Juana Molina se presenta este viernes 13 de diciembre en C Complejo Art Media con un show especial llamado “Friggatriscaidecofobia“, inspirado en la fobia al supuesto día de la mala suerte. Hablamos con ella sobre el hecho desafortunado del que nació su nuevo EP Forfun, que reúne versiones punk de cuatro de sus canciones. Se trata de un trabajo extraño, incluso en comparación con los universos oníricos de Halo (2017) y Wed 21 (2013), ambos álbumes incluidos en nuestra lista de los mejores discos argentina de la década. Pero Forfun no es más que otro experimento de una de las artistas más influyentes de la escena nacional. Si de algo no se puede dudar es del énfasis experimental en la ideología musical de Juana. En cada faceta de su carrera demostró cuan importante era sumergirse en la exploración para conseguir un resultado inesperado. Desde su comienzos se bancó las críticas de aquellos oídos que no entendían su lenguaje, pero años más tarde, podemos agradecer esa perseverancia y celebrarla. La exploración y el riesgo siempre fueron los estándares de Juana Molina.
¿Cómo surgió la idea de hacer versiones punk de tus canciones?
Íbamos a tocar en Roskilde y cuando llegamos a Dinamarca los instrumentos no habían llegado. Roskilde junto a Glastonbury es de los festivales más grandes. Desesperación, depresión, nos preguntábamos qué hacíamos. Entonces la opción era quedarse a esperar el próximo avión a que trajera las cosas y salir sin probar sonido. O ir al lugar y ver qué encontrábamos en un galpón que tenían con instrumentos. Elegimos la opción de esperar el segundo avión, pero tampoco trajo los instrumentos. O sea que nos quedamos sin instrumentos y sin prueba de sonido. Y salimos con lo que estaba, que era un bajo o un teclado, la guitarra que yo la tenía encima y batería que siempre hay. A medida que íbamos pasando la lista, todas las versiones medio que se iban transformando en algo así muy sacado, muy minimal, en el sentido de que muchas cosas de los arreglos yo las cantaba. Íbamos sobre la marcha sorteando las dificultades que los temas presentaban. Y después cuando volvimos a Buenos Aires, Coca Monte, el sonidista, nos insistió en grabar “Paraguaya”. Y grabamos la canción cuando justo estábamos con la idea de grabar las canciones que habían quedado afuera de Halo para un EP. Entonces cuando le mandé la canción esa a Marc [Hollander], el dueño del sello [Crammed Discs], ya consciente de lo que había pasado, nos preguntó si nos daba hacer más versiones de temas reversionados. Les dije a los chicos y nos re copamos. Entonces grabamos tres temas más. Justo también daba a que yo había recibido hacía un tiempo un mail de Dante Zabala, que es un animador que me gusta mucho y coordinamos para que me hiciera el video. Me dijo que decidió hacer algo sin pensar demasiado y que nunca pensó que le iba a salir tan bien, con respecto a la respuesta que tuvo. Porque participó en un montón de festivales de animación y ganaron premios. Quedó increíble. No está esa cosa de la presencia del disco nuevo, todo se fue dando y quedó Forfun.
¿Escuchabas punk?
Nunca fui muy punki, pero sí me gustaba más, algo que no era punk pero formaba parte de todo lo que había salido del movimiento, The English Beat. Que son todos como hijos del movimiento punk. Sex Pistols y todo eso era demasiado para mí.
¿Cómo surgió el nombre del show Friggatriscaidecofobia?
Estábamos todos reunidos y el iluminador Pato Tejedor dijo que estaría bueno ponerle un nombre con respecto al viernes 13 y cuando encontramos ese nombre nos encantó. Los conceptos, que en general son previos, como decir “bueno, vamos a hacer tal cosa.” Esto es como al revés, empieza con un “hagamos algo” y al final se arma un concepto. Justo cayó un viernes 13, le ponemos ese nombre y con esas nubes que den miedo…
A través de tus redes mostraste tu forma de encontrar formas en las nubes. ¿Tenés otros pasatiempos?
