El recuerdo de un viejo amigo que murió tocando sobre el escenario se mezcla con el orgullo de haber sido director de una de las integrantes de Kill Flora. Al frente de Eterna Inocencia, o ante el alumnado del prestigioso Eduardo Holmberg -colegio alemán donde ocupa el rol más alto-, Guillermo Mármol transmite una filosofía esperanzadora de generación y generación. Un mensaje claro y prolífico que engloba una infinita pureza, ya sea perpetuado entre instrumentales emocionales y líricas existenciales, o enseñanzas de tiza efímera borroneadas en el pizarrón al culminar cada jornada escolar.
Su mirada es tan triste como muchas de sus canciones. En la desilusión de unos ojos negros y apagados chispean los disparos de un ejército de testarudos -y redentores- que sueña, que se desangra en piel y alma por un mundo mejor. Rápidamente, su oratoria eclipsa cualquier impresión melancólica; se oye a un hombre tranquilo con tanta calle como biblioteca. A corazón abierto, pone de manifiesto el valor necesario para proclamar los intereses colectivos de ayer, hoy y mañana con la prudencia, responsabilidad y convicción de que la lucha es siempre contemporánea. Sin importar cuándo se lea esto.
En sus inicios, la agrupación quilmeña saltó todo tipo de barreras edificadas por la caricaturización teórica del punk rock junto a distintas bandas hardcore, o “jarkore”, como preferían denominar el movimiento underground que tiñó la resistencia noventista argentina. Vale recalcar que alejarse de lo establecido, incluso por sus mismas fuentes de inspiración, fue una actitud bastante punki y en todo momento lo será.
A diferencia de cualquier estereotipo, Eterna Inocencia hizo un giro de 180º expandiendo la mirada más allá del panorama anglosajón, pero con un ojo en la espalda parpadeando a fuerza de distorsión. Desde Punkypatin (1995) hasta Las palabras y los ríos (2004), pasando por Días tristes (1997) y A los que se han apagado (2001), la banda propagó su espíritu transgresor disco tras disco, con la energía y velocidad de una máquina a vapor dispuesta a estrellarse contra la próxima estación.
25 años después, la discografía de Eterna Inocencia permanece convalidada por una percepción espinosa que cuestionaba la realidad sociopolítica del momento, mientras denunciaba la represión física, emocional y moralizante que gobernaba a la vuelta de la esquina. Esto se debe a la férvida y nostálgica honestidad que subyace en las doce piezas de No bien abran las flores (2022), un álbum postpandémico con una sensata colección de sentimientos y meditaciones que representa el renacimiento del actual quinteto.
“La metáfora no deja de ser una expresión de los tiempos duros que vivimos -cuenta Mármol en conversación con Indie Hoy acerca del noveno álbum de estudio-. El aislamiento nos permitió valorar aspectos de la vida cotidiana que quizás resultaban triviales, y de hecho ahora en la vuelta a la normalidad, se deja de lado la reflexión de lo que fue un impedimento. El impedimento de un abrazo, el impedimento del contacto, el impedimento de celebrar momentos juntos, el impedimento de acompañar momentos duros. Todo eso lo vivimos como sociedad a modo de acontecimiento inédito en términos contemporáneos. La flor significa el deseo de lo que vendrá, y eso que viene va a ser mucho mejor”.
Cuando la perspectiva adolece de una épica alternativa, se suele pensar que la dualidad del nombre “Eterna Inocencia” es un impedimento lógico al nivel de “fuego helado”, un oxímoron sagrado de la poesía under. Sin embargo, crecemos y recapacitamos; aprendemos que tocar el hielo en su máximo estado de dilatación térmica también hace arder las manos.
¿Cuál es el primer punto en el que te gustaría posarte para hablar sobre No bien abran las flores?
El primer punto en que yo me posaría es en lo que nos cuesta a nosotros como banda cada vez más hacer discos de larga duración. De hecho, en el mercado no es algo vigente. También en cuanto a los singles que publicamos como adelanto, pero que traían un lado B. Hay una canción que se llama “Danilo”, está dedicada a un amigo que falleció tocando en un escenario. Era cantante de Os Mocos, eso le pasó en Junín. Fue hace tres años atrás mientras tocaba con su última banda que se llamaba Conejo Pendejo. Siempre fue de girar por los pueblos haciendo microrebeliones y, en general, son pueblos muy conservadores. Os Mocos sentó un precedente muy potente. Tuvo un ACV tocando. Por eso la letra dice eso: “Tocando cayó mi amigo, cual profeta de un estilo que él mismo forjó, sembrando por pueblos de tierra adentro, cimientes que protejan nuestros sueños”. Después dice, “Y ahora sé que me equivoqué, ¿cómo no te abracé más?”. Lo digo ahora y me pongo a llorar.
