Incluso 40 años después, el encierro del primer disco solista de Charly García todavía se siente. No de la misma forma que en 1982, pero hay ideas que preocupan y perduran. En los momentos que comenzaban a parecer finales de la última dictadura cívico-militar, que pudrió a la Argentina desde adentro durante 7 años (y cuyas consecuencias siguen hasta el día de hoy), se sentía un tangible cansancio en la sociedad. La tragedia de la Guerra de las Malvinas era, en ese momento, la herida más punzante; ya no podía ser uno de los otros varios actos inhumanos de la dictadura. Una mezcla de paranoia incesante, temor por el futuro, y agotamiento de haber pasado por tanto en tan poco tiempo… y sin embargo, tal vez, algo de esperanza, que necesitaba salir a la calle para poder ser realizada. Al menos, eso es lo que Yendo de la cama al living transmite.
Luego de su apogeo de los setenta, que incluyó estar a cargo de tres bandas consagradas e influyentes para el folk argentino (Sui Generis) y el desarrollo del rock nacional (La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Girán), las posibilidades para Charly de grabar un disco solista, a su nombre por primera vez, eran tanto alentadoras como abrumadoras. Los poderes políticos comenzaban a ceder, por lo cual, ya no tenía que esconder sus letras acusadoras en metáforas como “Canción de Alicia en el país” para evitar la censura. Pero el miedo todavía estaba, así que para combatirlo, tenía que transmitir un sonido distinto: menos literario, más hablado; menos caprichoso, más directo. A partir de este cambio, aparece el primer disco abiertamente pop en la ya amplia discografía de García, lo que sus composiciones siempre habían sugerido, pero ahora de forma explícita.
Por primera vez sin una banda, grabado meses después de la banda sonora para la película Pubis angelical de Raúl de la Torre, Charly se encarga de casi toda la instrumentación del disco, con la excepción de Willy Iturri a cargo de la batería, y varios amigos notables que aparecen en su debido tiempo. Como Prince antes de iniciar su Revolution, una inspiración para Charly en su momento, el prodigio se apodera de sonidos y tonos abiertamente artificiales, para dominarlos todos. Sabe que el rock progresivo de sus bandas anteriores no quedaría con estas composiciones, así que se entrega a los Moogs y 808s arcaicos de principios de los ochentas. Su misión era poder aislarlos, secarlos de cualquier poder adhesivo, dejando mucho espacio sonoro entre ellos para que sean unidos a través de las canciones.
Vale notar la brevedad de este disco: 8 canciones en 34 minutos, y muchas de ellas se sienten mucho más cortas de lo que son. Una de las mejores virtudes de Charly en su pico era saber cómo y cuándo terminar una canción, y eso hace que cada tema se haga notar de forma distinta al resto. Cierra cada lado con “Vos también estabas verde” e “Inconsciente colectivo” para darle a cada mitad una conclusión propia; también sabe cuándo animarse a chistes ácidos como “No bombardeen Buenos Aires” y “Peluca telefónica” después de momentos más solemnes. El disco termina mucho antes de lo que uno espera, en parte porque Charly sabía combinar los momentos de alta emocionalidad con su típico humor de guiño a la sociedad.
Es esa combinación la que hace que varios temas en Yendo de la cama al living se encuentren diciendo varias cosas, aparentemente contradictorias, en paralelo. Se encuentra de forma muy clara en “No bombardeen Buenos Aires”, una canción que lidia con la paranoia en plena Guerra de Malvinas con un aire jovial y ansioso, pero de la ansiedad que desemboca en risas, para no llorar. Charly se queda atrás por los miedos de las bombas que parecen inevitables, y baja de tono al escuchar la BBC mientras hace el amor; pero también, desentona al repudiar las “rancias cunas de poder” como si hiciera una mueca, y concluye su mensaje con “¡Pero no bombardeen Barrio Norte!”. Mira hacia los que están arriba y les escupe, incluso si sabe que ese escupitajo le podría rebotar a él mismo.