Siempre vi formas en las cosas, soy una persona un poco pareidólica. Me estaba yendo de viaje y vi una nube con la forma que parecía un señor volando. Pero en realidad yo ya había empezado con las fotos de geofiguración, que eran las que sacaba desde los aviones y ahí había escenas. Eso fue primero y después vinieron las nubes. La primera que dibujé fue una muy simple de un lago, que tenía una pequeña formita donde yo veía un tipo con alas. Yo creo que lo que mucho abarca, poco aprieta, pero me gusta hacer muchas cosas. La casa en general la arreglo yo, lo que puedo, o por ejemplo, ahora está el carpintero pero las cosas las hacemos entre los dos. Él usa la sierra porque a mí me da miedo de cortarme un dedo y no poder tocar más. Me gusta la jardinería, me gusta cocer, pero cada vez lo hago menos. No sé qué pasa con el tiempo que cada vez alcanza menos. Para mí está pasando más rápido el tiempo y nadie nos dijo nada. Una hora deben ser cuarenta minutos de antes, algo así.
Imagino que todo el tiempo de deben ofrecer papeles para que vuelvas a actuar. ¿Volverías a la actuación?
No me siento muy cómoda actuando. Siento que son raptos de inspiración guiados por esos personajes que yo interpretaba que medio que se me metían por ósmosis. Pero si no me surge me siento muy incómoda. Ahora hace bastante que no me llega una propuesta, creo que ya se dieron cuenta. No digo que no me vayan a convencer, por ahí viene alguien con una idea que me encanta.
¿Cuánto hay de abstracción en tu obra?
Lo que pasa es que para mí la música es un lenguaje abstracto y, si bien trabajo mucho las letras, me parece que lo que se tiene que percibir de entrada, o lo que a mí me gusta percibir, es un cuadro. Y desde el cuadro no ves ni con qué colores está pintado, ni con qué brocha, ni con qué pincel, ni si es óleo, no lo desarmás, sino que te produce una sensación. Lo mismo con la música. A mí lo que me pasa es que me encanta cuando escucho una canción y no oigo los instrumentos, sino una cosa que viene junta. Cuando oigo los instrumentos ya se me pierde la canción. La palabra ya te lo está diciendo, es un instrumento para que llegues a hacer música. Entonces tiene que desaparecer. Es como si en el cine vieras los faroles, vos ves la luz y salvo que seas iluminador, no te ponés a pensar dónde pusieron el farol. Pero en el público que no está atento a eso, me gusta que le llegue una impresión global y que no diferencie de dónde viene lo que está pasando, que no se pueda distinguir esa diferenciación. Con el tema de las letras también pasa, porque yo canto mucho y canto cualquier cosa, entonces esas palabras salen solas.
¿Qué sentís que fue lo que tu música absorbió de otras partes?
Medio difícil, porque sería como describir un poco mi infancia, lo que pasaba en mi casa. Me parece que todos somos productos de lo que mamamos. Lo que se da en casos de gente más afortunada que se da en el momento que se tiene que dar, que es en la adolescencia, que es refutar todo lo que viene de tus padres. Y a mí ese cambio me llegó muy tarde, entonces durante muchos años hice las cosas como me habían enseñado a hacerlas. Uno es lo que lo forma, es así. Yo tuve mucha base musical, demasiado al punto de que ya casi no escucho música porque estoy saturada. A veces necesito que no haya. No es que no me gusta escuchar, pero siempre que pongo stop siento un alivio enorme, aunque me guste mucho lo que estoy escuchando. Antes hacíamos reuniones con unos amigos y uno de ellos era siempre el que traía la música… era un momento espectacular porque bailábamos mucho. Y bailar me parece el objetivo ulterior de la música. Por eso me hubiera gustado ser baterista, porque tocás y bailás al mismo tiempo. Siempre los bateristas buenos están como bailando. Poder hacer las dos cosas a la vez me parece sublime.
Cuando empezaste tu sonido fue impactante por su atemporalidad. Escuchar un disco como Segundo (2000) frente al rock más clásico era chocante. ¿Hoy cómo describirías tu proceso de producción?
