Director de ZZK Films e integrante orgánico del movimiento ZZK, Pablo Mensi estrenó la primera entrega de Ritmos bastardos: La historia de Zizek Club y ZZK Records, documental sobre la movida porteña que revolucionó la música a nivel mundial. Nos juntamos con él para hablar sobre cómo surgió ZZK Records y cuál es la particular metodología que utiliza para construir y narrar sus historias.
¿Cómo empieza tu relación con el movimiento ZZK?
Personalmente lo conozco a Grant [C. Dull], junto con Nim y Villa Diamante los creadores de la fiesta Zizek, desde 2005 y 2006. Con mi novia de ese momento, hicimos el primer flyer de la fiesta e inclusive alguna vez pasé visuales para zafar de algún imprevisto y que la fiesta salga bien. Entonces mi relación es un poco desde adentro, pero desde una periferia. Mi visión del momento era que los artistas y la fiesta en sí, tenían una serie de ingredientes que representaban las cosas que podían llegar a funcionar tanto a nivel nacional como internacional y no me equivoqué. Si bien hace unos años acá se reconocen más a los chicos, siempre fue una fiesta de nicho en Buenos Aires. Sin embargo en esa época íbamos a otras partes del mundo y de repente filmando la gira de La Yegros te cruzabas con gente en Francia que se cantaba sus canciones como cantito de fútbol.
¿Cuáles son esos ingredientes que viste en el origen y que pensaste que podían llegar a funcionar?
Todo ese origen tiene que ver un poco con la hipótesis de esta primera parte de Ritmos bastardos, la primera hipótesis es que el movimiento ZZK estuvo muy ligado a lo que fue el 2001. Desde el espíritu contracultural de la época hasta una cultura del reciclado, de cartoneros en la calle, levantando basura y convirtiéndola en recurso, en lo poco que tenían para comer. Toda la sociedad desde distintos lugares generó eso en los distintos movimientos y la música de la Zizek no fue la excepción: se agarró la cumbia que estaba muy desvalorizada porque se consideraba comercial, lo opuesto al rock. Existían un montón de prejuicios hacia esa música, se decían cosas como que “la cumbia colombiana es mejor” todas unas discusiones que hoy ya están superadas porque se entiende que la cumbia argentina es un género más de la cumbia de Sudamérica. Entonces se agarra también al folclore que se lo consideraba música de viejos. Hubo que pasarla por un filtro y decir “mierda, acá hay algo groso.” Obviamente la cumbia villera tuvo mucho que ver con eso, en esa cuestión motorizada por Pablo Lescano de poner un sonido electrónico que referencia a cuestiones vanguardistas en un teclado. Esa cuestión de reciclado, de revalorizar lo nuestro porque no te queda otra y por otro lado no perder esa visión de futuro, de estar también en el mundo, visión que Argentina empezó a tener con internet, sino era todo muy lejano. Entonces tenés el ingrediente de lo local más el de vanguardia internacional, y una actitud de constancia en la búsqueda de un sonido innovador. Con eso se llegó a ocupar un lugar importante en el mundo.
¿Qué recordás de esas primeras fiestas?
La primera fiesta fue en lo que luego sería MOD en San Telmo que era una tanguería. El tema es que en esa época pos Cromañon estaba todo prohibido, ibas a un bar, movías un poco el pie y venía un patovica a decirte “quedate quieto.” Entonces esto era una tanguería habilitada para bailar, pero no decían qué estilo de música estaba permitida. Todo un hallazgo de Nim, que habló con Grant y Villa Diamante e hicieron la fiesta ahí. Corrieron todas las sillas y las mesas y con muy poca cosa hicieron la primer Zizek. Estuvieron unos meses, los echaron erradamente a la mierda y al toque salió Niceto seguido de una nota en el NY Times: “La nueva fiesta porteña.”
¿Cómo definís ZZK Films?
