El día está imposible en Buenos Aires. El verano se siente como nunca y Mateo Sujatovich propone cambiar el lugar acordado para que haya un poco más de aire. Llegamos al estudio que comparte con su padre Leo -el emblemático tecladista de Spinetta Jade– en Villa Crespo, y mientras sus vecinos pasan y lo saludan, él tararea la última canción de Ca7riel.
Hace dos años, Mateo se hizo cargo del deseo de tener un proyecto propio y así nació Conociendo Rusia. Con su segundo disco, Cabildo y Juramento, cientos de shows a cuesta y un Gran Rex a la vista, El Ruso nos cuenta por qué eligió seguir cantándole al amor, cómo su amistad con Vera Spinetta lo llevó a pasar tiempo con el Flaco, y de los desafíos que lo esperan mientras nos dice “hago mucho para que todo esto funcione.”
Sacaste dos discos en dos años, ¿cómo viviste este tiempo?
Bien, bastante bien… En los tiempos de hoy hace que parezcan un montón, siento que pasaron más de dos años. Pero bien, así como un torbellino de emociones. Salió mi disco y pasaron cosas que no pensé que iban a pasar y se empezó a mover mucho el proyecto. Eso me encantó y me cambió mucho las dinámicas de la vida y bueno, en un momento me subí al tren y la empecé a manejar.
¿Y cómo la manejas?
Y… es un día a día. Con equipos, con ideas, con músicos que son amigos, con gente que me acompaña mucho. Es un día a día muy lindo y aparte me gusta el espacio de hacer, de la música, de grabar.
En Detonantes -tu antigua banda- solo tocabas la guitarra. ¿Qué sentiste que te tenía que pasar para tener un proyecto propio?
Cosas como las que me pasaron. Creo que se me movió algo adentro el cuerpo y ahí tuve el impulso natural para ponerme a hacer canciones. Fue el deseo y un poco también la madurez, los años que fueron pasando, las historias. Y un día me encontré haciéndolo.
¿Te veías cantando también?
Sí. Empecé cantando publicidades y músicas para tele, yo hacía canciones para un programa de tele y las canciones las cantaba yo. Y así empecé a tener un lindo vínculo con el micrófono en el estudio, más que en el vivo. En el vivo no tenía ni idea cómo era… después descubrí que es muy distinto. Pero había algo en el entrenamiento de cantar los bocetos que me entrenó bastante. Y lo empecé a disfrutar un montón, en un punto creo que hoy es el instrumento que más me gusta.
¿Y por qué a este proyecto no le pusiste simplemente tu nombre?
Había algo de mi apellido largo creo, mi nombre no me lo armaba. Pero Conociendo Rusia es una manera de decir Mateo Sujatovich. Yo soy El Ruso.
Cuando te llamaron para estar en el Lollapalooza de 2019 estabas en Jerusalén. ¿Cómo vivís tu judaísmo?
No soy tan judío, hay algo de personaje ahí. Pero pasó que hay un viaje que organiza la comunidad, el Taglit, que si tenés un poco de sangre podés participar. Y yo fui y la pasé bomba… y cuando me llamaron del festival recién había llegado y bueno, conté que estaba allá. Estaba como de vacaciones: el disco había salido en marzo y yo me fui en junio, era un bache en los momentos de tocar, pero la verdad es que había tocado solo un par veces… en barcitos, en salas chiquitas, en un Buena Vibra.
Y este año volvés a tocar en el Buena Vibra. ¿Cómo te encuentra dos años después?
Me encuentra a mí muy distinto y yo lo encuentro al festival muy distinto. Yo toqué en un Buena Vibra para 400 personas, que ya estaba buenísimo y ahora van a ser 15.000. Y los dos son proyectos que crecieron un montón.
Casi en paralelo, ¿no?
Exacto. Y bueno. Y mi proyecto ya tiene dos discos y el Gran Rex en mayo, increíble.
¿Cómo vivís tocar en un teatro con tanta historia?
Y, con un poco de miedo. Me parece bastante inmenso, pero me gustan mucho las aventuras y los desafíos. Después de los dos Nicetos me parecía necesario, fue un “Dale, toquemos en un lugar un poco más grande, a ver, cuál puede ser…” Y bueno, salió esto. Pero imaginate, yo lo vi a Fito, a Drexler, a Natalia Lafourcade ahí. Mi cabeza está re en eso.
Si el primer disco habla del amor y de lo inevitable, ¿Cabildo y Juramento de qué habla?