Recuerdo haberlo visto en Bragado durante un show donde teloneaba a Boom Boom Kid. Conejo Pendejo fue invitado a cantar mientras Nekro hacía su número surf entre la gente, sin importar que éramos menos de 40 en total.
Con Nekro éramos muy amigos de Danilo y además crecimos escuchándolo. Él era de Bragado, y cuando entrás a la ciudad hay una estatua de un caballo en la puerta. La historia dice que fue el potro salvaje que no se dejó domar, y que se tira por un barranco porque ama la libertad. En la letra trazo una analogía entre el caballo y Danilo como un centauro de una pampa ingobernable. Danilo el mejor de todos, fue la mejor manera de contarle a todo el mundo ese potencial.
¿En qué sentido el camino recorrido por la banda está ligado al trasfondo conceptual de No bien abran las flores?
Eterna es una banda que ya tiene más de 25 años, no saca obras todos los días. A mí me cuesta un huevo escribir, me cuesta muchísimo. Y también siento que no quiero decir boludeces, ni banalidades. Quiero ser cuidadoso, asertivo. Siento que tengo una responsabilidad que la gente en alguna forma espera con cierta expectativa también. Ven parte de la lírica como algo que está consustanciado con la música, y eso me demora en un sentido de responsabilidad. Ir encontrando las palabras justas para cada una de las canciones hizo de alguna manera que nos demoráramos todo este tiempo. Sin embargo, estamos contentos que entregamos un fiel reflejo de lo que en este momento intentamos transmitir. Tuvimos muy buena repercusión de la gente cuando salió. El disco aparece en el momento cuando los árboles están floreciendo. La gente cuenta que va escuchando el disco por la calle y se encuentra con que varios árboles están en flor. Hay una conexión con el ambiente, y la obra cierra con totalidad.
Detrás de la melancolía, hay un mensaje esperanzador muy poderoso en el disco. Y es algo que siempre estuvo latente en la banda. También hay una incursión hacia otros sonidos ligados al post punk y new wave de los ochenta.
Siendo honesto, recibo muchos mensajes de la gente diciéndome que estuvo llorando con tal canción. Con total transparencia, tengo que admitir que eso también me sucedía a mí mientras escuchaba la parte más primitiva que fueron los demos. Me pasó muchas veces estar escuchando esas versiones en el auto y que me brotaran las lágrimas. El disco tiene muchas reminiscencias de otros discos de Eterna, pero también se aventura en otros terrenos que para nosotros no son desconocidos. Nuestra ruptura fue a través del punk, ahí asociás bandas como Bad Religion, NOFX, junto a las de antes, Ramones, Sex Pistols o The Clash. Pero antes que todo eso, la influencia de nuestros hermanos mayores que escuchaban Joy Division, The Cure, Einstürzende Neubauten o New Order. Ahora sentimos que es un estilo de música que sabemos tocar porque lo escuchamos desde nuestra niñez. Lo tenemos internalizado en el alma. También tiene que ver que somos una banda vinculada al punk y al hardcore. La otra vez nos reíamos pensando que quizás recién ahora estamos haciendo la música que queríamos hacer en tiempos pretéritos y no podíamos porque no sabíamos. No teníamos horas de vuelo como músicos. Y ahora por experiencia empieza a brotar, pero también por conocimiento del terreno que estamos transitando.
En Eterna Inocencia se reconoce uno de los pilares del hardcore local. ¿Qué significa para vos haber transitado durante tanto tiempo ese movimiento contracultural?
Había escuchado mucha música que me aportó mi hermano más grande, la vertiente del punk de la Costa Oeste de Norteamérica. Era otro punk diferente a Sex Pistols, The Clash o Ramones, que ya los teníamos re escuchados. Acá en Argentina tuvimos la misma réplica con todo lo que fue el Buenos Aires Hardcore. Yo no llegué a vivir puntualmente su momento de mayor auge, ingresé como muchos otros sobre el final. Un momento de diáspora que se daba donde empezaban a describirse distintas vertientes. Algunas más politizadas, más hacia el lado del anarquismo, otros focalizaban hacia la salud y la defensa de los derechos de los animales. Fue muy productivo todo eso, porque nos mantuvo en un momento muy alertas e informados. Éramos chicos de entre 16 y 22 años. Ese momento fue importante como herramienta para analizar todo lo que sucedió, como fue la explosión de un modelo en el 2001. El hardcore y el punk ya venían manifestando un inconformismo con eso, y quizás los chicos que crecieron en los noventa, que escuchaban bandas más masivas como Nirvana, pero nosotros creo que estábamos más pegados al under desde otros lugares. Con una correspondencia que funcionaba de manera aceitada, pero igual era una correspondencia analógica. Es decir, no era inmediato como hoy porque en definitiva era escribirse cartas, y eso tenía que cruzar un océano de manera física. Muchas veces pasaba un continente entero y llegaba con un montón de información. Hace poco empapelé toda una habitación donde tengo la placa para hacer música, la guitarra, y es donde mis hijos juegan con las compus. Todo eso lo empapelé con flyers. Es alucinante, hay algunas cartas que pegué también. Circulaba buena información de mucha utilidad.
