“Me vas a tener que disculpar, fui papá hace 10 días y tengo los horarios desacomodados”, se defiende Santiago antes de comenzar la entrevista. Y ya queda claro su romance con desafiar la rutina de los relojes: su estudio se terminó llamando 7 AM Mixing por su costumbre de ponerse a trabajar muy temprano, cuando sale el sol, tiene la casa sola y la cabeza fresca.
Luego de alejarse del lado de las bandas y los instrumentos, embelesado por los aspectos técnicos que hacen sonar a los artistas como suenan, se metió a estudiar sonido y luego salió a investigar el under porteño para averiguar qué pasaba. Conoció artistas, formó vínculos, hizo amigos, y de a poco comenzó con su propio emprendimiento trabajando del otro lado de la consola. Entre sus proyectos está Licenciado en Administración, el álbum de Pablo Neptuno que el año pasado entró en nuestra lista con los mejores discos del 2015.
En esta entrevista exclusiva, Santiago De Simone nos cuenta sobre una manera particular de producir a los músicos, potenciando sus capacidades sin meterse en su obra, y sobre el rol del productor ante una generación donde cualquiera puede grabar un disco sin salir de su cuarto.
¿Cómo llegaste a interesarte por las cuestiones más técnicas del sonido y la música? ¿Habías tocado con bandas anteriormente?
A partir de los 15, y hasta los 27 años, empecé a tocar la viola en muchas bandas, siempre del palo del rock. Igual, siempre tuve una cierta fascinación sobre lo que pasaba dentro de los estudios de grabación. Me fascinaba ver fotos de bandas trabajando ahí, con las consolas, o leer los créditos de los discos que me gustaban, quién lo había producido, quien lo había mezclado o masterizado, y había ciertas figuritas repetidas, ciertos nombres que me gustaba cómo laburaban. Cuando fui entrando con distintas bandas a grabar en estudios, tuve experiencias que estaban buenísimas del lado emocional, o por la experiencia, pero después eso no se traducía a lo sonoro como nosotros queríamos. En algún momento tocar dejó de ser una opción, o me cansó. Fue una época muy complicada del under, post-Cromañón, por el 2007. No como es ahora, que hay muchos lugares copados y con una movida súper interesante. Diez años atrás estaba todo muy raro en la Capital Federal. Era muy difícil y caro tener una banda. En un momento esa sumatoria de circunstancias hizo que tocar mi música no me saciara a nivel creativo y me interesaba mucho más estar del otro lado del vidrio, y trabajar a partir del talento de otra persona, aportar mi granito de arena ahí. Quería salir de esa ecuación egocéntrica que tiene el músico, de crear algo; quería trabajar con la creación de otra persona. Ahí empecé a estudiar en Tecson, a los 28, e hice la carrera en dos años. Ya el primer año un par de docentes me llevaron a un par de estudios, a sesiones, como asistente, y ahí de a poco empecé a laburar con eso. A partir del 2010 empecé a producir bandas, a entrar a estudio, mezclar, grabar. Y fui arrancando.
De ahí te lanzás con tu propio estudio, 7AM Mixing.
7AM Mixing nace por una necesidad de laburar acomodándome a mi vida. Aparte de ser productor yo tengo un trabajo, como el 90% de la población (si lo permite la situacion política del país…). Cuando volvía del trabajo llegaba con la cabeza tan quemada que no podía sentarme a mezclar y esas cosas, así que empecé a probar levantándome muy temprano. Mi mujer se va a trabajar antes que yo, por lo que a esa hora tenía la casa vacía para poner el volumen fuerte, además de que luego descubrí que a la mañana en una hora y media de laburo resolvía lo que a la tarde tardaba cuatro. Porque estaba recién despierto, fresco. Hay algo en la filosofía de la mañana que me encanta. Hay gente que es super nocturna; yo laburo mejor de día, temprano. Hay algo en la ciudad, que no se levanta, no se despierta, y uno puede trabajar distinto. Me pega por ese lado. Empezó como una joda hasta que un amigo me dijo “ese tiene que ser el nombre de tu estudio”. Y quedó como una cuestión de filosofía de mi laburo.
