Terruño, el quinto disco de Diosque, surgió “como un proyecto de emergencia.”
Durante todo 2018, el músico tucumano estuvo ocupado trabajando para el disco de un proyecto paralelo. Un mes antes de la fecha de lanzamiento, decidieron cajonear el disco. Cerca de esa fecha, Juan Román Diosque viajó a Misiones para actuar en el film Fantasma vuelve al pueblo, del director Augusto González Polo. De regreso en Buenos Aires, comenzó a trabajar en un nuevo proyecto desde cero, y ahí Terruño apareció como un salvavidas.
Hay tradiciones espirituales que hablan sobre “la oscura noche del alma.” Se refieren a ese momento de crisis personal que tiene la fuerza de sacudir la estabilidad y obligar a tomar acción. El psicólogo C.G. Jung usó la metáfora de “atravesar la sombra” para describir ese desafío, un camino sin retorno por el que se llega a una transformación.
Diosque venía de sufrir la muerte de su madre en 2017. A principios de 2018, su productor de cabecera Jean Deon fue denunciado por abusos y desvinculado del proyecto. En julio, falleció Benjamín Ochoa, bajista y amigo de Juan. Ahora el proyecto en el que había depositado todo su esfuerzo y esperanzas, no iba a salir. “Fue un sacudón de la vida fuertísimo,” dice. “No me victimizo ni nada, pero de repente es como que todo eso me movilizó. Y de eso salió Terruño.”
“Varias mitades” y “Chau” fueron los primeros dos singles del disco, canciones marcadas por una profunda sensación de pérdida. Pero también son de las mejores canciones del prolífico repertorio de Diosque. Sobre una base electrónica de beats y sintetizadores, estilo que el músico conquistó desde su tercer disco, Constante (2014), Diosque logra sonar más confiado y fresco que nunca. “Chau” balancea un ritmo fuerte con una letra melancólica, y Diosque se mueve con total naturalidad entre ambos lados. En “Varias mitades”, lamenta dejar todo “por la mitad” y no tener “letra para ese dolor.” Justo después, un sintetizador dibuja la melodía de la “Lambada”, el clásico latino popularizado por las versiones de Don Omar y Jennifer Lopez.
“Se me ocurrió ahí en el momento,” recuerda Diosque. “Estábamos produciendo, y cuando llegaba la parte del instrumental, el famoso solo de guitarra, Marcos tocó la primera parte y le digo: ‘¡Esa es la lambada! ¡Hacé la lambada, por favor!’ y quedó. A mí me encanta, es una canción tan hermosa. Te remite a tu niñez, a tener 10 años. Después fue un quilombo de editorial, porque tuvimos que pedir un permiso especial. Se quedaron con parte de los derechos de la canción, pero bueno, burocracia.”
La niñez y el pasado son temas recurrentes en Terruño, recuerdos que vuelven para complejizar la manera en que pensamos nuestra identidad. En “Corazón y cabeza”, Diosque canta sobre parecerse “a todos los recuerdos que puedo guardar” y “a todos mis recuerdos juntos.” Algunas canciones además vienen de demos e ideas muy viejas, como la instrumental “Bla bla”, una idea que tiene más de 10 años. “Siempre hago eso,” dice Diosque, “agarro cosas del pasado para no tirar a la basura ideas viejas que no quedaron grabadas.”
Otro ejemplo es “Federico García Calor II”, una reversión del tema que abría su disco debut de 2007, I Can Ción. La letra es la misma (“Hoy sí, dame un mapa/Dame un mapa si me pierdo…”) pero ahora se siente como una conversación entre los dos Diosques, el de hoy y el de hace 13 años. Y si la versión original parecía grabada con un micrófono de computadora y una guitarra saturada, “Federico García Calor II” tiene una producción impecable que captura la fuerza de su banda en vivo, actualmente conformada por el tecladista Peta Berardi y el corista Chueco Ferrer, también conocido por su proyecto El Asesino del Romance.
En las nuevas canciones llama la atención el juego de voces que se arma entre vos y el Chueco. ¿En qué momento empezaste a trabajar con él?
Con Chueco nos conocemos de Tucumán de hace mil años. Yo tenía 15 años, creo, y él me lleva un par de años a mí. Lo vi por primera vez con su banda “Los Anteojos del Tío Freddy” y me volví loco. Fue como: “¿Quién es este? Necesitamos ser su amigo ya.” Así empezó todo. Después, cuando hicimos la banda en Constante, se hizo fundamental, sobre todo porque es un gran cantante. Yo no me considero un cantante, antes que nada muchas otras cosas, compositor, lo que quieras. Pero él me hace sentir seguro, me ayuda a armonizar, sabe mucho, tiene una presencia en el escenario muy particular. Si no está el Chueco, onda me desespero, lo necesito al lado. Es fundamental.
