Hoy en día, encasillar a Taichu como trapera refleja cierta apatía. La idea de que prescindir de guitarras sea una decisión suficiente para hacer palo y a la bolsa del trap esconde una chicana agotadora, o por lo menos una percepción anticuada y limitada. Es un estigma que se desmorona por completo a la hora de diseccionar Rawr, el esperado álbum debut que la artista porteña publicó el año pasado, en el que utiliza el género musical solo como un trampolín para saltar a donde quiera y caer en una red de reggaetón, deconstructed club, hip hop industrial, hyperpop, bubblegum bass y glitch pop. ¿Trap? Eso suena tan 2020. Taichu está en el 3000.
Empecemos de cero. Taise López Miranda inició su carrera como parte fundadora de la Rip Gang, el colectivo que también agrupó a artistas como Dillom, Odd Mami y Broke Carrey, entre otros. Aunque sus incursiones prematuras tuvieron lugar en los escenarios de bares cantando flamenco junto a su madre, fue al compartir sus primeros singles -“Luxury“, “Who” y “Hi-C“- que el nombre de Taichu empezó a resonar con fuerza en el underground. La explosión definitiva llegaría con “Water”, su canción junto a Saramalacara, y ni hablar de “Tolkin Yit“, el momento que catapultó su popularidad a nuevas alturas y la transformó en una mariposa reina que destroza su crisálida para envenenar el mainstream.
“Siempre fui muy artista, mis papás ambos lo son -cuenta Taichu en conversación con Indie Hoy-. Así que siento que siempre tuve algo, porque no me costó para nada cuando me tuve que parar en un escenario. Sí las primeras veces, ya que no entendía tanto lo que pasaba, ni qué estaba haciendo del proyecto, ni de qué se trataba hacer un proyecto, ni a dónde apuntar con eso. Cuando entendí un poco más todas esas cosas, no me costó pararme a defenderlo en un escenario. Es una parte que me recontra gusta del trabajo que hago”.
Antes de revalidar el sex appeal en total desmesura del arquetipo de la “scary hot girl”, Taichu seguía abriéndose paso en la escena a través de feats con artistas de la talla de Nicki Nicole, Ms Nina, Tiago PZK, La Zowi y Juicy Bae. Estas colaboraciones fueron preludio del impacto que tendría Rawr, aunque luego de estrenar su disco no se quedó con los brazos cruzados y continuó publicando canciones junto a Caleb Calloway, Polimá Westcoast y su más reciente con Mechayrxmeo.
Este verano, Taichu fue la encargada de inaugurar el Parador Konex con una fecha que ardió más que el cemento en enero. Compartió escenario con Estratosfera, quien a su vez es guitarrista de Nenagenix y tienen una colaboración llamada “Pop Time”, y la DJ y productora Tayhana, la motomami certificada por la mismísima Rosalía fue la encargada de intervenir las pistas añadiendo capas de intensidad al espectáculo con un grupo de bailarines que dejaron al público en un estado de frenesí queer. “La fecha en el Konex fue ‘for the culture’, ¿no? -se jacta Taichu-. Estratosfera acaba de sacar un disco y está debutando los shows como solista. A Tayhana yo la admiro como productora, DJ y persona también”.
Nada tiene de fortuito que a Taichu le pinte compartir escenario junto a artistas que exploran los cruces más experimentales de la electrónica. No solo porque ella misma ya lo hizo en otras dimensiones, sino porque también se encuentra en un momento clave de su carrera en la que la electrónica tomó un protagonismo crucial de la mano de la etiqueta estética que ella llama “hot core”. El estilo de Taichu se expande, se deforma y se vuelve a contraer sin perder el rumbo. Rompe estructuras sin deshilachar el nudo.
Elegido como uno de los mejores discos del año en Indie Hoy, Rawr tiene tanto de dancefloor como de anarquía sónica, tanto de seducción química como de contorsionismo digital. Mientras que en “Noche de sateo” nos hace mover el esqueleto con ligereza vogue, en “Chacha fight” delira un track instrumental que materializa su atracción fatal hacia el caos. Otras canciones como “Babyspice” se encuentran en una zona indescifrable donde su espíritu se funde en la maquinaria al minar y torcer los pasajes sintetizados hacia un jersey club con guiños a Moria Casán (“Cuando fumo me siento una geisha”).
