En plena crisis del COVID-19, cuando la realidad empezaba a parecerse cada vez más a un capítulo de Black Mirror, hubo una frase que se convirtió en leitmotiv, incluso hasta en un imperativo: hay que reinventarse. En eso mismo andaba Emeli Sandé antes de que estallara la pandemia, por lo que esos meses de introspección forzada no hicieron más que profundizar su proceso. Pese al aislamiento y lo incierto del contexto, tuvo el temple suficiente como para no dejarse vencer por el desánimo. “Empecé a pensar que no tenía un propósito, por suerte le encontré la vuelta y me volví a enamorar de la música“, dice con notorio entusiasmo la estrella pop en conversación con Indie Hoy. En aquel momento estuvo a punto de abandonar su carrera y volver a sus estudios de medicina. No llegó a ese extremo, pero sí a una conclusión: después de una década dentro de la industria, sus prioridades habían cambiado.
Como primera medida, decidió distanciarse de los grandes sellos y publicar su cuarto álbum de estudio a través de Chrysalis Records, una discográfica independiente. “Quería tomar ese riesgo y hacerme responsable, sea cual fuere el resultado”, asegura. Y el resultado fue nada menos que Let’s Say for Instance, un inspirador laboratorio sonoro que además de documentar este proceso de empoderamiento, también retrata el comienzo de su relación con la pianista clásica Yoana Karemova. Algo que la cantautora escocesa ya había anticipado con el videoclip de “There Isn’t Much”, una suerte de declaración de amor cargada de épica queer, y que a fines de marzo decidió hacer público mediante un posteo en sus redes sociales. Esta revolución personal le marcó el pulso a los 16 tracks que componen el álbum, donde Sandé se permite incursionar en territorios poco explorados en sus producciones anteriores, como el uso del vocoder o la música clásica, y hasta recupera el pulso jungle más cercano a sus primeras épocas.
¿Qué factores influyeron en tu decisión de trabajar con una discográfica independiente?
Firmé con el sello Virgin siendo muy joven, fueron diez años donde obviamente aprendí muchísimo sobre la industria y sobre mí como artista. Sabía que esta decisión implicaría perder ciertos privilegios o lujos que vienen asociados a trabajar con un sello grande, pero llegué a un punto donde sentí que la pasión de ambos lados se había terminado. Y también necesitaba ser más dueña de mi música. Poder tener los masters, por ejemplo, era algo muy importante para mí en esta nueva etapa.
Además, en este nuevo trabajo tuviste mayor control en la producción, y ampliaste tus horizontes musicales. ¿Necesitabas sentirte más libre también en ese aspecto?
Quise darle al oyente un panorama completo de quién soy musicalmente. Mis primeros álbumes forman una trilogía que se cerró, y Let’s Say for Instance viene a inaugurar un nuevo capítulo. Cuando arrancó la pandemia tenía varias canciones que siempre había querido poner en un álbum, como “There Isn’t Much”, “World Go Round” o “Wait for Me”, pero por una u otra razón no encajaban, o al sello no le convencían, así que esta vez me di el gusto de hacer lo que yo quería. Fue muy liberador no tener compromisos en ese sentido.
El amor te sorprendió en medio del proceso, y eso terminó moldeando buena parte de las composiciones. Pero el disco es ante todo una oda a la resiliencia. ¿Lo concebiste desde ese lugar?
Todo viene de un lugar muy honesto, y quería compartir esos nuevos sentimientos de empoderamiento que descubrí, inyectar esa energía en la vida de la gente de una u otra manera. Eso inspiró muchas de las letras del disco, canciones como “Brighter Days” o “Yes You Can”, por ejemplo. Por supuesto que enamorarme en medio del proceso creativo también influyó mucho en el resultado, me llevó tiempo sentir que mi corazón estaba listo y abierto para amar de nuevo. Pero incluso antes de eso, ya quería que este álbum tuviera una impronta esperanzadora.
“July 25th”, pieza instrumental interpretada por Yoana Karemova, dialoga con “September 8th”, una balada minimalista. ¿Qué representan para vos esas fechas?
