Santiago Motorizado avisa por WhatsApp que se va unas semanas al sur y que a la vuelta se podrá hacer la entrevista. Solo eso. Parecen unas vacaciones comunes y corrientes buscando sobrevivir a base de frío y temperaturas razonables. Pasan 15 días. Una vez que aterriza en Buenos Aires, cuenta que llegó hasta la cima del Volcán Lanín con un grupo de amigos y desconocidos. ¿Un volcán? ¿Esas fueron sus palabras? En algún lugar, de pronto, está sonando la canción de Los Encargados, “Sangre en el volcán”, donde dice: “Carne de cañón/Sangre en el volcán/Que siga el sacrificio”. ¿Habrá sido así?
Wikipedia informa que el Lanín es un volcán que aún está activo y que llegar a esa cima es un esfuerzo impresionante, una odisea. Son 3.700 metros cuesta arriba. Entonces la respuesta flota en el viento: no fueron unas simples y apacibles vacaciones, más bien todo lo contrario: fue un intento de buscar el riesgo y los límites del cuerpo cuando se enfrenta a la naturaleza. Sin embargo, ahora acá está sano y salvo Santiago, cantante y bajista de El Mató a un Policía Motorizado, buscando nuevas y mejores aventuras en tierra firme.
Tiene sentido este viaje para ver de cerca el corazón lleno de lava de un volcán porque en el último tiempo a Santiago Motorizado le tocó vivir unas cuantas aventuras que, quizás, se equiparan a esta travesía. Por ejemplo: con El Mató sacó una canción, “Espacio vacío”, junto a la banda española Carolina Duarte; hizo un feat precioso con la banda uruguaya Niña Lobo en la canción “Fin de año”, produjo a la cantante española Amaia Romero, compuso la banda sonora de la película La muerte no existe y el amor tampoco de Fernando Salem, colabora para la música incidental en el relanzamiento de Okupas y este año se puso a trabajar en su disco solista. Y mientras tanto: una pandemia mundial. Hay mucho para dialogar con Santiago Motorizado.
Ahora que entramos en el segundo año de la pandemia y que en Día de los muertos abordaron el apocalipsis, ¿cómo te llevaste con el aislamiento, el encierro, el barbijo, el distanciamiento social? ¿Esto es un apocalipsis?
La primera parte de la cuarentena era medio parecida al apocalipsis. Había más miedo y la gente no salía a la calle. Me acuerdo de ir a dar vueltas con el perro y ver la ciudad desierta. Vivo cerca de la calle 12, en La Plata y cerca del centro, y es un lugar donde suele pasar mucha gente y no había nadie. Lo vi como un apocalipsis. Esa primera etapa la disfruté. Eran una especie de vacaciones extrañas donde había incertidumbre, donde nadie se la tomaba en serio o pensábamos que iba a terminar rápido. Me acuerdo que aplaudíamos a los médicos, algunos ponían el himno. Todo era simpático. Para los que tenemos casa y comida, por lo menos. Los que no tienen esa suerte viven una incertidumbre constantemente que no tiene nada de simpático, y para ellos siempre se van sumando nuevas incertidumbres.
¿Salís de la pandemia con música nueva?
La primera etapa de la pandemia lo tomé como un descanso. Veníamos de hacer una gira por España que fue intensa. Venía bien relajarse y descansar. Eso, por supuesto, se fue extendiendo. Y también lo fui asimilando porque pude disfrutar cosas por afuera de la música: ver películas, series que tenía anotadas, leer libros. Eso lo disfruté mucho. Estuve encerrado con Morita y mi perro Ricardo y estuvo bien. Me acuerdo de salir al sol, a leer al patio y era una especie de retiro espiritual. En un momento empecé a pensar en la parte creativa. Uno siempre añora tener un momento de paz para darle al desarrollo creativo su tiempo. Pero la verdad es que cuando sentí que tenía que aprovechar ese momento de pausa sentía que no aparecía nada. No sé si por falta de inspiración, por llamarlo de alguna manera, o por la incertidumbre frente a la proyección en el tiempo. Entendí que uno hace las cosas para mostrarlas o que eso derive en algo nuevo. Y eso no estaba en el horizonte. Una parte de mi cerebro se trababa al sentir que lo que hacía no tenía ese sentido que era a lo que estaba acostumbrado. Me desmotivaba. Después aparecieron algunas invitaciones para hacer música para series y cosas así y ahí se destrabó todo. Las cosas aparecieron de golpe ya que ese trabajo necesitaba cierta urgencia. Surgió con la motivación de algo concreto en el horizonte.
