El cuarteto español Dorian presentó recientemente un nuevo álbum titulado Ritual. Se trata de una obra que enlaza con la discografía previa, pero da un paso más hacia las letras sociales, con un sonido mutante aunque característico y referencias literarias a flor de piel. Además, cuenta con las colaboraciones de Ana Mena, Lido Pimienta y Youthstar.
La agrupación española se prepara para visitar Buenos Aires y dar un show el jueves 6 de octubre en Niceto Club. Indie Hoy habló con el cantante y compositor catalán Marc Gili acerca de su nuevo álbum, el momento en que se encuentra la banda y fenómenos como el feminismo en España, la gentrificación y el escenario postpandemia.
¿Qué significa Ritual para Dorian?
Es un álbum que trata de establecer un diálogo musical e intertextual entre Europa y América. Nos interesaba hacer una colisión entre ambos continentes y coger lo que más nos apeteciera de cada uno de ellos. Jugar, retorcer estilos, conectar. Hemos seguido el ejemplo de lo que hicieron bandas como Mano Negra y The Clash. Estoy seguro que con Ritual hemos iniciado un nuevo camino musical que nos dará muchas alegrías. En definitiva, vamos a seguir investigando en esta relación de ritmos, sonoridades e instrumentos.
Ese cruce intergeneracional, entre distintas tradiciones musicales, es alimentado por las nutridas participaciones en el disco: Pimp Flaco, Lido Pimienta, Alizzz…
Pues, las colaboraciones son tan eclécticas como el propio álbum. Queríamos que Ritual estuviera lleno de talento y que éste procediera de distintas escenas musicales, para enriquecerlo lo máximo posible. Hemos cogido mucha influencia de la música europea de baile: el ítalo disco, el synth pop, el pop electrónico. También está presente, como siempre en Dorian, la new wave.
En “Libre” hay una exploración de la chacarera, ¿de dónde surgió esa influencia?
Es una canción que hicimos junto a la gran renovadora de la cumbia colombiana, Lido Pimienta, construida en base a la chacarera argentina. Encima del beat le metimos los sintetizadores y su magnífica voz, y creamos algo hermoso, diferente y especial. Habíamos escuchado antes el género, pero fue Lisandro [Montes, compositor y productor] quien empezó a construir la canción con esa base tan marcada, tan tradicional. De hecho, hemos traído instrumentos de chacarera a España para poder tocarlos en los shows. No van a ser grabaciones, sino que los ejecutaremos nosotros mismos en los shows.
Entre la primera y la última canción del disco emerge como hilo conductor la oralidad: la enunciación no-musical abre y cierra el disco.
Es la cultura del sampling propia del hip hop. En Ritual hay varias canciones construidas en base a samplers de voces de distintos idiomas. Tenemos presencia de portugués, inglés, francés, catalán y ruso. Si bien el español es el idioma principal, este crisol de lenguas está en el álbum. Nos interesaba explicar, también desde el lenguaje, que vivimos en un mundo cosmopolita cada vez más abierto y mezclado, como nuestra música. Humildemente, hemos tratado que la persona que lo escuche viaje por el mundo.
Otro vector de la obra es la literatura, presente con la referencia a Cien años de soledad, mencionado en “Dos vidas”.
Como amantes de la literatura, de vez en cuando nos gusta soltar pequeñas pistas sobre nuestras querencias, jugar con nuestro público, soltar guiños. Si tú conoces ese autor o esa novela, te va a hacer gracia encontrar la referencia… y, si no la conoces, no pasa nada. La letra funciona y se entiende perfectamente sin eso.
Siguiendo por esa vía, Ritual funciona como un ensayo crítico sobre la realidad, con un mensaje fuerte en distintas estaciones.
Sin dudas, hay mucho mensaje. Y que no se entienda mensaje como adoctrinamiento, sino como propuesta de pensamiento, un punto de vista sobre el mundo. Por eso, los samplers son como una radio que te está hablando. De alguna manera, salimos del personaje, y es otro el que está soltando una consigna. Es como tener un megáfono en una manifestación.