Hay algunas canciones que se sienten como tus demos, Música que no recuerdo haber hecho, Rebajadas 2008, Tras el fuego. ¿Cómo ves la relación entre esos EPs y tus discos más recientes?
Ahora tengo más producción, Terruño, Llanero y Constante son discos con presupuesto, son más serios a nivel sonido. Fueron la primera vez que pude elegir en qué estudio grabar, con qué productor. Y también tuve que abrir la mente para trabajar con otras personas, soy bastante cerrado, desde Constante estoy aprendiendo a trabajar con otras personas. Por suerte lo pude hacer, porque pensaba que era mi gran defecto. Después de hacer Bote aprendí a abrir más los oídos.
Para este disco trabajaste con tres productores: Peta, Ezequiel Araujo y Marcos Orellana. ¿Fue un equipo que se armó entre los tres o trabajaste con ellos por separado?
Fue de manera independiente con cada uno. Y hay temas que los produje yo solo: “La marcha de los días”, “Muerte”, “Desambiguación”. Los demás los hice con ellos. Ezequiel es un productor increíble, siempre quise hacer algo con él, por suerte lo agarré justo porque se fue a vivir afuera. “No hay futuro” lo hice con él, que me gustó mucho, fue el último tema que hice del disco y quedó primero.
“Me pierdo por los brazos de este río/Lo comparo, qué difícil compararlo con el pasado/Y el futuro que no existe/No hay futuro para mí,” canta Diosque en “No hay futuro”. En una primera escucha puede parecer una sentencia desalentadora, pero esconde una meditación. A lo largo del disco, Diosque se refiere al pasado como algo que solo trae nostalgia, y al futuro como algo imposible de imaginar. Entonces, no hay futuro: se elige vivir en el presente y guiarse solo por “la corriente de mis venas,” como canta en “Pastoral”. Diosque enfrenta la nostalgia y la melancolía, y en el camino afirma su voz propia.
Si Terruño no tuvo una presentación formal en vivo es porque las circunstancias que la crearon no decantaron todavía en Diosque. “La verdad, me encanta Terruño, es un disco que le puse todo, me parece una linda obra, pero personalmente estoy tan afectado que me cuesta explotarlo.”
¿Cuáles son tus planes para este año?
Tuve la suerte de hacer la música original para una obra de teatro para el San Martín, una obra que va a estar cuatro meses en cartel. También estoy con ganas de empezar con nuevos proyectos porque tengo un montón de música nueva. Tengo cosas con Julieta Venegas… Tal vez arme un proyecto nuevo que se llame Humano Juan…
En una entrevista dijiste que no considerabas que tenías una carrera porque no corrías contra nadie. ¿Seguís sintiéndolo así?
Sí, no corro contra nadie, no tengo competencia, pensar así sería como pensar en tener una empresa, y lo mío calculo que es más importante. Sí creo que hay una trayectoria, un trayecto, que es lo que dejé y lo que vengo dejando. Sigo pensando igual, pero las nuevas generaciones que vienen te avasallan… pensás que ya te olvidaron, me pasa a mí últimamente. También me siento grande y me pregunto “¿ya fui? ¿qué voy a hacer ahora?”. Eso vengo pensando porque estoy muy deprimido y negativo. Es una cosa fuerte, pega fuerte. Y tiene que ver también con que yo tengo 39 años, hay una cuestión claramente generacional. Me moviliza mucho, me hace repensar. Lo que vendrá no lo sabemos, espero que de todo esto salgan cosas buenas. Por mí lo digo, no lo digo por otros.
Pero tu música siempre dialogó con el pop actual, aunque desde afuera, desde una posición de outsider.
Y yo creo que ese es mi fuerte. Porque si yo perteneciera a las nuevas generaciones no sería igual a todos. Lo que yo nunca quiero es parecerme. La gente que me escucha sabe eso, los que me escuchan de verdad, los diosquianos, saben que no soy ni esto ni soy lo otro. Así me va también, ¿no? Pero es algo positivo, correrme de los lugares comunes. Ahora todo es trap o todo es reggaetón, y al mismo tiempo me fascina lo que está pasando, pero no soy parte. Nada, no sé qué pasará. Hoy me siento así.
Escuchá Terruño en todas las plataformas de streaming.