¿Cuándo hablás de series te referís a Okupas?
Me invitaron a hacer unos pequeños reemplazos en la música incidental de Okupas. Fue, y es porque todavía no lo terminamos, muy placentero y divertido. Okupas para mí es la obra más grande que se hizo en Argentina y está en el top mundial cuando hablamos de series y miniseries. Estoy muy feliz de ser partícipe de este modo. Son esa clase de trabajos que de tan emocionantes es posible que te paralicen un poco. Y hacer el trabajo en La muerte no existe y el amor tampoco, la película de Fernando Salem, me ayudó un montón. Pude encarar lo de Okupas con cierta experiencia. Fernando al invitarme me cumplió un sueño que era componer música para una película. Y, además, es una película que me pareció extraordinaria. Sentí que mi música podía acompañar su imaginación. Fue un trabajo a partir de la buena comunicación que tuvimos. Y eso hizo que saliera de algún modo fácil. Él tenía todo muy claro y me ayudó en cada paso. Tuvo su complicación también. Pero cuando uno lo hace con ilusión, cariño y emoción todo va como piña.
Estrenaron una película vía streaming con El Mató.
Más que una película fue como esos especiales de stand up que hay en Netflix. Algunos tienen como una intro medio ficcional. Un poco eso fue: nosotros actuando mal tratando de ser graciosos, pero nos divertimos. Este especial es un show de nosotros que hicimos especialmente para México y Estados Unidos en esos momentos duros de la cuarentena donde no se podía salir a ningún lado.
“Espacio vacío” es la primera colaboración de la banda en bastante tiempo.
La grabamos en unos días libres que tuvimos en la última gira que hicimos en España. Una gira intensa porque fueron muchos recitales en pocos días. Salió bárbaro. Nunca habíamos hecho tanta maratón de conciertos. Nos la bancamos bastante bien porque cada vez estamos más viejos pero todavía tenemos energía. El más llorón soy yo porque me quedo sin voz. Grito mucho en los conciertos. Pero zafé, llegué hasta el último recital. En unos días libres surgió esta posibilidad de grabar con los Carolina Durante que es una banda de España que la están rompiendo y son unos genios, muy buenos tocando en vivo y haciendo canciones. Lo que más admiro es que, en este contexto donde impera la música urbana, ellos pudieron captar mucha gente joven haciendo rock. Y como fan del rock me genera una simpatía extra. Una especie de guerrilla frente a un contexto que pasa por otro lado a nivel estético. No es una competencia de una cosa contra la otra. Pasa que el rock se está reinventando constantemente y en este momento Carolina Durante son quienes llevan esa bandera. Y Niña Lobo es una banda de Uruguay que conocí el año pasado y me hice fan. Conectamos enseguida. Ahora es todo inmediato, fluido. En este caso ayudó. Lo hicimos todo por internet, ni siquiera las vi en persona.
¿Qué representa para una banda independiente tener un hit como “El tesoro”?
Estoy contento que la canción haya llegado a tantos lugares, que abrió puertas de entrada a un montón de gente nueva al universo de El Mató. Eso lo notamos y lo celebramos porque nos permite llegar a vivir nuevas aventuras. Para mí eso es lo más divertido de hacer todo esto. Ahora vivimos en un mundo donde las estadísticas están a nuestro alcance. Uno puede ver la cantidad de escuchas en todas las plataformas y confirmar esa relación de la obra con el usuario. Uno cae en la tentación de ver cuán bien le va a tu obra. Es extraño, y a la vez divertido y muy adictivo. Genera una relación extraña con la obra eso, no es bueno para el arte ni para las relaciones ni para las personas. Hoy en día, un comentario en Twitter se lo considera mejor porque tiene muchos likes y retweets. Y si uno lo analiza superficialmente se da cuenta enseguida que los tweets más exitosos son los más tontos. Entonces esa distorsión que genera nuestra forma de relacionarnos también afecta a cómo concebimos el arte, cómo concebimos la idea de éxito, de mostrarnos, de mostrar nuestras obras, de mostrar nuestras oscuridades. O nos dejamos llevar por el algoritmo donde impera la buena onda y una dictadura de la felicidad donde cualquier cosa disruptiva, oscura o contradictoria no es muy bienvenida. A veces se extraña cuando el arte, las poesías, las canciones, eran ese lugar para que afloren esos otros sentimientos que no estaban en el cotidiano. Ahora parece que todo el tiempo hay que estar en sintonía con un mensaje de alegría y buena onda. Y eso viviendo en un mundo que cada vez es más injusto y más pobre, que se va desmoronando por más que Instagram muestre un mundo donde todo es hermoso y de colores. Hay un mundo más allá, donde todo es horrible. El arte a veces está para no hacernos olvidar de esas cosas. El arte y las redes sociales parecen convivir de un modo extraño. Salen cosas buenas de las redes sociales, no lo niego, pero creo que en el equilibrio final ganan los malos.
