año, es un salto cuántico no solo en el microcosmos de su discografía sino también en la totalidad macro de la escena nacional. El sucesor de Bolero Midi encuentra a Coghlan entregándose de lleno a su potencial creativo, explorando regiones desconocidas con la curiosidad lúdica de un niño y el comando seguro de alguien que sabe exactamente lo que quiere. Semejante prolificidad no debería sorprender a nadie que haya seguido de cerca a Carlés, un gánico declarado, tomando el concepto acuñado por Federico Manuel Peralta Ramos para designar una actitud deseante y desprovista de ego.
La próxima parada en el derrotero creativo de Coghlan tendrá lugar el próximo jueves 15 de abril en el escenario de Camping.
¿Cómo arribaste al título Bossa Buenos Aires?
Es una referencia a la bossa nova, la nueva onda. Sería como “la onda de Buenos Aires”, porque siempre tuve la ilusión de hacer una música argentina, idea que después se la terminó comiendo el propio hacer. Pero elegí el nombre por referencias más espirituales que estéticas: mi forma de ver la ciudad, cómo yo la vivo, el amor que tengo por ella y aquello que yo relaciono a lo que es Buenos Aires, que siempre fueron dos puntos importantes en mi vida, dos caras de la misma moneda. Por un lado soy una persona muy alegre y movida, y esa cosa ferviente fue el puntapié inicial del disco, de ahí salieron los temas más eufóricos. Partí de influencias como Charli XCX o 100 gecs en términos de hambre, son aliens, devoradores de género en su approach estético. El disco después terminó relajándose, dándole lugar a ese segundo punto que es la parte más nostálgica, esa cosa indie polaroid que en algún punto siempre me cautivó, aunque elegí transformar porque ya es una referencia obvia. Hoy escuchaba Girls y pensaba en toda la música increíble pero adelantada que salió en 2009, como Animal Collective y Dirty Projectors. Pero Girls es una estampa del 2009 en Los Ángeles. Esa relación de psicodelia, nostalgia y verano es algo que siempre tuve y también relaciono con Buenos Aires. Me armé mi propio link para explotar mi creatividad pero sin caer en esas referencias tan puntuales. El título terminó siendo una semilla nada más, pero tiene algo lindo y cautivante.
En su momento definiste a tu debut, Bolero Midi, como un disco de autosuperación. ¿De qué formas ves distinto al Eugenio de hoy en relación al de 2017? ¿En qué se distingue el disco nuevo del anterior?
Bolero Midi fue un disco que tardé muchos años en hacer, no por una cuestión práctica sino más por tomar el valor para finalmente sacarlo. Quise que mi primer disco esté bien armado porque siempre tuve una idea medio wikipédica de lo que es una discografía. No tengo ninguna grabación previa a Bolero Midi en Bandcamp, ese disco para mí fue un antes y un después porque fue como salir del cascarón, el paso al joven adulto. El proceso de asumir que tenía que hacer un disco fue en lo personal un quiebre simbólico de ser adolescente: empecé a trabajar en un laburo que me encanta y que sigo haciendo hoy, empecé la facultad, me rompieron el corazón por primera vez, me mudé con amigos. Empecé a ser músico, crecer y sobre todo tener una vida más viva. Ahora la Bossa me agarra en un momento que también me cambió la vida, tuve una operación de espalda porque en junio se me reventó el cuerpo. Ahora estoy rehabilitándome, pero desde que me operé pasaron un montón de cosas súper: ya con veinticinco años me mudé solo, estoy enamorado de una chica, vivo el amor de otra manera. En el proceso creativo se evidencia mucho el momento personal en el que estoy. Al mismo tiempo creo que la cuestión de la autosuperación es una idea eterna y que se transforma en mí: si me borrás la mente te puedo decir de vuelta que el disco nuevo es de autosuperación. Aunque ahora más que autosuperación diría que fue un quiebre porque literalmente se me partió la espalda al medio.
¿Qué te pasó en la espalda?