“A mí me es genuino ese sonido -admite Taichu sobre su forma andrógina de manipular la electrónica más experimental-. Lo escucho, voy a bailarlo, me interesa. Siento que mi interpretación, mi manera de componer, de cantar y de desenlazarme en una canción, me da mucho abanico en la electrónica. Puede ser muy deconstructed, también puede ser más cuadrado o más techno. Hay millones de cosas por probar en lo que es más electrónico. Me encanta y estoy muy contenta de haberlo experimentado”.
Taichu toma sus raíces poperas de los años 2000 y les inyecta una dosis de frescura ultramoderna a través de melodías pegajosas y ritmos adictivos. Sobre el escenario, enciende el fuego canalizando la esencia de divas como Beyoncé, Rihanna y Lady Gaga. Cuando llega el momento de hits como “Tu si k ta loko” y “D cero”, se desliza sobre una estela pop vigorizada por los rayos tornasolados del electrodance. Sea de una forma u otra, Rawr es una hipnosis que hace vibrar el pecho.
La onomatopeya titular se transforma en una fusión entre lo primitivo y lo erótico. Es divertido escuchar a algunas personas pronunciarla como replicando el rugido de una bestia feroz, mientras que otras la expresan con la simple sonoridad de las letras. A Taichu le encanta empoderar a quienes sacan su animal interior con una mueca, tanto como incomodar la heteronorma lingüística (“No queremos que esos paki’ vengan pa’ ‘quí”). En sus canciones, este sonido se convierte en un juego sensual, una expresión de lo salvaje que se entrelaza con su estilo provocador. No es solo un gruñido: es un acto de liberación.
Pero la parte más ruda que todos creen conocer de Taichu se diluye cuando abandona la pose gangsta y abre su corazón. Así como en “Top”, “Extrabrut” y “Mortal Kompa” saca a la luz lo más incisivo de su personaje con una actitud prepotente, Rawr posee la versatilidad de tocar fibras sensibles llevando al frente la calidez de su voz hacia espacios oníricos capaces de derretir un témpano de hielo. Esta es otra faceta dentro del hot core que, sin embargo, no está separada de la anterior. La cara más emo del repertorio que la exhibe desangelada se conforma por “Baladarks” y “Alaska”, dos canciones hermanadas por la melancolía y la susceptibilidad. El eclipse afectivo no dura hasta el final de ninguna, ya que los estribillos rompen los castillos de cristal con el retumbar de un bombo en negras que enseguida nos despierta.
“Lo que me entusiasma del género electrónico es la cantidad de formatos que podés armar -explica-. No necesariamente un techno con dos vocales que funciona bárbaro, sino también una canción más íntima y sensible. O algo más que no tenga esa estructura, pero tenga todos sonidos electrónicos. Yo eso sí lo vengo practicando desde mis inicios. En ‘Tolkin shit’, obvio que consumía electrónica, pero no sé si era lo que estaba decidiendo hacer. Siempre había un deseo de cambiar los sonidos que ya todos conocemos de cierta estructura y así darle otra identidad”.
Taichu no solo resuena en sus versiones originales, sino que se torna aún más vibrante en el ámbito de las fiestas electrónicas, donde sus canciones son frecuentemente remixadas. Lejos de resistirse, celebra estas reinterpretaciones que llevan sus tracks a nuevas alturas de efervescencia. “Para mí, eso es haber llegado a una meta. Que agarren mis canciones y las remixen para la joda me encanta, ¡me encanta! -reafirma entusiasmada-. Siento que para mí es haber llegado a una meta que yo inconscientemente perseguía también. Eso es hot core también”.
Al otro extremo de la cabina, Taichu electrizó su presente con una inminente colaboración junto a Skrillex titulada “Push”. Incluso antes del estreno oficial, el DJ y productor estadounidense ya se dio el lujo de incluirla en un set durante su presentación en el emblemático festival de Coachella. Este feat, aún inédito, aterriza en el momento adecuado para ella luego de redefinir su sonido en el amplio espectro musical. Su destreza para explorar y desafiar los límites del género encontró el aliado perfecto en Skrillex, un pionero que transformó la electrónica contemporánea. Este emocionante encuentro no solo promete ser un hito en la carrera de Taichu, sino también una contribución más que significativa a la evolución del panorama nacional.
“Fue una experiencia que me enseñó un montón y también un sueño cumplido, porque él siempre se caracterizó de proponer otra cosa, de dar vuelta una tortilla y de un montón de cosas más -cuenta Taichu-. Él es el primero, él llevó hasta lo más alto un género que a mí me encanta, porque cuando tenía años ya iba a bailar dubstep. Un loco conocerlo, y que él haya visto algo en mí para querer que vayamos al estudio y que se cebe conmigo… ¡Yo no lo podía creer! Y en el momento me la tenía que creer porque estaba pasando. Tampoco me la creí cuando me dijo que la iba a pasar en grandes festivales, pero lo hizo”.