Es como una historia de amor en temporadas, en cierta manera. “July 25th” habla de algo que está floreciendo y empezando, la canción la compusimos juntas y también fue lo primero que interpreté para ella cuando nos conocimos. En “September 8th”, el amor ya había madurado un poco más, y fue eso lo que quise reflejar. Mi perspectiva se vio realmente transformada por esta experiencia, y el hecho de que hayamos podido trabajar juntas en el disco también es parte de eso, fue como cerrar un círculo.
Sos hija de padre zambiano y madre inglesa, y tu infancia transcurrió en Escocia. ¿Cómo influyó ese entorno multicultural en tu forma de encarar la música?
Siempre me hizo sentir una ciudadana del mundo, me abrió la cabeza en ese sentido. Antes me pesaba un poco esta sensación de no poder identificarme con una única cosa, pero una vez que dejé de luchar contra eso abracé el hecho de que puedo tener todas esas influencias, y eso no es algo de lo que avergonzarse. Crecí con la música africana de mi papá sonando en el auto, tenía el pop británico de mi mamá, los grandes cantantes de música americana que mi papá también amaba, y la música tradicional escocesa. Eso me permitió explorar cualquier género que quisiera, nunca me sentí limitada ni pensé que debería hacer música negra, o porque estoy en Gran Bretaña tengo que hacer tal o cual cosa. En cierto modo, me dio vía libre para tomar influencias de cualquier parte del mundo.
Al hacer pública tu relación con Yoana, diste otro paso importante. Eso también es parte de abrazar tu identidad.
Sí, me pareció que era algo para celebrar, ahora siento que puedo ser como soy en todos los aspectos de mi vida. Pero lamentablemente eso sigue siendo una batalla para muchas personas en todo el mundo, no sé cómo sería si fuese a Zambia ahora, por ejemplo. Espero que esto ayude de alguna manera a que haya más libertad e igualdad.
Antes de dedicarte a la música estudiabas medicina. El disco tiene una impronta sanadora, así que en cierta forma lograste unir ambas pasiones.
Ojalá que así sea. El mejor sentimiento es cuando ofrecés algún tipo de sanación a la gente, o le transmitís esperanza a través de tu música. Durante la pandemia pensé “si hubiese seguido con medicina ahora podría ayudar más”, y ese pensamiento me hizo querer hacer un álbum que tuviera en cierta forma una impronta sanadora. Y que a la vez sea espiritual, porque siempre pensamos en el cuerpo, los medicamentos… ese es el acercamiento a la sanación que suele prevalecer, pero hay un elemento espiritual muy fuerte que también tiene que ver con recuperarse y sanar.
¿En qué momento lo espiritual empezó a influir en tu perspectiva?
Cuando era joven disfrutaba leer la biblia. Descubrí que había palabras muy poderosas ahí, y eso expandió mi entendimiento. Ahora sigo aprendiendo cada vez más al respecto, estoy tratando de entender el universo desde un lugar más profundo. Mi hermana también tuvo mucho que ver en esto, es alguien que sabe ver más allá, y no cae en esas manipulaciones que suelen limitar el pensamiento. Su visión mantiene mi perspectiva, siempre me marcó que lo que hago va más allá de la industria, que la música es para la gente.
Describís esta nueva etapa como un auténtico renacer. ¿Sentís que Let’s Say for Instance logra reflejar tu versión más auténtica?
Todos cuando tenemos 23 creemos que ya sabemos todo, pero a medida que pasa el tiempo la vida te va poniendo más responsabilidades y desafíos, ahí es donde tenés que aprender acerca de vos en un nivel más profundo. Los últimos dos años con la pandemia, que no se podía salir a ningún lado, ahí fuimos forzados a mirar adentro nuestro, ponernos frente al espejo y cuestionar quiénes somos, qué queremos, si nos perdimos en el camino, y esas cosas. En lo personal, siento que ahora tengo una mejor percepción de mí misma, y espero que eso se refleje en todo lo que hago.
Escuchá Let’s Say for Instance de Emeli Sandé en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).