Me la abrieron y me limaron la columna vertebral. Me partí al medio cuando no pasó lo que yo quería que pase. Bolero Midi tenía un deseo en concreto, y cuando deseás algo en concreto no estás aceptando la realidad misma de la vida, que es que a veces las cosas no salen como uno quiere y mutan para otro lado, lo que te enfrenta con lo que terminás entendiendo como fracaso. Yo en ese momento tenía ideas más próximas al relato de lo que es el éxito, pero una cosa es querer que algo pase y otra esperar que algo pase. Porque cuando uno espera entra en un periodo de transición que te priva de estar en el momento, en el proceso creativo, en el lugar que te corresponde estar. Estás a la espera en lugar de entregarte a lo que pueda pasar, que nunca se sabe lo que es. Apenas me partí la espalda empecé a hacer un seguimiento tratando de identificar qué es lo que pasaba y entendí que en un punto hay que frenar. A mí no me frenó la cuarentena, yo venía aceleradísimo y la espalda fue un freno que me puso la vida y que tomé. Ahora que estoy relajado viene el Eugenio de antes y dice “wow, loco, estás haciendo todo lo que yo quería sin partirte al medio”.
¿Ahora cómo estás?
Bárbaro. En ese sentido creo que la Bossa Buenos Aires es el disco del psicoanálisis, más calmado. Cuando hice Bolero Midi estaba totalmente convencido de que estaba haciendo música necesaria para Argentina y en verdad nadie necesitaba mi música, yo era el que quería hacerla. Cuando uno se entrega a la vida pasan cosas que no se esperan y ahí es cuando me junté con Dani Umpi, por ejemplo.
¿Cómo conociste a Dani Umpi? ¿De qué forma se complementan creativamente?
El manager de Dani maneja Yolanda y en una fecha que organizamos pegamos buena onda. Se dio todo muy natural y aparecieron los Hembro para producirnos un disco de manera desinteresada. Nos hicimos muy amigos, fue algo no planeado y la pasamos bomba. Todo eso a mí me influenció a conectarme con un costado mío mucho más queer y que no estaba explorado, pero con respecto al arte me vino como una libertad. Haber laburado con Dani y haberme metido en ese mundo de gente que no se toma en serio me fascinó, se cayó algo de la solemnidad en el arte que a mí nunca me gustó. Siento que eso es un reclamo muy argentino: querer de vuelta ese rock, esas letras, esa música. Después vas por el mundo y te das cuenta de que nada que ver. Yo no le pido letras a nadie, no pido mensajes. Es innegable que todo es político y en el arte también, pero a la vez es una frase muy trillada. Ni en pedo tengo que hablar de temas importantes con mi música, ahí es donde siento que el artista cae en el deber. Yo no tengo ningún deber. A mí nadie me pide que haga música, yo no hago música para nadie, la hago para mí. Después escuchás a Charli XCX, a [Caroline] Polachek, a los gecs; gente que pueden tener una visión política o un mensaje y sin embargo su música es un relato de cuestiones personales y sinsentidos. Yo escucho “Porsche” de Charli XCX y es una obra de arte monumental que habla por sí sola pero no es política. No me decís nada, no me vas a decir que es político tener ganas de comprarte el Porsche. Es puro nonsense, y ese absurdo en la música, ese no esperar nada y entregarse de lleno al proceso creativo, siento que es el motor creativo fundamental.
¿Cuándo sale el disco con Umpi?
El disco ya está terminado y no hay apuro por sacarlo, estamos cada uno en la nuestra. Dani está en Uruguay, estuvo en Masterchef, está totalmente en otra. Cuando saquemos el disco sabemos que va a ser una bomba. Nos fue súper bien con el último tema, “Fabi” tiene casi 70 mil reproducciones en Spotify y habiendo sacado una sola canción fuimos a tocar a Uruguay y Paraná. Todo algoritmo, pero a mí me sirvió porque después saqué “En Pinamar” y me la re levantó, me conectó con mucho público nuevo. Vamos a ver cómo el disco con Dani interactúa con el mío porque yo sí tengo más hambre de mi proyecto. Siento que es mi momento, no tengo más ganas de sostenerme en un dúo. Este es mi disco, es el disco de Coghlan y estoy muy sediento de eso. Este es el momento de Eugenio, es mi momento pase lo que pase.
Una vez hablaste sobre líneas temporales en la música y quería preguntarte si te sentís parte de una tradición o situado en un devenir de artistas que vinieron antes que vos, al margen de que hayan sido inspiraciones personales o no.