De lo mismo.
¿Qué significa el amor para vos entonces?
No sé, creo que el amor son varias etapas, se constituyen así… Me parece que el amor es querer mucho a alguien, tanto que elegís estar un montón de veces con esa persona… Que puede ser una pareja, un amigo, familia. Pero es un cariño muy grande que te mueve, que te modifica, que te vibra. Y me di cuenta que me pasa, bastante, que hago canciones que están vinculadas a eso. Debe tener que ver con qué me importa.
Trabajaste con el productor del momento Nico Cotton, ¿por qué lo elegiste a él?
Porque me gusta lo que hace.. Y el proceso de trabajo estuvo buenísimo, fue muy mano a mano. Y fue rápido, el disco lo hicimos en un par de meses. Fue un disco con un desafío muy distinto al primero que tenía eso de ser el primero… eso de que nunca hubo antes uno. Y con el segundo fue “bueno, ¿y ahora qué?” Fue sostener una personalidad y a la vez no repetirse y contar otras cosas, volver a encontrar la inspiración… con un primer disco que había funcionado y que me puso en un lugar que me gustó y tener el desafío de seguir pudiendo alimentar la música con los videos, el merchandising, la estética. Que todo forme parte del proyecto.
Claro, todo suma… ¿Estás en todos los procesos?
Sí, estoy en todos, me importan un montón y me pasa que a la hora de confiar en alguien confío y después de cruzar ideas, de tomar decisiones, delego. Es un “hacé tu laburo, que yo ya hice el mío.” Y vamo’ arriba. Me gusta mucho participar de todo y que los demás hagan su trabajo.
Tu viejo participó en el disco, ¿cómo fue eso?
Cuando armaba el disco empecé a pensar en que haya cuerdas, que haya caños, y el que más me gusta cómo lo hace es él. Y le pregunté si estaba para esa y me dijo “sí, re.”
¿Cómo sentís que vive tu carrera musical?
Bien, obvio. Mi vida fue muy musical. Mi abuela fue nuestra profesora de piano, había algo natural ahí, de ir a su casa y tocar. Y en casa se escuchaba mucha música, cantábamos todo el tiempo. Mi viejo siempre tocó, y toca y graba y hace música para él y para otros. Compone muchas cosas audiovisuales y hace sus propios discos, siempre lo vi haciendo música.
Formás parte de una generación en la que hay muchos “hijos o hijas de…” ¿Nunca sentiste que capaz esto no era lo tuyo?
Hasta los doce, trece, catorce, estaba más para hacer cosas con el fútbol, con el deporte. No lo tenía muy definido. Mi hermana -Luna Sujatovich- ya estaba re adentro, pero yo no. Pero pasó que estuvimos en España dos años y medio, de mis trece a mis quince. Y a la vuelta ya volví con la guitarra, aprendí a tocarla allá con Claudio Gabis, que era el guitarrista de Manal. Mi viejo lo contactó porque yo medio que ya quería. Él había tomado clases con él cuando era chiquito, cuando tenía también trece, catorce y ahora Claudio estaba allá y empecé así. Y estuvo bárbaro. Fue perfecto.
Y cuando volviste ya estabas re en esa..
Re, ahí me di cuenta que no había mucha búsqueda, porque yo no recibía ningún tipo de incentivo específico. Todos mis amigos estaban tocando la guitarra, nos juntábamos a sacar canciones, teníamos bandas. Creo que me pregunté varias veces si ese era mi deseo, si era mandato o qué, pero siempre fue el lugar donde mejor la pasaba, donde más me inspiraba o que tocaba partes adentro mío que eran muy íntimas y satisfactorias.
¿De esa etapa te queda la amistad con Vera Spinetta?
Sí, Vera es amiga mía y en ese momento éramos muy amiguitos. Fue cuando volví de España, tipo quince. Y me la pasaba allá, me invitaban a cenar, era re zarpado. Y ahí lo veía a Luis y flasheaba… yo lo amaba mucho como músico y como persona me parecía un dulce de leche. Fue un tesoro, momentos únicos. Como los que me están pasando ahora.
Conociendo Rusia se presenta el sábado 15 de febrero en el Festival Buena Vibra, entradas disponibles a través de Ticketek. Los socios de la Comunidad Indie Hoy tienen beneficios. Las entradas para el show en el Gran Rex están a la venta a través de Ticketek.
*
Foto principal: Melissa Restrepo Berrio.