Juana Aguirre está en movimiento. En un sentido literal: su reciente gira europea de cinco semanas y once shows —que incluyó España, Eslovenia, Países Bajos, Reino Unido y Alemania— y los preparativos para su próximo recital en Buenos Aires lo demuestran. Pero en un plano más sutil y un poco menos evidente, hay otras cosas que se están moviendo en su cabeza: nuevas herramientas, procesos que quedan obsoletos, tensiones todavía no resueltas, dudas.
Sin embargo, Juana mantiene una tesitura serena de cara a la presentación de Anónimo, su segundo disco como solista, una obra que en menos de tres meses se ha ganado el reconocimiento de la crítica, sus pares y el público a lo largo del mundo. En este contexto, la cantautora y productora argentina habló con Indie Hoy sobre el proceso de producción de sus discos y la preparación para su show este jueves 3 de julio en Deseo.
¿Qué diferencias encontraste entre los procesos de producción de tu disco anterior, Claroscuro (2022), y Anónimo?
En Claroscuro estaba muy respetuosa con todo. Sentía que estaba haciendo todo mal, que igual fue así porque grababa con ruido, frecuencias muy comprimidas o saturadas y otras cosas a solucionar en la mezcla. Son cuestiones técnicas que después empecé a aprender que modifican mucho el sonido. Había una cierta inocencia que para mí es una joya. Hacer un disco de forma intuitiva siempre es una oportunidad porque al siguiente que hagas ya tenés un antecedente, vas juntando información y eso modifica tu forma de hacer. En Anónimo fue liberadora la idea de no tener que responder a ninguna formalidad. Ahora estoy empezando a interesarme en la deconstrucción de la canción. Gané más libertad en el hacer sin cuestionarme tanto si estaba bien o mal. Tenía mucho respeto de producir mi música y en Anónimo me planteé hacerlo como me salga.
¿En qué etapa del proceso apareció esta idea de deconstrucción?
Me pasó que muchas canciones las escribí con una idea de producción, ya instrumentándolas, tocando o haciendo algo en la computadora y dándome cuenta que era una canción. La composición y la producción se dio un poco a la vez en muchas canciones. También viene por mi experiencia en vivo, que disfruto mucho de los momentos instrumentales o texturales, y eso me hizo pensar. Anónimo, en comparación con Claroscuro, tiene canciones más pequeñas, lo que digo está más sintetizado. En Claroscuro las letras son larguísimas. Algo de ese proceso ya se está dando naturalmente… No es que voy a dejar de cantar o de decir cosas, pero sí me interesa mucho explorar cómo decir a través de la música.
Hablando de los shows en vivo, ¿cómo te llevás con las giras?
Me encanta salir de gira. Me parece que está buenísimo y, sobre todo después de haber estado encerrada haciendo un disco, tener la oportunidad de salir a tocar es genial y tiene mucho sentido. Es medio extremo vivir entre esos dos estados, pero a mí me encanta y me sirve. De adolescente viví mucho tiempo en otros lugares —en Nueva Zelanda a los 14 años, volví a Argentina y me instalé en Bolivia a los 19—, entonces me quedó esta sensación de desarraigo que me sienta cómoda. Es una oportunidad para ir escarbando en buscar cosas nuevas. Salir un poco de la planicie de estar siempre en el mismo lugar y la rutina que genera el viajar hace que vuelvas con un montón de información nueva para sumar a lo que ya tenés.

La cuarentena te obligó a que el proceso de producción de Claroscuro fuese más bien solitario y ahora en Anónimo, sin esas restricciones, parece que igualmente elegiste hacerlo mayormente sola.
Como Claroscuro es un disco pandémico había una intención de conectar con un afuera, con otras personas. Yo tenía una red de amigos músicos con los que hablaba y les mostraba mis cosas, quizás mucho más que en el proceso de Anónimo, que fue más de cerrarme y mostrar después en momentos determinados. Por la situación y el contexto de Claroscuro, había una intención de conectar esa soledad con otra gente. También estaba inaugurando el rol de productora, pero sin saberlo. Simplemente quería grabar mi música y ese era el contexto y las herramientas que tenía y lo empecé a hacer de esa forma. Después me di cuenta que había un placer en hacerlo, descubrí todo un mundo que me gustaba. En el caso de Anónimo se me aparecieron algunas personas o algunas voces en muchas canciones, pero por una razón u otra no se dio. También sentía que esos personajes o voces podían estar interpretadas por mí misma. Hay algo del disco, que además me lleva un poco al nombre, que para mí lo habitan un montón de personajes distintos más allá de que sea yo quien aportó la voz como instrumento. Siento que están representados un montón de personajes y entidades, mientras que Claroscuro es un viaje mucho más introspectivo o personal.
