Hoy se cumplen 30 años de la publicación de Daydream Nation, el quinto disco de estudio de Sonic Youth y uno de los trabajos más relevantes en la historia de la música alternativa. Quizás en su momento no tuvo el reconocimiento merecido, pero fue el último chispazo de los ’80 para incinerar la década siguiente e inspirar a muchas de las bandas que le vinieron después. Daydream Nation, afamado por aquella insignia de la vela de un cuadro de Gerhard Richter, generó la luz precisa para que la escena musical voltee su mirada y admire el poderoso latido de existencia que emitía la banda de Nueva York. Tres décadas después esa llama sigue viva y Daydream Nation es considerado un acto de modernidad.
Daydream Nation es lo que se conoce como un disco bisagra. Poniendo la mirada sobre la extensa discografía de Sonic Youth, se puede establecer que fue un punto de quiebre e inflexión, que le sirvió a la banda para tornar su rumbo. Para ese entonces, Sonic Youth había sacado discos importantes pero que solo se valoraron como objetos de culto por su crudeza inicial y nunca generaron un aposento popular. Estaban nutridos de todas las cosas fervientes que habían sucedido en la música hasta el momento: un poco de punk, la no-wave, el garaje; pero nada era suficiente para una banda que no dejaba de experimentar con formas nuevas en las que solo prevalecía la destrucción de todas las estructuras establecidas.
Si bien Sonic Youth ya había logrado definir el sonido noise que hasta el día de hoy acompaña a cada uno de sus integrantes bajo la piel, fue este disco el hijo bastardo que sumó todo lo que habían hecho hasta el momento y la rebeldía suficiente para sonar por encima de quienes antes se tapaban los oídos. El grupo disminuyó apenas los decibeles caóticos de su volumen y encontró su lugar en un sonido más cercano al rock convencional… a la manera de Sonic Youth. Su baja popularidad en ventas no fue un impedimento para que las grandes discográficas le echen el ojo a sus melodías hipnóticas y aniquilantes.
Daydream Nation abre con uno de los emblemas de la banda: “Teen Age Riot”, una canción que marcó a toda una generación que necesitaba de nuevos himnos y culminó con “Smells Like Teen Spirit” (1991). Pero también cuenta con otras tantas canciones que suenan como plataformas explosivas para el despegue, como “Silver Rocket”, “Hey Joni” o “Total Trash”. Sonic Youth ilustraba cada pared de ruido y a la vez delineaba con mucha sutileza las armonías que definieron la transición de discos como Bad Moon Rising (1985) y EVOL (1986) en lo que luego iban a ser sus laureados trabajos posteriores Goo (1990) y Dirty (1992).
Desde el riff inicial del álbum hasta el remolino final, Sonic Youth logró transmitir al estudio toda la energía, la eclosión y la vitalidad de sus shows en vivo. Le dieron forma a aquello que antes parecía inagarrable en su velocidad de estrella fugaz. Todo lo que era un fruto del azar por esa continua insistencia en la improvisación, consiguió un pulso constante y un trono para una corona sin ataduras. Daydream Nation contiene un puñado de canciones que analogan unas con otras por tener un componente punzante rodeado de ambientes, como tormenta o tsunami, desastres que terminan en un remolino caótico pero con la destreza suficiente para volver a regenerarse.
Sonic Youth estuvo siempre a la vanguardia, incluso en sus momentos más clásicos. Por eso cuesta decir que este disco es un clásico, aunque así lo sea frente a lo demás. Sonic Youth no solo supo absorber data de la música contemporánea, sino también de toda una colectividad artística que preexistía en Nueva York a finales de los ’70. Sus shows en vivo se podían relacionar con el action-painting de Jackson Pollock, donde todo cuadro era irrepetible por saber captar la esencia del instante. Como así también funcionaba la literatura beatnik de escritores como Kerouac, en esa continua liberación verborrágica, o la experimentación de William Burroughs y la poesía de Allen Ginsberg. A la vez se puede pensar en piezas cinematográficas como las que hacía Stan Brackhage quien trabajó con Lee Ranaldo en Text of Light (1974), intentando narrar la incidencia de la luz, uno con imágenes y otro con sonido; buscando distintas alternativas de la narrativa convencional, hasta llegar a experimentos extraños como destruir un piano a la forma Fluxus para que la música florezca hacia un lugar que nadie pueda llegar.
Entonces Daydream Nation habla mucho sobre su tiempo pero con cierto tinte surrealista moderno. Una galería donde conviven desde personajes como Andy Warhol y Jimi Hendrix, hasta grupos como Dinosaur Jr. y ZZ-Top. Asimilado a los discos más experimentales de The Velvet Underground, Daydream Nation está repleto de las turbulencias y distorsiones que Thurston Moore, Kim Gordon, Lee Ranaldo y Steve Shelley supieron surfear en la cresta de la ola y descender en espiral en un torbellino sin perder el control. Lo que suena desorganizado está completamente organizado, porque las reglas son otras. Sonic Youth logró estar en lo más alto de la contracultura estadounidense y funcionar como una catapulta que arrojaba piedras para destruir todas las barreras impuestas.
Sonic Youth – Daydream Nation
1988 – Enigma
01. Teen Age Riot
02. Silver Rocket
03. The Sprawl
04. Cross the Breeze
05. Eric’s Trip
06. Total Trash
07. Hey Joni
08. Providence
09. Candle
10. Rain King
11. Kissability
12. Trilogy