Es atemporal porque no está tomando elementos de lo que está pasando alrededor mío en la actualidad. No digo que no haya elementos de otros, todo lo que me formó ya se mezcló mucho conmigo. Es como una pasta nueva que se armó, no sé muy bien cuál es mi parte en todo eso, no sé cuánto hay de personal en lo que alguien pueda hacer, es raro. Antes era más notorio porque yo ya había hecho Segundo y llegué a la loopera para poder resolver cómo tocar ese disco en vivo. No es que yo quería, porque como yo hago loops pero los toco, no grabo la loopera en los discos. Porque una cosa es en un show y otra cosa es cuando estás haciendo el loop, en el momento que se te ocurre, y cada vez que la tocás un poco distinto suena, está más vivo que una cosa que está loopeada de verdad. Igual sucede con la batería, me gusta cuando se siente que está siendo tocada. A mí me gusta tanto tocarlo, que quiero que se transmita. Antes los loops me duraban lo que duraba un casete. Pero después cuando empecé a grabar en otras plataformas, no me daba cuenta y ya iba 55 minutos. Ya sé que no voy a usarlo todo, pero agarro el pedazo que más me gusta y esa es la base. Así hago con todos los tracks que voy grabando. Si el track inicial es muy largo, después tengo mucho para elegir. Si estoy muy copada con lo que estoy haciendo no me doy cuenta que pasa el tiempo. La duración la termina dando la escucha, si eso se mantiene está bien.
También había algo rupturista en hacer canciones como si fuesen distintas escenas que podían durar hasta siete minutos…
De hecho, cuando hice Rara (1996) eran canciones parecidas a las que hice después, pero como yo le tenía tanto miedo a todo, para hacer el disco les inserté partes B. Para que se pareciera más a lo que “había que hacer.” No tuve en ese momento la decisión de ponerme firme. Por eso, cuando digo que ese disco no me representa es porque yo hice concesiones conmigo misma para hacer algo que yo no estaba segura de hacer. Pero si escuchás los demos son nada que ver, los demos se parecen a unos temas de Segundo. Pero bueno, es más producto de mi inseguridad.
Hoy no parece que te importó mucho lo que te hayan dicho…
Me importó pero no hice nada para cambiarlo porque básicamente no podés hacer nada para cambiar eso. No le podés decir a alguien que guste de vos. Lo que también me pasaba, los motivos pueden analizarse de muchas formas, era que cuando yo empecé a componer era bastante chica, con mi hermana inventábamos muchas canciones que ya ni nos acordamos con arpa y guitarra. Después cuando empezó a quedar un registro, cada vez que hacía algo que me hacía acordar a algo que yo conocía, lo abandonaba. Porque si ya lo hacía alguien, no lo quería hacer yo. Era como un artículo que estaba en el contrato conmigo misma.
¿Cómo es tu forma de trabajar? ¿Componés sola y después se lo llevás a los demás?
Todos los discos salvo el último los hice en completa soledad. Halo tuvo un proceso distinto, porque primero lo estuve trabajando un año y después de hablarlo con Odín [Schwartz] y [Eduardo] Bergallo, me convencieron de ir a un estudio. Que supuestamente me iba a encantar porque me iba a ofrecer otras paletas de colores para ponerle. Y lo que me pasó fue que la primer semana fue más bien de adaptación, porque no me salía tocar en el mismo lugar que haya otra gente tocando. Después de que me acostumbré vi que el lugar era genial, porque corregimos los temas que habíamos hecho y agarramos unos embriones que yo tenía y los transformamos y ahí participaron todos. Teníamos sesiones de 50 minutos, por ejemplo “Cosoco” duraba eso, 40 minutos. Entonces después me encerré otra vez como seis meses, porque necesito esos momentos de soledad y ese momento de concentración total que solo logro cuando estoy sola. Trabajé editando todo lo que habíamos hecho y canté. Porque lamentablemente teníamos unos equipos increíbles, pero yo no tenía las letras. Y demoré mucho en hacerlas, pero cuando las terminé volvimos y co produjimos el disco.
Juana Molina se presenta este viernes 13 de diciembre en C Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271, CABA), entradas disponibles a través de Ticketek. Escuchá Forfun en todas las plataformas de streaming.
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Foto principal: Antonella Arismendi.