Rodrigo Tarsitano empezó a tocar la guitarra de manera autodidacta a los 12 años, con una guitarra eléctrica que le compró su papá en la casa de instrumentos de Martín Coronado, en el oeste del Gran Buenos Aires, donde residió casi toda su vida. Rápidamente comenzó a componer por intuición y a tocar un teclado Casio prestado, lo que le abrió un nuevo camino en el proceso de composición. Durante su adolescencia se interiorizó en la escritura de canciones inspirado en la obra de artistas como John Lennon, Fiona Apple, Elliott Smith y Nirvana, y en la literatura de escritores como Bukowski, Kafka y Nietzsche. Este proceso creativo culminó en la formación de la banda Also Sprach en 2009, con la que grabó el disco Instrucciones para quedarse solo (2014) y dio numerosos shows en el conurbano bonaerense. Con la disolución de la banda en 2015, inició su carrera solista y publicó Lo que aprendí viendo películas malas, un disco compuesto y grabado en su casa en tan solo un mes.
Al frente de Also Sprach, un Rodrigo con el pelo largo hasta los hombros cantaba “No voy a cortarme el pelo por vos“. Diez años después lo vemos en Instagram devenido en Tarsitano, con una afeitadora en la mano, rapándose la cabeza a cero mientras silba su última canción. La imagen funciona como una metáfora de cambio, una transformación personal que se traduce en su labor como artista. Con un sonido más moderno que en sus trabajos anteriores, Tarsitano dejó atrás viejos prejuicios y sacó a relucir una faceta más pop. Influenciado por el R&B y músicos como Daniel Caesar y Frank Ocean, su nueva estética se vuelca al ritmo y a las emociones. “Me di cuenta que podía expresar mis sentimientos y que la música además te haga mover el piecito, cosa que no pasaba generalmente con mis canciones”, explica sobre su nuevo sonido.
El mundo creativo de Tarsitano se vio transformado cuando en 2018 partió de Martín Coronado y se fue a vivir a Capital Federal. A partir de ese momento estableció vínculos con diversos artistas del circuito independiente porteño y creó la canción colectiva de protesta contra los agrotóxicos “Ya se van” (2018), el disco Los novios (2017) con el dúo de post punk que formó junto a la artista Virginia Lev, el EP Perdón amor / Volver a fumar (2018), los simples “Balada de la clase trabajadora votando neoliberalismo” (2018) y “Estoy muy flaco” (2019), el disco Todos mis amigos lo dicen (2019) grabado en vivo en estudios Bulo, y la reciente canción publicada en cuarentena “Cuarenta veces” (2020).
“Saltamos del balcón, el mundo lo vio/El chiste lo entendimos solamente vos y yo”. Así comienza “El chiste“, su nueva canción, que tiene a la artista salteña Feli Colina como cantante invitada. En todo chiste siempre hay algo de verdad y el riesgo inevitable de que alguien salga herido. Se trata de una canción de ruptura, de desamor en caída libre, pero también es una canción de esperanza, una oda cotidiana a la soledad. “Verticalista el amor/Esto es la soledad”, cantan los protagonistas después de saltar de un balcón imaginario, un chiste que solo ellos parecen entender. Después del salto llega lo inevitable, seguir solxs, tratar de estar mejor. El videoclip, dirigido por Julieta Macarino, relata la historia de amor entre dos personas de la tercera edad. Desde un techo cercano, Tarsitano y Feli observan la escena.
¿Cómo fue la producción de “El chiste”?
Muchas de las canciones que hice para este disco son canciones viejas que recién ahora les escribí la letra, como “Cuarenta veces”, que tiene más o menos seis años, pero que en ese momento me parecía muy pop y no la quería hacer. “El chiste”, en cambio, es una de las que escribí ya pensando en que el disco iba a tener una estética más moderna, más R&B. Lo empecé a grabar antes de la cuarentena por lo que ya tenía algunas cosas grabadas. Usé mucho sample, tanto la batería de “Cuarenta veces” como esta son samples que los hago con Juan Cruz Marino (Pyura), que maneja Ableton como Dios. Además de Juan Cruz el tema fue producido por Yago Escrivá (Ainda Dúo) y Federico Páez. También participaron Pablo Giménez (El Zar) en guitarra y Rhodes, Tomás Hepner (Limón) en teclados y Brian Vainberg (Nafta) en bajo. Fue mezclado por Cherno Rojkin y masterizado por Nacho De La Riega. Como cantante invitada está Feli Colina, que con su voz y sus ideas logró contar su propia versión de la historia.