Es el motor para contar estas historias. La idea que tenía Grant es que él se ocupaba de hacer llegar la música latinoamericana a todas partes del mundo y de golpe vio que la gente la baila, vibra, llora, se ríe, pero que no sabe qué hay detrás de esa música, cuál es la cultura, cuáles los artistas, el proceso creativo que genera todo eso. Es una música que tiene algo de identitario, de raíz de cultura, es re importante contar esa historia. ZZK Films busca contar eso como un hecho comunicacional de “mirá, está todo esto atrás, ¿no es mejor cuando conocés todo esto anterior?” Tratamos enraizar ese pensamiento audiovisual en los valores culturales de nuestra región. La impronta geográfica es tan importante en la música que cuando la empezás a entender y te contagiás de esos colores que tiene la naturaleza, le da otra densidad a lo que estás escuchando. Imaginate un francés cuando ve todo lo que le pasa a La Yegros o cuando ve de donde surgió todo, pos 2001, estaban a los tiros en la calle, gente levantando basura, y estos pibes encerrados haciendo una música que tomaba los sonidos bastardos de esa sociedad.
¿Cómo surgió ZZK Films dentro de ZZK Records?
La idea de hacer algo documental con la Zizek no viene del 2006 cuando empezó la fiesta, sino del 2008 cuando empezaron a girar los artistas. Eran giras donde no había plata, había que costearse todo y no era tan fácil hacerlo. Mientras pensábamos contar un poco la historia de la fiesta, surge el primer tour de La Yegros por Europa, claro ejemplo de que la emergencia siempre supera a la planificación.
¿Cómo se vivió esa gira europea de La Yegros?
El primer show fue en Alemania y ya nos empieza a llamar la atención que, a pesar de haber sido un recital para poca gente, los alemanes cantaban el estribillo de “Viene de mí”. Luego llegamos a Francia y fuimos a un pueblito medieval, alejado de todo, para hacer unas imágenes para el documental. De golpe pasa un pibe como de 20 años y nos pregunta “¿Ella es La Yegros?” Se sacó fotos y ahí dijimos “uy, acá hay algo raro.” Cuando hace el show en el teatro Bataclán de París, no solamente lo llenó sino que todos coreaban sus canciones. A partir de eso nosotros planteamos toda una búsqueda de preguntarnos por qué esto pega y por qué la música de América Latina en Europa. Todas preguntas que intentamos plantearlas a lo largo del docu y fueron cosas que hablamos con mucha gente, desde Philippe Cohen Solal de Gotan Project, hasta gente de Radio Nova de Francia y productores que pasaban su música. Y ese punto también dentro del docu nos llevó a contar qué onda la Zizek, porque había que contar de dónde había salido La Yegros, la fiesta había sido su contenedor. Terminamos el docu y con Grant dijimos que había que armar algo que contenga todo esto, y ahí surge ZZK Films.
¿Cómo siguió?
En paralelo llega a ZZK Records un demo de Nicola [Cruz] y le preguntan a Grant si quería producirlo. Van avanzando y eso termina generando el primer disco. Un año después Grant decide ir a Ecuador a conocerlo un poco más y a verlo en su contexto más natural. Vuelve maravillado con la movida que siente que se asemeja mucho en Quito y Buenos Aires. Supimos casi por instinto que había que documentarlo, y ahí fuimos. Se sumó al barco un productor ecuatoriano, que aportó mucho de todo lo que filmamos sobre músicos ancestrales, él nos generó el contacto que le da una dimensión más profunda, de raíz más directa al documental y ahí surgió Sonido mestizo. A esta etapa la tomamos desde un lugar más maduro, pensándola un poco más y proyectándola. Eso significó que el docu terminara seleccionado en el BAFICI, en Punta del Este y muchos festivales alrededor del mundo.
Entonces una vez que la emergencia de ir a filmar a Europa y Ecuador es superada, ¿ahí sí tuviste tiempo para planificar Ritmos bastardos?
Exacto, en principio ganó un apoyo del INCAA para desarrollo de proyectos regionales, y con eso hubo un sustento más para hacerlo. El primer armado quedó de once minutos pero tenemos material para hacer varios episodios más. Cuando lo empiezo a armar digo “pará, ¿por qué tengo que cortar más de lo que quiero para meterlo en tiempo?” Hoy los formatos y las duraciones son más discutibles, desde series, Netflix, YouTube, videoclips de 15 minutos, documentales de 15 horas… todo es más transformable y discutibles.