En aquel momento no se contaba con una herramienta fundamental para los artistas en nuestros días como son las redes sociales. ¿Cuál es tu apreciación acerca del impacto de las nuevas tecnologías?
Tiene aspectos positivos y otros que son mejorables. Creo que como aspectos positivos es que si uno se compromete con las herramientas puede sacar provecho, si tenés las posibilidades. Nosotros ahora grabamos nuestros propios discos, antes no teníamos la posibilidad de hacerlo. También me parece que está muy inmediata la posibilidad de emitir opiniones sin reflexión, no hay ningún tipo de filtro en cuanto a las formas de decirse las cosas. En la presencialidad es diferente. El teléfono y la posibilidad de responder desde lo visceral es un poco un garrón, pero el saldo es positivo. Nosotros podemos difundir la propuesta hoy, Eterna Inocencia es muy cuidadoso en lo que transmite y en cómo lo transmite. No hay un abuso de las redes, hay cierta intermitencia que tiene que ver con nuestra propia cotidianidad. A nosotros nos funciona muy bien esta forma y está muy conectado con nuestros principios. No todos tienen las mismas posibilidades, hay un montón de limitaciones. Para aquellos que pueden comprometerse, ya no dependen quizás de otro para poder hacer conocer la obra, y ese es un paso fundamental.
Ustedes, al igual que Fun People, expusieron temas que en su momento eran tabúes tanto en el under como en el mainstream y hoy están en boca de todos, desde la lucha por el aborto legal a la consciencia contra el maltrato animal. ¿Qué recordás de lo que significó ese choque dialéctico?
Cuando todos esos temas se masificaron, nos permitió reconocer el terreno en el cual se daban las discusiones. Siempre recuerdo que una vez leí en algún lado la diferencia entre conocer y reconocer. Parece una boludez, pero justamente cuando vos reconocés, volvés sobre algo que ya conociste. Entonces, conocer requiere todo un esfuerzo. En el reconocimiento uno actúa con mayor velocidad porque ya estás sobre terreno transitado, ya se tiene la opinión más macerada. Yo venía de una familia de clase media católica, íbamos los fines de semana a la misa. Después entendí que hay muchos valores que se manejan ahí, por supuesto no todos, menos la institución, pero sí muchas cuestiones que tienen que ver con amor y solidaridad. Hay un momento en el que hay una ruptura que para nosotros es abismal. Eso también es difícil de sobre llevar hasta que más o menos podés empezar a ensamblar las piezas y hacer una lectura un poco más pausada.
“Le pertenezco a tus ojos” es una canción que para muchos de mi generación fue la puerta de entrada a Eterna Inocencia. ¿Qué se siente tocarla hoy después de tantos años?
Ese tema está bueno porque está puesto al final del disco. Es como una especie de ruptura interna, creo que es el primer tema tranqui, hecho a conciencia. Una canción de amor. El disco estuvo más cargado de un mensaje político, cultural, de separación también por esto que te contaba de cuando se empezó a dividir y a tomar distintas interpretaciones toda la escena de fines de los noventa. A mí en lo particular me causó cierta desazón. El nombre del disco se llama A los que se han apagado y al hacer “Le pertenezco a tus ojos” también trato de romper con todo eso. Pensaba que quizás no tenía que hacer canciones todas con esta carga y podía hacer una canción como esta, una canción de amor. Me trae muchos recuerdos, me gusta porque tiene una parte instrumental donde escucho a mis compañeros tocar. Me gusta también cómo lo canta la gente, como cada uno le da su interpretación. Eso es muy curioso, positivo. No sé si la palabra es que me divierte, porque hay interpretaciones de la gente que son muy duras. Me conmueve, creo que sería mejor, lo disfruto. Me pasó con el último disco, la gente lo hace suyo y tiene su propia interpretación a partir de una misma historia.
¿Qué te sucede cuando reconocés que tu poética se diversifica en diferentes interpretaciones, hasta incluso alejadas del punto de origen?