¿Cómo surgió la participación de Feli en tu nueva canción?
Yo a Feli la admiro muchísimo. Cuando salió “Martes”, que es el primer corte de Feroza, el disco que grabó en Abbey Road, pensé cuán necesario era una artista así en Argentina. Porque es artista, no es música solamente, ella es un concepto, lo tiene re claro y no encuentra otra manera de hacer las cosas. Eso me atrae de los artistas, que tengan un concepto. Cuando fui a verla tocar no pude creer lo que era en vivo, era como ver a los Doors, a Jim Morrison, algo demasiado genuino, demasiado sanguíneo, una cosa muy punk. Después la conocí personalmente a través de amigues y ya pegué buena onda. Le pasé el tema para ver si le copaba hacer una colaboración y le encantó. Creo que la canción daba para que la cante otra persona y se vuelva como una conversación. Nuestros timbres de voz tienen una cosa similar que quedó muy buena, la verdad que estoy muy contento.
Lo que aprendí viendo películas malas fue un disco más solitario donde tocaste todos los instrumentos, usaste un piano desafinado y una batería incompleta, y tiene una producción más casera. En 2018 pareció que todo eso que estaba en una habitación empezó a salir, conociste a otres artistas y te desplazaste hacia una estética más urbana. ¿Qué fue lo que impulsó esa transformación?
Venía acostumbrado a no encontrar pares, creciendo en el Conurbano era muy difícil con los gustos que yo tenía, y con los pocos que conocía tenía una compatibilidad musical pero no personal, eso volvía todo muy tedioso. Cuando empecé a venir a Capital conocí otros músicos y músicas que no querían competir conmigo, querían generar algo, y eso me llevó a abrirme en lo personal y a conocer gente nueva. Llevándolo al plano de lo sonoro, me ayudó a sacarme un montón de prejuicios que tenía con algunos géneros, empecé a apreciarlos, a encontrar la belleza en eso. Yo sabía que era capaz de hacer algo así pero nunca lo había hecho y esta vez dije “sí, me animo a hacer algo más pop”. La estética ochentosa, la tipografía vintage y la imagen VHS en “Cuarenta veces”, por ejemplo, ahí negocié un poco con lo que está de moda, algo que no solía hacer nunca. Hay una negociación con lo actual pero se fue dando de esa manera, generando vínculos, dándome cuenta de que el trabajo en equipo es mucho más enriquecedor en lo personal y el resultado es hermosamente azaroso. Di con gente con la que me llevo muy bien, que me respeta, que me acepta como soy. Cuando estás grabando y produciendo con gente así no salís herido nunca y se nota en el resultado.
Además formaste una banda. ¿Cómo se dio ese proceso?
Estuve tocando con ellos un año y medio, son Carolina Donati en guitarra, teclas y coros, Yago Escrivá en guitarra y coros, Cherno Roskin en bajo y el baterista era Martín Freiberg pero se fue a un crucero a tocar la bata y lo reemplazó Agustín Piva. Yo no quería tocar más con la acústica y le propuse a Cherno que me acompañara con pistas en el Ableton, él me respondió “qué Ableton, armemos una banda”. Yo no tenía un mango, no le podía pagar a nadie, no podía alquilar una sala, nada. Fuimos a una sala que la alquilaban entre un montón de personas y nos dejaban ensayar gratis, una locura, ahí se fue dando todo. Creo que tiene que ver con que yo hago las cosas con honestidad, con pasión y se nota que me lo tomo en serio, que soy una persona respetuosa. Si te gusta realmente la música te dan ganas de rodearte con gente que la respete y se la tome en serio.