¿Qué relación tenés con la palabra “éxito” y con la palabra “fracaso”?
Un éxito en el arte, según mis parámetros, es llegar a ese lugar donde uno intenta llegar con una pieza artística más allá de la repercusión que tenga. Y uno sabe que el artista quiere que eso genere una repercusión. El éxito está en esa obra que llegó a un punto y genera una satisfacción que está por afuera de la resonancia que logra. Obvio que la idea de éxito que se maneja tiene que ver con lo comercial. Ese es otro tipo de éxito que celebro pero ya no dentro de la esfera del arte, sino dentro de la esfera del mundo capitalista. No estoy más allá de todo, las cosas me afectan. Hay días que soy más sabio y hay días que no. Pero trato todo el tiempo de repetirme que la verdad de las cosas o eso que me movió de chico y me llevó hasta este lugar era esa idea pura de buscar la verdad en el arte y que no está en las otras experiencias de la vida. Y quizás nunca terminemos de entender bien, pero en la búsqueda está esa cosa parecida a la felicidad.
¿Estás trabajando en tu disco solista? ¿Con quién consultás las ideas?
Hace cuatro años empecé a grabar un disco solista que después abandoné. Hace poco volví a escuchar ese material y no me gustó. Este año lo encaré de vuelta. Consulto mucho con Pipe Quintans, baterista de 107 Faunos y cantante de Super 1 Mundial. Con Tom Quintans [de Bestia Bebé], que me acompaña siempre tocando todos los instrumentos, también hablo mucho. Y Pipe es un gran productor y hace bien un montón de cosas. Además hablo con Eduardo Bergallo que trabaja con nosotros en El Mató desde hace unos años. Con ellos consulto todo lo de este disco, y recién estamos grabando las bases y desarrollando cosas para tratar de terminarlo cuanto antes.
¿Cómo es el presente de El Mató?
Con El Mató estamos soñando con que los recitales vuelvan a ser como antes. Porque en los conciertos con sillas y eso se pierde un poco el espíritu celebratorio que significa un show nuestro. Mientras tanto, estamos grabando algunas canciones que nos pidió Bruno Stagnaro para Okupas. Sobre todo son canciones de la trilogía. Hicimos versiones de nuestras canciones pero respetando bastante de las originales. Le dimos un nuevo aire.
Con esta pandemia mundial totalmente inesperada y demoledora se resignificó la idea de futuro. ¿Tenés planes para el futuro? ¿Pensás en el futuro? ¿Te interesa el futuro?
Pensé mucho en la pandemia. Pensé en mi vida de nuevo. Estuvo bueno frenar esa dinámica vertiginosa con la que venía y darme cuenta de algunas cosas que estaba haciendo mal, algunas cosas que no estaba haciendo y tenía que hacer. Eso me sirvió mucho. No pienso tanto en el futuro. Por ahí cuando ahorro pero no estoy ahorrando para nada en particular, sino por las dudas. Trato de vivir este presente extraño y de disfrutar la vida tanto como se puede. Sé que es un lugar común pero ahora lo siento un poco más. Tengo ganas de aprovechar el tiempo y de hacer cosas que no venía haciendo. Salir a pasear, ir a fiestas. Viví encerrado muchos años y me di cuenta que me gusta salir y conocer gente nueva y estar con mis amigos. También hacer cosas impensables como subir a un volcán, que fue una burbuja de fantasía y hermosa. En otro momento no lo hubiera hecho por timidez y fue uno de los mejores viajes de mi vida. Eso quiero, hacer más de esas cosas, que me hagan sentir bien.
Escuchá a El Mató a un Policía Motorizado en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).