¿Cómo empezaste a relacionarte con los artistas? ¿Cómo te van conociendo?
Cuando uno empieza a laburar es muy difícil que alguien venga y quiera laburar con vos. Yo tuve la suerte de que cuando salí a ver qué estaba pasando en la escena me encontré con una banda que me partió la cabeza, los Santos Wussies; pegamos buena onda y después salió la oportunidad de grabar un disco, Back to your Heart (2014). Ellos estaban haciendo la música que yo soñaba escuchar en el under y jamás había escuchado. Esa era una escena que yo recién empezaba a descubrir, y empecé a frecuentar eso y conocer otras bandas de ese círculo, lo que terminó siendo después Cool Ghost Records y otras bandas satélites. También al salir y ver qué pasaba conocí gente con quien se armó una relación que se transformó en amistad. Eso es algo que me interesa mucho, que se empiece a generar un vínculo humano que hace mucho más nutritiva a la relación musical y hace que la banda fluya mucho mejor, que yo pueda entender qué buscan y que ellos acepten esa energía desde afuera también.
¿Qué buscás en los artistas con los que trabajás?
No sé qué busco, me encanta que tengan buenas canciones. Que sean bandas creíbles. Que tengan cosas para desarrollar, porque ahí puedo aportar mi grano de arena. Pero no soy de meterme mucho en el armado de los temas. Generalmente si hay una buena idea, el resto se va a ir acomodando: en ninguna banda me metí en la composición en sí. Quizás hoy en día hay demasiada presencia de los productores en la música. Las bandas como que se relajan y dejan que venga alguien de afuera y les retoque todo, y estamos en una era donde los productores son las figuras. Y mi idea es todo lo contrario, es que todo esto tiene que fluir y ser mucho más natural. Si hay una buena base, si la banda tiene credibilidad, ya está. Y eso no tiene que ver con tocar bien o mal.
¿Cómo es producir sin meterse en la composición? ¿Qué cosas podés aportar o corregir a las bandas?
Me sale natural no meterme en la composición. Me enfoco en potenciar lo que ya hay y cómo llevarlo de la mejor manera al espectro sonoro. No perder el tiempo en producir los temas sino magnificar lo que ya hay. Y hay, hay mucho talento en el under. Quizás está esa mala idea de “necesitamos un productor para que nos pula”. Pulir la composición, no sé, hay que pulir sonido. Optimizar recursos, ayudar a la banda a que suene bien, en esta época donde el do it yourself está a full y permite que cualquier banda pueda grabar y hacerse conocida, también está bueno que te agarre un productor y te lleve a tu máximo potencial y a lo que podés llegar a sonar, y sin que te rompan la cabeza a nivel monetario. Me parece que en mi caso el tema del productor va lejos de la idea de “arreglador”. Lo que le das al artista es perspectiva, para que pueda reevaluar su obra, y la idea es que sea él quien produzca con vos los temas. En todos los discos que hice nunca figuré yo solo como productor, sino que también aparece la banda como productora. Con los interrogantes que van surgiendo, la idea es que vayan puliendo ellos mismos su obra. Que el artista crezca. No quiero que sea solo que ponen plata y les sale un disco espectacular.
¿Y qué problemas trae que los productores sean las estrellas? ¿Qué se pierde?