Y en el plano musical, pareciera seguir la lógica planteada por el dúo argentino Matilda: “bailar es una forma de pensar”.
Ahí entroncamos con la idea del contrapunto, una técnica muy poderosa en el arte. Como cuando The Velvet Underground cantaba una baladita con una voz dulce, pero estaban hablando de pasarse tres días sin dormir o de sadomasoquismo. Tiene más fuerza que una canción hablando de lo mismo con un tío berreando, gritando super agresivo. Nick Cave lo utiliza también, como lo hacía Pablo Picasso en sus cuadros. Cuando junto una música de baile con un contenido más propio de un cantautor o de un cantante de rap, se crea un desgarro. Se abre una brecha de luz, porque estoy provocando la colisión de dos conceptos que no tienen que ir juntos: el baile y el pensamiento. Es algo con lo que hemos jugado mucho en el pasado, pero en Ritual se hace más patente que nunca. Ritual es, además, un álbum postpandémico. Han pasado muchas cosas en el mundo en los últimos años, y como letrista no me apetecía hablar de mi entorno directo. Preferí girar el telescopio hacia la sociedad. Parte de este ritual constituye una especie de mirada al paisaje después de la batalla contra el COVID. ¿Qué ha quedado como sociedad? ¿En qué punto estamos? ¿Hacia dónde vamos? En este sentido, ha salido un álbum que habla de feminismo, del bullying que sigue sufriendo la comunidad LGTBIQ+, y de la gentrificación. Habla del peligro de un mundo que se ha abandonado a las pantallas, a la imagen, a la fotografía, al video, y se ha olvidado del texto y la profundización en los libros. De eso habla “Mundo perdido“. Ritual lanza una mirada crítica a la sociedad, aunque no nihilista. Una mirada constructiva, positiva. Es un álbum donde lo social, el nosotros, ha ganado el protagonismo al yo en las letras. Quería hablar de la comunidad, de los pueblos, de las sociedades. Sobre lo que nos preocupa y todavía tenemos que mejorar.
Un ejemplo de esto es “Tornado“.
“Tornado” habla de la crisis financiera del 2008, de la pandemia y de la gentrificación. La gentrificación es una de las grandes plagas que sufren las ciudades, entre ellas Barcelona. Es la especulación con la vivienda en los barrios populares, con la finalidad de convertirlos en barrios boutique donde poner hotelitos para que los disfrute la gente de afuera.
Otro punto alto en este sentido es “Techos de cristal“, un nombre que lo dice todo…
“Techos de cristal” es una canción feminista, pero intenta ir un pasito más allá. No es simplemente una reivindicación de la igualdad entre varones y mujeres, eso lo damos por hecho y tendría que ser una realidad. Apostamos por un mundo en donde el empoderamiento definitivo de la mujer se haya producido en las posiciones de poder a lo largo del mundo. Que enseñe a los hombres a comunicarse de forma no violenta, sin ego, sin testosterona. Como lo hacen las presidentas de Nueva Zelanda y de Finlandia, que están en lo más alto de la política mundial, enseñándole a los hombres a hacer política de otro modo.
¿Cómo es la situación de las mujeres en los escenarios españoles?
La discusión es exactamente la misma que en Argentina. Se ha hablado mucho de los cupos, pero la realidad es que cuesta que los programadores sigan incrementando el número de mujeres en los carteles. Las chicas son guerreras y han estado dando lucha en España. Bad Gyal, Rosalía y muchísimas otras artistas han tenido gran éxito en los carteles de los festivales. Pero cuesta darle oportunidades serias, por ejemplo, a un grupo de chicas. La artista solista lleva una industria detrás y vende boletos, pero cuando unas chicas están montando una banda cuesta que les den la misma visibilidad que a un grupo de chicos. Ahí está la discusión. Creo que hay que darle más visibilidad a las mujeres en los carteles, es una protesta que surge cada verano.
Escuchá Ritual de Dorian en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).