Yo siempre pienso en la frase de Gardel, “siempre se vuelve al primer amor”. Hay influencias que son eternas mías, maldición-bendición porque son datas que realmente no puedo largar. Pero es genuino. Te puedo decir Brian Wilson, Panda Bear, Frank Ocean, Tame Impala y El Guincho. Cinco artistas en una línea muy psicodélica y alegre, pero también en el espectro nostálgico, porque ellos no son Charli XCX que está con un cohete en el culo todo el tiempo. Son las influencias tácitas, las que no puedo escapar, pero no voy a copiarles. Siento que un montón de artistas, exitosos o no, están llenos de inseguridades y conflictos creativos. Me pasa hasta con bandas amigas y gente que conozco que tienen el deseo tan fuerte en la trascendencia y el éxito. Tenés tan puesta la energía ahí que el día que efectivamente no pase, porque es imposible que suceda un deseo tan claro, un día te chocás. Ese éxito le pasa a gente que fluye de otra manera, no a gente que hace música experimental. Si estás en Coghlan preparate para que el mundo no sea lo que vos querés, especialmente en Argentina que a nadie le importa la música nueva. Yo no tengo deseos, mi actitud es de deseo pero no tengo deseos en concreto. Sino es como una carrera interminable de checkpoints, pero vas solo y no hay nadie corriéndote. Nadie gana ni pierde. Yo simplemente estoy andando.
No sé qué tanto margen hay para la invención. Podés buscar nuevos timbres, pero a la larga hay una cantidad de notas, de acordes o de saltos armónicos. Creo que la originalidad reside más en disponer las influencias de forma interesante, o por lo menos personal…
Por lo menos en lo que refiere a la canción, porque después te viene Arca que saca Xen en 2014 y te da vuelta el mapa, te hace decir “bueno, ok”. Pero yendo a la parte más contemporánea, yo estoy híper influenciado por el espectro PC Music, incluyendo también los lugares de donde se influencia PC Music. Todos me parten la cabeza: A.G. Cook, SOPHIE, Caroline Polachek, los gecs, Charli XCX; pero voy para atrás y estoy escuchando mucho Tiësto, Armin, trance. Daft Punk fue como el PC Music #1, esa transformación de la grasa vieja en producto pop. A.G. Cook es al trance y al punchi lo mismo que Daft Punk al hair metal y los solos de guitarra. Es lo mismo: convertir la mierda en oro. Eso es influencia eterna. Obviamente después escuchás “So Hot You’re Hurting My Feelings”, que es un himno, y es “Everywhere” de Fleetwood Mac. Y está bien que así sea. Escuchás “Immaterial” de SOPHIE y es “Better Off Alone” de Alice DJ. Pero quieren demostrar otras cosas a nivel producción, a nivel audio. Es ear candy. Si yo con Bolero Midi me comí el flash de Panda Bear a conciencia, ahora lo estoy haciendo inconscientemente y me está saliendo muchísimo más fuerte. Bossa Buenos Aires está muy mirado desde el espectro PC Music, de un producto curado y HD. Paco Leiva grabó algunas guitarras y unos bajos, Pato Lema tocaba conmigo grabó sintes para todo el disco, pero después es digital hasta la médula. Esto es “Digital Love”.
Hablando de sofisticar cosas viejas, el video de “El último baile” remite mucho a esa estética medio italo disco, medio Johnny Allon, medio retro-groncha que Neon Indian también supo interpretar. ¿Qué significa el tema para vos? ¿Quién hizo el video?
Estaba leyendo una entrevista a Ariel Pink y dijo que había laburado con un artista audiovisual argentino así que lo busqué, Salvador Cresta, y era un chabón que vive en el medio de las sierras de Córdoba. Vi los videos de Ariel Pink, me volví loco y le mandé un mail diciéndole que quería trabajar con él. Me respondió al instante. Es un loco que no está insertado en la sociedad y se la pasa en las sierras chupando vino todo el día y fumando pucho. Me mandaba audios a las cinco de la mañana cantando Kate Bush, un delirante total. Obviamente, un artista, una persona que solo tenía arte de pies a cabeza. Y por supuesto él me dijo: “yo hago mierda, Eugenio, yo me pongo en pedo y me pongo a editar videos, no soy un artista”. Me encanta que ni siquiera se considere así, que no se autodefina y sea libre. Y le pasé el tema, que sí estaba en este espectro nostálgico y también en la visión pop del disco. Uno de mis fundamentos iniciales fue volver a escuchar esas bandas Pitchfork de Suecia que sucedían en paralelo a Panda Bear, casi pre-chillwave. The Tough Alliance, Jens Lekman, JJ. Me reencontré con esas influencias que tenían una visión pop muy adelantada. Bueno, en Suecia el pop es como el folclore. Entonces agarré esa cuestión de pop fino, bien curado, formato canción pero que tenían del otro lado esa nostalgia. Yo le estaba tratando de dar forma y no quería caer en California, me había hartado de eso. Acá encontré una nostalgia casi inventada, no es nostalgia por el verano o por tener dieciséis. Esto es nostalgia por cosas que nunca viví y ni siquiera son de acá. Yo siento que los suecos flasheaban con Ibiza, España, la cultura rave. Para mí que agarraron eso, concretamente influencia del house de Ibiza. Una cosa muy europea, baleárica de las costas.