A lo que yo me refería con eso es que hoy en día el productor está mucho más a la vista, y muchas veces con respecto a los discos se habla mucho más de los productores que de las bandas, y me parece que tiene que ser al revés. Por ejemplo, a mi me están haciendo esta entrevista ahora, y está buenísimo, de los productores se habla cada vez más. No creo que se pierda o gane nada, creo que el sistema y la industria están cambiando, hasta dentro del indie. El avance de la tecnología en la grabación y el tema de las ventas de los discos y eso… qué se yo, lo que está pasando está buenísimo. Está buenísimo que cualquiera pueda grabar un disco en su casa porque sí, aunque suene mal, porque de última vas y lo plasmás y con eso plantaste la primer piedra para después crecer, y te involucrás con gente, y colaboran con vos. Es muy importante el tema de la colaboración. Por más que se empieza a recluir cada vez más el tema de la producción, haciéndose cada vez más discos en casas y habitaciones, es fundamental alguien que te de una perspectiva de afuera. Ahí entra el productor. No quiere decir que te tenga que decir “no, todo esto está mal, hay que grabarlo distinto, gastar cien lucas…”. Ese es un pensamiento totalmente arcaico. Es algo que vivimos hoy en día, donde pasa que hay bandas que creen que pueden laburar los discos solos porque cualquiera puede bajarse un programa, y el otro extremo donde se te dice “si no lo hacés de esta manera, no sirve para nada”. En ese intermedio es donde yo me estoy manejando hoy en día.
¿Cómo fue que llegaste a ser stage manager de Mike Patton? ¿Qué sacaste de esa experiencia?
Eso estuvo buenísimo. Él vino con el proyecto Mondo Cane en el 2012 si no me equivoco. Yo conocía a gente de una de las productoras que lo traían y me contactaron porque estaban faltos de personal, ya que el tipo vino con una estructura muy grande. En Mondo Cane reversionaba clásicos de música italiana de los ‘50, ‘60, etc, pero a lo Mike Patton. Entonces había media orquesta sinfónica, que era local, y el resto una selección de músicos italianos que él trajo en la gira, de su confianza. Estaba Scott Amendola en la batería, el bajista Trevor Dann, que es su amigo de toda la vida, y otros músicos sarpados. La verdad que la experiencia fue increíble, porque estar de stage manager es ver cómo labura una banda en el detrás de escena. Todo lo que uno a veces puede llegar a pensar sobre las bandas de afuera, o tipos que tienen un recorrido y ciertas mañas… la verdad que vi mucho más “pomelismo” en el under porteño y en recitales un jueves para veinte personas, que en estos tipos que viven de esto. Para ellos es laburo. Super serios, super sobrios. Por más amor a la música que tengan, era muy “laburo es laburo y después del laburo nos relajamos”. Sirvió para conocer qué es lo que pasa con las bandas de afuera, cómo se manejan. Los tipos están en una escena totalmente apartada del mainstream, y verlos tocar e interpretar y manejarse dentro del escenario, fue una lección de humildad. Una semana antes yo había sido asistente para un ciclo en Ultra Bar, o algún lugar por el estilo, y vi a una banda que en ese momento movía gente, no voy a decir el nombre. En un momento de la prueba de sonido el bajista se enojó porque no le gustaba el sonido del bajo y paró todo y se sentó en el piso. Vos lo veías y tenías ganas de decirle “nene levantate que te voy a arrancar la cabeza”. Un nivel de caprichismo tremendo porque había chicas mirándolo abajo. Y acá estaba Trevor Dann, uno de los mejores bajistas que conozco y con una trayectoria increíble, que terminó de tocar, se descolgó el traje, enrolló sus propios cables, guardó sus pedales, se cargó la mochila y se fue con el resto de la banda. Nada de “vení y desarmá”. Sirvió para poner en perspectiva ciertas cosas.
¿En qué estás trabajando actualmente?
Ahora estoy mezclando un single de Lautaro, el cantante de Turba, y masterizando ciertos proyectos de música electrónica, algunos para Francia y otros para artistas locales. En abril o mayo entro a producir el disco de Virtual Frizz, una de las bandas con las que empecé en el 2010, con la que vamos a hacer una producción 100% dentro del estudio, con todo analógico, vieja escuela, sin click. Y también estamos produciendo con Ezequiel de la Parra los temas de su nuevo proyecto, Whitney Winston, y también lo nuevo de Jardines de Bruselas, que saldrá esta primavera. Él está viviendo en Chile ahora, así que es todo larga distancia, y no es la primera vez que laburo así y está buenísimo. Tengo más en carpeta, pero no puedo decir nada hasta que no salgan.