En 2019, Lucas Martí anunció que se retiraba del pop, y no porque se hubiera quedado sin ideas. Escenario improbable si los hay. Tampoco se trataba de una estrategia de prensa, porque si hay algo que al ex A-Tirador Láser no le quita el sueño es ganar popularidad. Nunca buscó pertenecer. La cuestión era otra: la órbita del pop ya no le parecía interesante. “Son tiempos difíciles para la música”, remataba. Algo se había quebrado mientras le daba forma al sucesor de Las sombras que evadimos (2016), y decidió dejar de lado su carrera solista para dedicarse de lleno al rock pesado. Pero justo cuando estaba a punto de salir al ruedo con Atentado Legal, su flamante proyecto de freak metal argento, el confinamiento frustró cualquier intento de pisar un escenario.
La canción resurgió entonces como una aliada en medio de ese limbo pandémico, y ahí está su más reciente single “Basta de Berlín” como evidencia: pura épica y barroquismo pop, ese del que tanto había renegado. “Cuando ves que en una idea estamos vivos”, dice una parte de la letra, y esa frase resume en gran parte su filosofía: el acto creativo como respuesta a todo. Vivir enchufado. No importa si es Buenos Aires, Berlín, o cualquier parte: “Es que nadie sabe dónde estamos / nadie sabe dónde vamos”. Aferrarse a esas ganas con la misma intensidad con la que abraza ese obelisco de utilería en el video de la canción.
Claro que “Basta de Berlin” también está atravesada por esa agudeza para leer el presente, tan marca de la casa. Una radiografía lúdica, pero picante. Casi tanto como esa línea que aparece de repente en “La memoria de un beso” para retrucarle al referente del nuevo rap argentino: “Aunque Trueno nos diga que el rock ya no es nuestro, yo te quiero mostrar lo que tengo”. Porque no se trata solo de orfebrería pop y preciosismo melódico. Para Lucas, hacer canciones es también un acto de resistencia.
Martí no se aburre ni en pandemia. Está armando un disco de colaboraciones y a principios de abril publicó de forma “pirata”, con un link de descarga por tiempo limitado, una compilación de canciones que hasta entonces no habían visto la luz. Un gesto acorde a estos tiempos y a la vez un guiño nostálgico a esa generación que descargaba discos inconseguibles de internet para escucharlos de corrido. Y menos mal que se le ocurrió rescatar esos diez tracks que componen La ausencia, porque no importa cuántos temas grabe Lucas Martí en un mismo año, nada sobra dentro de su discografía.
Seguro alcanza con escuchar “Candelabro mágico” para darle la razón a Fabián Casas, que en aquella columna de 2015 lo llamó “el discípulo más brillante de Spinetta”. Porque así como lo spinetteano es casi un género en sí mismo, otro tanto sucede con la música de Lucas Martí: consolidó un estilo tan personal e inconfundible, que no se parece a nada más que a Lucas Martí.
En 2019 anunciaste que te ibas a dedicar al rock pesado, pero el contexto actual hizo que volvieras a conectar con la canción…
Sí, en realidad pensaba dedicarme de lleno al proyecto de Atentado Legal, pero el disco salió recién a fines del 2020 y en el medio tuve la necesidad de hacer otros temas. De lo que sí me retiré, al menos por ahora, es de tocar. Más allá de la pandemia, no me veo en un escenario. Para que eso pase me gustaría hacer un formato distinto, pero todavía no lo tengo definido.
Sin embargo, no elegiste volcarte hacia un sonido más minimalista o casero.
Estas últimas canciones que estoy sacando tienen más potencia, siento que algo cambió pero no tengo muy claro qué es. Por ahí me siento con más ganas de decir cosas, de remarcar que estamos viviendo el cambio más grande de los últimos 50 años.
¿De ahí surgió la inspiración para “Basta de Berlín”?
“Basta de Berlín” habla de lo lindo de tener una idea que te quema las manos, algo que necesitás salir a mostrar porque si no te morís. Me siento enchufado con cosas que nos están pasando a todos y no veo que haya muchos espacios para hablar de eso en la música actual. Creo que estamos en el mejor momento para decir cosas y tratar de generar algún tipo de movimiento cerebral en la gente.