¿Qué tiene lo baleárico que resuena tanto con vos?
Yo me inventé qué es lo baleárico, que es como mi propia nostalgia y deseos hechos a base de una estética que a mí se me configuraba mucho mejor para el sonido que quería hacer. Estoy haciendo una música mucho más raver y dance. The Tough Alliance tiene una canción que se llama “The Last Dance”, después estaba la serie. Se empezaron a aparecer dos cosas de mi obra artística a la cuestión personal. Todo se va me va presentando frente a mí. Como no espero nada, todo se presenta. El año pasado volví a ver Twin Peaks y me partió la cabeza volver a entender cosas. En un momento Albert le dice a Cooper: “stand alone on the rim of the volcano and do your dance” y ahí dije “¡el último baile!”. Tiene esa connotación muy eufórica y nostálgica al mismo tiempo, de “ya se termina”. Ya es un hecho concreto que todo me llega. Confío en mi inspiración, en lo que estoy haciendo, porque sé que es lo que tengo ganas de hacer. Yo estoy totalmente convencido de que la música que estoy haciendo es la mejor que puedo hacer. Acabamos de terminar el disco con Guido Moretti. Produjimos los dos juntos pero hay temas del disco que están producidos solo por él. Él es tan groso, tan talentoso, que le das rienda suelta y te hace un disco y te expande a vos como artista. En esta sociedad que se armó yo le dije: “More, no quiero nada de esos beats chiquititos, quiero una cosa grande”. Es tremendo lo que nos pasó porque una cuarentena nos hizo producir el disco a distancia de punta a punta.
¿Cómo sentís que Coghlan dialoga con el presente o con esta generación? ¿Cuál sentís que puede ser un rasgo que te particularice y no encontrás en otro lado?
Algo que me gusta mucho de mi proyecto es que tiene una visión, es un proyecto muy personal y eso está bueno a la hora de conectar con un público. Pero también está dialogando con un lenguaje mucho más universal, no estoy haciendo música argentina, estoy haciendo música muy de internet y especialmente curando mucho el sonido, el audio de las cosas. Es música muy alien, muy absurda, que no se toma en serio en esta época donde hay un bombardeo constante de música. Me parece aterradora la seriedad de decir: “hola, les quiero invitar a escuchar mi tema el viernes, hagan link en el pre-save, se viene un montón de música”. Yo hago música con mucho coraje y empuje, tengo gente que me sigue y le gusta eso, hay gente que revienta de ver mi energía y mi empuje, especialmente humanos con los que me relaciono, que les choco porque soy una persona con un proyecto que vibra con una energía muy fuerte. Coghlan es un gran ejemplo de un video que puede tener muchos pulgares para arriba y para abajo porque choca, rompe. Y siento que hago música divertida, estoy todo el tiempo cagándome de risa. Me gusta dialogar con eso, con el absurdo, con matar la solemnidad. Quiero divertirme, demostrar que se puede hacer música cagándose de risa, que no hace falta tener un mensaje, que simplemente podés hacer lo que se te cante el culo y, si está buenísimo, está buenísimo. Pero preocupate porque esté buenísimo, meté todas las influencias en la licuadora y cagate de risa, armate un buen concepto, inventatelo vos, creetelo vos y es eso no lo copies. Robar me parece más copado. Cuando copiás sos una copia, pero cuando robás sale algo nuevo.
Coghlan se presenta junto a Faraonika el jueves 15 de abril a las 19 h en Camping (Av. del Libertador 999, CABA), entradas disponibles a través de Tickethoy. Escuchá a Coghlan en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Apple Music).