Una aclaración: el hot core no es solamente electrónica, es Taichu haciendo lo que se le da la gana. Porque como tantas veces repitió, incluso si hace una bachata también va a ser hot core. Es una cuestión de piel que ella se puede sacar y poner cuantas veces quiera. La esencia no cambia de color, sino que refracta un arcoíris que atraviesa de lo darky a lo neón. Por supuesto que en Rawr hay además una sobrecarga de trap y reguetón. En sus colaboraciones con Alvaro Diaz, Rusowsky y Muerejoven, la artista le da una vuelta de tuerca a algunos de sus estilos más representativos en el pasado para seguir moldeando la vorágine del futuro. La que ayer hizo quebrar caderas al ritmo de “Gabbana”, hoy desdobla el neoperreo con “Presión”, robotiza el dembow en “Payday” y destroza cualquier espejo con el frenético “Gas”.
“El otro día pensaba, tengo 22, soy recontra chica y me encanta, porque desde el principio entendí que quería plantear algo sin límites -reflexiona-. Lo veo también en colegas y en artistas que yo admiro de afuera. Uno es artista y después tiene mil millones de años para experimentar todo lo que quiera y pasar por un montón de etapas. Siento que soy un bebé todavía, entonces qué piola que entendí eso desde el principio y que ya me planté dejando en claro que hoy estoy haciendo esto y si mañana quiero irme de los sonidos electrónicos lo voy a hacer y voy a poder ser yo en eso también”.
De principio a fin, en Rawr está latente la sensación de que Taichu no se privó de absolutamente nada. Junto al productor Luigi Navarro, armó un collage de sonidos que absorbe influencias de distintas partes, desde la rave hasta la pasarela. Con la artimaña del mashup, el zigzag entre ángeles y demonios, y la manía de pisar hasta el fondo el acelerador sin pudor a los contrastes estéticos, la joven veinteañera hizo del hot core su sello personal. Hoy es la electrónica lo que la interpela, mañana quién sabe.
“Está el deseo artístico y también está el deseo de proponer algo en la escena -define-. Porque también sé que tengo un lugar y que puedo hacerlo. Por ejemplo, tengo canciones más electrónicas, flow David Guetta, algo que a mí no es lo que me interesa proponer. Me copa todo lo que sea un poco más anti en ese sentido, pero bueno, también llevado a un punto en el que no sea tan anti y pueda ser comercial de alguna manera”.
“¿De qué me quedé con ganas? -se pregunta-. Ahora tengo ganas de hacer canciones un poquito más cantadas. De hecho las estoy haciendo, metiendo más ese podercito que tengo que quizás no lo uso tanto. Y en cuanto a sonidos, me quedé con muchas ganas de seguir haciendo jersey, de explorar más el mundo de ‘Noche de sateo’ también. Hay tantos munditos, en un momento me volví loca y pensé en hacer un EP de cada uno para explorarlo en profundidad. Es una idea que tengo, yo voy haciendo y voy acomodando sobre la marcha”.
Peligrosa, e indomable, Taichu es mucho más que una femme fatale, es un incendio de actitud que quema las reglas del juego. Es la disruptora, la narradora sin censuras de un relato lleno de performance y autenticidad, donde la rebeldía no es una elección sino su naturaleza. Es la seductora nocturna que lidera con insolencia, desdibujando las líneas entre lo oscuro y lo luminoso, entre lo atrevido y lo vulnerable. Ser una chica mala, nunca tuvo tanto encanto y glamour. “Yo creo que hay algo con ser un personaje, o armar personajes, que está medio subestimado. A veces parece fake, que no sos real. Y para mí, está buena esa fantasía, siempre y cuando sea dentro de un marco genuino”, dice.
“Creo que el hot core es mi piso -concluye-. La nocturnidad es una muy buena palabra para describirlo. También siento que hay algo de sentirse hot, de invitar a ser hot, de invitar a que todo sea hot. Yo me doy cuenta de que vengo haciendo hot core desde antes de saber lo que era. Ponele, esto de cambiar los sonidos de una canción de trap a sonidos que no son de trap, eso también es parte. Buscar los sonidos que dentro de mi deseo quedan en esa estética, esa es mi construcción”.
Escuchá a Taichu en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).