Tu personalidad tiene un lado político muy marcado, hiciste temas como “Ya se van” o “Balada de la clase trabajadora votando neoliberalismo” y la crítica social aparece a lo largo de toda tu obra. Por otro lado, tenés una faceta más “bizarra”: te tatuaste tu propia cara, subiste las sesiones en estudios Bulo a Pornhub, filmaste una telenovela casera en historias de Instagram. Pareciera que disfrutás de reírte de vos mismo y de esa exposición. ¿De dónde salen estos dos aspectos de tu personalidad?
Creo que tiene que ver con el lugar en el que crecí y la familia que me tocó. El sentido del humor es de mi viejo, lo tengo adentro del ADN, me rio solo en mi casa con mi gato, me hago chistes a mí mismo. La telenovela de Instagram, por ejemplo, surgió a partir de no poder tocar en vivo, pensé en darle a la gente otra cosa, algo visual. Y como en la redes la gente quiere ver intimidad se me ocurrió hacer algo medio gracioso pero oscuro, tipo VHS, blanco y negro, hay una depresión en la casa, está todo mal. Y lo otro tiene que ver con mi condición social y con haber crecido en Martín Coronado. En la secundaria tenía unos compañeros que escuchaban punk rock y mi hermano mayor me hizo escuchar a Green Day, entonces empecé a consumir mucho punk nacional. Esta cuestión política viene un poco de ahí, del punk rock. Mucha consciencia a nivel político se la agradezco a Kurt Cobain. Yo tenía 12 años y el tipo decía “si odiás a los homosexuales o a las mujeres no vengas a nuestros shows”. Yo capaz no lo terminaba de entender pero me quedaba resonando esa cuestión de la crítica.
Tu papá es mecánico de autos y tu mamá fue ama de casa. Si bien no naciste en una familia de músicos sí termina habiendo una influencia familiar en tu camino como artista y en la decisión de renunciar a tu trabajo de telemarketer en un call center para dedicarle más tiempo a la música. ¿Qué fue lo que te hizo ver que no querías eso para tu vida?
Un día me di cuenta que estaba trabajando para la misma persona a la que le estaba comprando y ahí dije “esto no me sirve, no me gusta”. Me parece que el rol del artista es importante en ese aspecto, si bien siempre quise poder vivir de esto en ningún momento dije “me lo voy a tomar en serio”, porque es parte de mi vida, sino hago esto no tengo ganas de vivir ni de hacer nada. Yo siempre creí en mí, tengo un ego enorme, no tengo problemas con eso. Tengo un ego grande porque mi viejo siempre creyó en mí. Si vos sos una criatura y tu verdad es la verdad de tu papá y él cree en vos, vos te lo vas a creer. Siempre me dejó elegir lo que yo quisiera, de chico hice básquet, taekwondo, teatro, dibujo, probaba de todo. Es un espíritu que todavía conservo, veo una película y ya quiero hacer una película.
Cada vez que terminaste una relación hiciste un disco o un libro o un tema. El desamor está muy presente en tus letras desde una perspectiva cotidiana y realista, pero al mismo tiempo de una forma muy esperanzadora. ¿Llevarlo a la música te ayuda a ordenar o a encontrarle un sentido a esos sentimientos?
Sí, totalmente, es como que me ayuda a equilibrar mi neurosis. Ahí donde sé que tengo un hueco que no voy a poder llenar lo tapo con una canción para poder cerrar y seguir. Honestamente nunca fue intencional, tipo “voy a escribir una canción para que la escuche mi ex”, no fue así. Siempre pienso en artistas de siglos pasados que escribían poemas sobre personas que capaz vieron una sola vez y mantuvieron un romance por carta toda su vida. Si se podía escribir tanto sobre un hecho tan efímero puedo hacer un disco sobre una chica con la que salí dos meses. En “El chiste”, la frase “Dicen que nació una constelación/Dicen que no hay dos personas iguales a nosotros dos” es una forma de decir “bueno, nos separamos y algo pasó en el universo, algo más groso, no puede haberse terminado algo tan intenso y listo”. Lo pensé así, algo más pasó, quiero creer eso. Me ayuda, la verdad que sí.
Tarsitano se presenta este domingo 20 de diciembre a las 18 h en Parque Los Andes (Chacarita, CABA), entradas disponibles a través de su perfil de Instagram. Escuchá “El chiste” en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).