¿Y qué creés que cambió, o por qué sentís que hoy no están esos espacios?
Creo que correr riesgos con la música ya no es un valor. Hoy la onda es ir en manada y nos bancamos entre todos, cosa que haya un lugarcito para cada uno. Igual lo entiendo, aunque no deja de espantarme. Lo único que manda y marca las formas y las tendencias es la tecnología. Las búsquedas y los valores de hace cinco años atrás ya no sirven para el mundo actual.
Las redes sociales y su culto a la inmediatez…
Más vale, cambió todo con la primera generación adolescente que tuvo acceso a Instagram. Siempre fue un miti miti entre las ganas de los músicos y las nuevas herramientas que ofrece la tecnología.
En una entrevista reciente, Vicentico decía que hoy la vanguardia es grabar discos enteros. ¿Compartís esa idea?
Hoy en día me parece que a nadie le va escuchar un disco entero. A la juventud que es protagonista no le importa la vanguardia. Cuanto más te parezcas a tus pares, mejor. La onda ahora es más retaguardia y quizás esa sea la novedad. Yo no culpo a nadie, a esos pibes les tocó el privilegio de poder hacer un disco en su casa, pero también se encontraron con un muro de ideas donde ya no hay lugar para meter más cosas. Por eso se volvió casi a un punto cero, a algo primitivo como es el trap y toda la música actual, que está más cerca de un deporte que de un estilo musical.
¿Cómo abordás la composición? ¿Necesitás tener cierta disciplina o es algo que fluye en lo cotidiano?
Compongo cuando necesito material. No sé si hay un momento particular, pero sí sé que lo hago cada vez menos. No me pasa como antes que estaba tocando la guitarra y salía algo. Si quiero un tema, me siento y le doy el tiempo que sea necesario. Por ahí son momentos aislados en un tiempo indeterminado, pero no me gusta dejar ideas a la mitad ni tener material de más. Sigue siendo lo que más me gusta hacer, pero lo hago poco.
¿Funciona igual cuando componés para otros artistas?
Me divierte la dinámica de componer con otros. Ver qué sale en el momento y compartir con otros músicos. La más reciente fue junto a Leo García y ese tema lo terminé de escribir ya pensando en su voz. A él le copó y lo hicimos. Además, haber hecho los tres discos de Varias Artistas entre 2008 y 2015 me dio bastante experiencia en grabar con mujeres, pero tengo poca con varones.
Cuando arrancaste con ese proyecto en 2007, el panorama era muy distinto. Ni siquiera estaba instalado el debate sobre cupo femenino en los escenarios…
Creo que Varias Artistas fue adelantado, pero también se trataba de sumar fuerzas, no de cerrarse y decir “vamos a hacer algo solo las chicas”. Lo adelantado del proyecto fueron los temas que se tocaban en las letras: la presión social, la relación con los padres, nuevas formas de relacionarse y también la dificultad de ser mujer en esa época. Por eso al segundo disco de la trilogía le puse “Se puede” y en la tapa había una silueta femenina calada donde podías poner tu cara en el medio.
¿Jugó a favor, en términos de experimentación y libertad creativa, el hecho de que A-Tirador Láser no haya sido una banda muy popular en su momento?
Se pudo hacer cualquier cosa básicamente porque ese proyecto tuvo muy poca llegada. El hecho de no tener ningún tipo de ida y vuelta ni con el público ni con un sello hizo que pudiese experimentar libremente con todo lo que yo quería. En ese momento solo me importaba poder hacer discos y nada más.
Además de sonar distinto a todo, lo particular de Otro rosa (2002) era que une siempre podía adaptar las letras a lo que le estuviera pasando en ese momento. Su lírica calaba hondo. ¿Qué tan conectado te sentís hoy con el Lucas de esa época?
Ese disco es la plenitud de mi juventud, es lo mejor que hice en esa etapa y hoy en día me sigue pareciendo un buen disco. Es un disco que solo se pudo hacer en ese momento, tiene el desenfreno típico de alguien de 23 años.
¿Y con la “vieja normalidad”, te sentías conectado?
La normalidad es la normalidad, en general no me gusta lo normal pero todos queremos salud. Después está la parte más del ego donde, para uno ser freak, es mejor que todo esté normal. Si no, seríamos todos raros.
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