Lo que las personas te traen cuando vienen y te cuentan muchas veces tiene que ver con relaciones, puede ser con una pareja, amistades, familiares. Escuché una cantidad de cosas increíbles. Me gusta porque es una multiplicidad de percepciones, interpretaciones, de la diversidad de la condición humana. Ahora estoy en un espacio en el que por lo general lo disfruto. No me gusta nominalizarlo, a veces sí, pero regularmente no es lo que hago, para justamente reforzar la multiplicidad de miradas. Me parece que eso aporta, pero si los destinatarios de las canciones saben quiénes son, eso seguro. “Le pertenezco a tus ojos” me recuerda a una persona en particular que fue mi pareja durante muchos años, pero también una geografía que luego se profundiza en Las palabras y los ríos, por ejemplo.
Ese también fue un disco clave para la banda, ¿qué nos podés contar sobre él?
Ese disco quizás tuvo la primera intención de grabar con algunas cuestiones que no habíamos tenido en cuenta hasta ese entonces, como la batería con metrónomo. Hoy lo veo a la distancia y tiene una foto de ejecución. La banda toca con otro sustain, con otro agarre. Es un disco súper personal conectado con la geografía del cordón del Paraná, las mismas aguas que después se depositan en Quilmes, toda la Cuenca del Plata que es donde nosotros vivimos. Mi compañera de entonces era de Zárate, había una conexión directa, por eso Las palabras y los ríos básicamente.
Entre tantas historias detrás de Eterna Inocencia, el último disco cuenta con “Cuando salgo a tocar”, una canción que se entiende como una especie de manifiesto. ¿Qué sensaciones te genera?
“Cuando salgo a tocar” es un manifiesto al camino que uno elige y lleva adelante con todas las posibilidades que se abren. Por eso en un momento dice “Los amaneceres lejos de Buenos Aires”, nombra a “Las palabras y los ríos” reivindicando al disco. También está todo lo que nos acompaña; Eterna Inocencia es la suma de todo lo que estuvimos conversando, la cantidad de proyectos que escuchamos, que internalizamos, de los cuales aprendimos. Muchos de ellos eran parte de lo que hoy forman Eterna Inocencia. Aparece Ánimo, una banda de Concepción del Uruguay que sacó un disco por año, la banda de Ale el bajista, después también Opción Crucial, banda emblemática de Zona Sur de donde éramos nosotros, una banda muy face to face, esa onda californiana muy bien ejecutada, eran de Bernal, Don Bosco, ahí nomás de Quilmes. El comienzo de la canción dice eso “Acaso sin quererlo, nuestro hermano mayor, nos dio ánimo, frente a una opción crucial”, entonces recupero dos nombres de dos bandas, después se los hice escuchar a los músicos de esas bandas, un momento súper emocionante. Cuando la canción termina dice “Acá suenan, todas nuestras bandas, con nosotros están nuestros amigos”, un tributo a todos estos compañeros que estuvieron en la ruta con uno, de los cuales uno aprendió. Hoy vienen al concierto, cantan y disfrutan con nosotros cuando estamos tocando. Es un momento muy lindo en el que compartimos un montón.
Después de más de 25 años pisando escenarios, ¿cuánto perdura la noción de inocencia en la banda?
Pasé por muchas etapas con el nombre de la banda. Al principio cuando lo pusimos tenía que ver con lo que hacíamos en ese momento, que era colaborar en hogares de niños con tareas de apoyo escolar, o actividades lúdicas más vinculadas a este ámbito cristiano-parroquial. Después empezamos a andar en skate, lo cual vino con un universo musical muy marcado. El nombre nos pareció que estaba bueno, vinculado a algo que hacíamos que nos habíamos interesado genuinamente en el momento. Después tuve desinterés, hasta me parecía raro el nombre, largo. Y en el último tiempo, desde hace unos años dije “no, esto está re bueno”. Me parece que lo eterno está asociado a lo inmutable. Es muy difícil pensar otro cambio en algo que es eterno, sobre todo en cuanto al perecer. Entonces eso me parece re potente. Después, el estado de inocencia me parece una de las cosas más lindas que puede haber. Creo que nosotros de alguna forma seguimos recibiendo con cierta inocencia todo el camino que resta transitar, que nos trae buenas noticias cuando suceden cosas después de tanto tiempo. Como cuando empezás a escuchar los temas en la radio y la alegría genuina de las personas enviándote mensajes. Todo eso es parte del nombre, es estar asombrado frente a lo que resta. Después de la salida del último disco, tenemos la sensación de que todo lo que viene es bueno.
Eterna Inocencia se presenta el sábado 4 de marzo a las 20 h en XLR Club (Tribulato 449, San Miguel), entradas disponibles a través de XLR Tickets y puntos de venta. Escuchá No bien abran las flores en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).