¿Y cómo surgió la idea de sacar el documental en partes?
La idea final es hacer un largometraje. Mientras tanto, a medida que llegamos a ciertos lugares compartimos los capítulos y las ideas que tenemos las vamos charlando con el público para que nos cuenten qué les parecen. El proceso de construcción de una película por medios tradicionales es “tengo un crédito para hacer algo, lo filmo edito y saco.” En nuestro caso no es así. A medida que vamos generando distintos bloques temáticos que se consolidan solos, los vamos sacando. Un poco ya veníamos con esa metodología. Antes de largar Sonido mestizo como película, lo que hicimos fue ir largando capítulos por Ecuador de 10 y 15 minutos, contando el proceso en sí. Lo que se dio fue muy interesante, lo compartimos con nuestro público de ZZK y nuestras redes y dijimos “veanlo y después devuelvanlo.” A todos los comentarios que surgieron los leímos y de varios tomamos notas y cambiamos cosas en el corte final de la película. Se da todo un ida y vuelta que tiene que ver con democratizar internet. Hay que defenderlo, esta todo cada vez más monopolizado, entonces ese ida y vuelta es muy útil. La historia de ZZK no terminó, sigue siendo contada y todo lo que vaya pasando se va a seguir contando, es como una historia por entrega de la literatura del siglo XX.
¿Qué cambió de la escena porteña hoy? Son más de 15 años.
Ahora hay muchos más nichos. Antes había algo más masivo, tenías la música electrónica como más comercial, el progresive. El rock que siempre tuvo su onda y la cumbia que tuvo la suya, hoy me parece que hay muchas más opciones, quizás más chicas, pero tenés fiestas de todo tipo. Incluso el indie hoy está muy fragmentado en versiones súper interesantes. Lo más copado de este momento de Buenos Aires, es todo lo relacionado con lo feminista y de género. Todas las bandas con mujeres o lideradas por mujeres o mujeres solistas que están marcando una visión personal y de género de la música que nunca antes tuvo tanto impulso. En esa época después del 2005, había una cultura totalmente nueva del reciclado musical, del DJ o productor de laptop, algo más de la forma que hace años ya se instaló en la escena. El cambio de esta generación pasa por mostrar más qué dice la música y quién la hace.
El movimiento ZZK pasó por Lollapalooza, Coachella y lugares más del mainstream. ¿Siguen apuntando a mantener esa esencia de contrahegemonía y de querer hacer las cosas de una manera distinta a la impuesta? ¿Existen trabas o riesgos que pudieran hacer perder algo de esa esencia en el camino?
Vengo de esa generación de rock nacional que por un lado siempre fue contracultural, a la vez fue popular, y no era necesariamente comercial. Podía mover masas como tener sus expresiones más mainstreams como Soda Stereo, pero a la vez algo más contracultural como Pappo. Ejemplos como el flaco Spinetta, que podía llenar un estadio tocando música súper compleja y de acordes tan raros, van en contra del manual de lo que se debe vender y lo que se debe ser. Entonces siempre guardé una esperanza de que toda esta movida tuviese algo de eso. Hablando con distintas personas del movimiento, les hice esa pregunta de por qué pensaban que sigue siendo tan de nicho. Y la respuesta fue con otra pregunta: ¿por qué pensás que debe ser de otra forma? Cambió mucho el mercado, la cultura, el consumo, pero no hay una apetencia de reemplazar a la gente que está en el mainstream, y no sé si están dispuestos a cambiar algo de lo que hacen para estar ahí. A mí me pasa que me gustaría acceder a espacios de mayor popularidad pero tal vez las historias que cuento son más de nicho, hay una tensión que está buena que esté. Una actitud muy tranquila, no hay una reivindicación desde el programa de cada uno para ser contraculturales. La premisa es “a mí me gusta hacer mi música, si llega gente nueva genial, si puede ser mejor producida genial, pero yo quiero hacer mi música.”