Se siente que hubo un cambio de enfoque en tu forma de hacer tu música, ¿con qué creés que tuvo que ver?
Siento que mucho tiempo trabajé con la guitarra como hermana compositora, como base. No soy una gran música: no estudio, no ensayo, no practico. Soy un desastre en ese sentido. Entonces hay algo de las herramientas que llega un punto donde se me agotan los recursos. A veces siento que hay ciertos mecanismos que son un poco repetitivos. Siempre intento hackearme, por ejemplo, cuando me bajo de un avión y están las cuerdas desafinadas empiezo a tocar cosas porque siento que pueden aparecer otros sonidos y me parece interesante eso de los instrumentos de buscarles otras facetas. Pero en la computadora pasa que es medio ilimitado y la experimentación puede venir desde muchos lugares. Ahora, por caso, me compré un pedal de guitarra y me abrió a todo otro mundo. No soy de sumar cosas, no soy fierrera, tengo muy pocas cosas. No tengo ni teclado controlador porque me gusta eso de no saber qué tecla representa cada nota porque me lleva a no pensar lo que estoy haciendo, sino más bien escuchando. Y el proceso de composición de Anónimo se transformó mucho por esto de necesitar nuevos estímulos. Entonces aparecieron las herramientas digitales, que igual era algo que ya venía pasando en Claroscuro, pero eso de grabar con la computadora como proceso de composición no pasaba. Antes tenía una canción e iba a producirla a la computadora. Ahora me viene pasando que la siento como un instrumento.
Y con esta idea de posibilidades ilimitadas, ¿qué es lo importante mantener en el proceso de traducción del estudio al show en vivo?
Las cosas que son identitarias de la canción. Para el vivo trabajo mucho con Cruz. Toda esa traducción la hacemos mano a mano, mucho tocando juntos. Esta última gira la hicimos en dúo set, entonces hay mucha responsabilidad que compartimos entre los dos. No soy muy fan de hacer una traducción literal del disco. Me gusta encontrar cosas nuevas. “Las mañanas”, por ejemplo, pensé mucho tiempo cómo tocarla porque tenía las flautas grabadas, y un día Cruz estaba tocando la drum machine y pasó por un seteo hermoso sobre el que empecé a cantar y se armó una versión hermosa que hasta me gustaría grabar. Es un proceso más de laboratorio con él, de que cada uno arme set y empezar a probar, tocar. En este último tiempo esos sets se expandieron. Antes era súper reducido y ahora se va complejizando cada vez más porque vamos sumando herramientas.
En una entrevista reciente mencionaste que sentís que no terminás de encontrar una escena determinada de la cual tu música forme parte, ¿es algo que te preocupa?
No, un poco me gusta. Me pasa que me cuesta catalogar la música que estuve haciendo, y me gusta no hacerlo. No es que es una cosa rara que no puede convivir en distintos contextos musicales, porque también nos invitan a tocar al Lollapalooza, para dar un ejemplo. Pero sí quizás hay algo de tener una pata afuera de lo que es la canción, de salirse del folklore y entrar a un lugar que todavía no reconozco muy bien cuál es. Para mí está en desarrollo y en movimiento. Hay gente que hace un cierto tipo de música que es más de género, pertenece a un nicho y comparte público, y eso es hermoso. A mí no me pasa. Quizás algún día pase.
La presentación del disco va a tener además una muestra que recolecta partes del proceso de grabación del disco, ¿cómo planearon esa complementación entre ambas etapas?
Es para exponer esa información adicional al disco que quizás fuera de ese contexto no tiene lugar para mostrarse. Es lindo poder tener esos objetos físicos ahí. La idea de la muestra es ver las caseteras reproduciendo los cassettes en los que hice algunas maquetas. Algunos gestos de lo que fue la producción del disco porque es el momento para poder hacerlo y darle valor a las cosas que aparecieron en el camino. El disco acaba siendo una foto de todo ese proceso, entonces da lugar a profundizar en lo que fue la construcción del disco y la historia, todo el tiempo que transcurrió hasta que fue Anónimo.
Juana Aguirre se presenta el jueves 3 de julio a las 21 h en Deseo (Av. Chorroarín 1040, CABA). Las entradas están disponibles a través de Venti, con un 30% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy.
Escuchá Anónimo en plataformas (Spotify, Tidal, Apple Music).