A partir de eso, el encierro demostrado en el tema titular hace notar la soledad con la que el disco se enfrenta. Quiere tener una buena actitud, ser proactivo, pero hay algo claro que le pesa. Denota un cansancio que implica saber de lo qué es capaz, y sin embargo quedarse en la mediocridad: “Puedes ver amanecer con caviar desde un hotel/ Y no tienes un poquito de amor para dar”. La composición también se añade a esta historia. Incluso cuando Charly escribe canciones pop inspiradas por el new wave americano, sus instintos compositivos del jazz y rock progresivo siguen en pie, y los acordes en las estrofas nunca dejan de moverse; generan una inquietud que no puede desvanecerse, así que caminan en círculos. Lo que hace que los dos acordes del estribillo marquen esa repetición: de la cama al living, una y otra vez.
También, como es Charly, se deja atrapar por la melancolía y la nostalgia de formas muy fáciles. Hace una oda potente a su juventud en la pequeña “Vos también estabas verde”, una balada llevada por un piano que rebota en la mezcla, que llega a conclusiones similares a las del tema titular. Brilla con el deseo de no querer escapar como alguna vez lo hizo, pero la creencia de poder llegar a su mayor potencial todavía no estaba (eso llegaría luego), y le saca todo dramatismo a la canción cuando está a punto de explotar. “Canción de dos por tres”, con ayuda del único Luis Alberto Spinetta que contribuye un gran solo de guitarra, es más desoladora aún en su composición, con la voz de Charly más callada que de costumbre. Esta vez, abiertamente rechaza la noción de “vivir así, repitiendo las agonías del pasado”, un llanto tanto propio como atado a una juventud con mucho bagaje para cargar.
Al ser el nostálgico que era, Charly encontraba maneras de reunirse con amigos de proyectos y bandas antiguas. Además de estar en “Canción de dos por tres”, Spinetta contribuye mucho más en “Peluca telefónica” junto con Pedro Aznar, anterior miembro de Serú Girán, y mano derecha de Charly por muchos años luego de este disco. Los tres tocan e intercambian voces en un pop rock improvisado, que por momentos, se encuentra iluminado en sus cortes lleno de armonías; un buen corte lúdico para este disco. Para una sesión más melancólica, llama a su compañero de Sui Generis, Nito Mestre, en “Superhéroes”. Charly y Nito miran a la sociedad desmotivada por la militancia absurda y opresiva (“No pasa nada, nadie pasa, solo una banda militar/ Desafinando el tiempo y el compás”), para tratar de servir como voces familiares de confort: enfrentar la triste realidad con la actitud de los viejos tiempos, con un idealismo ya madurado.
El punto central de este disco es “Yo no quiero volverme tan loco”. Con ayuda vocal de León Gieco, una de las voces más abiertamente políticas de la escena nacional (y ex compañero de PorSuiGieco), es la canción que más ejemplifica la dualidad que Charly trata de atravesar en este período de tiempo. Por una parte, dar cuenta de la censura y la decadencia que veía alrededor; por otra parte, escapar de ella, y si es posible, hacer que los demás también escapen con él. Imágenes sobre “el fin de un amor en la era del color”, y se encuentran “las puertas cerradas y las ventanas también/ ¿No será que nuestra gente está muerta?”, que detallan de formas más y menos obvias la desolación del momento. Pero también, ideales de querer “ver muchos más delirantes por ahí bailando en una calle cualquiera”, incluso tirando un hermoso guiño argento de “La alegría no es sólo ¡brasilera!”. La solución, si hubiese una, la encuentra en sus melodías: en sus detalles, un susurro; pero en su ejecución, una marcha y un himno al mismo tiempo. Cuando el estribillo sube de tono en la última vuelta, parece que el resto de las personas también están cantando con García y Gieco. Y así sería.
Tal como conmueven estas declaraciones, cerrar el disco con “Inconsciente colectivo” se siente tanto como una conclusión de una época como el comienzo de otra. Incluso con todo su poder como letrista, utilizado de forma de genio en esta canción para retratar el regreso inminente de la libertad, la canción es pura melodía. La estrofa se estira encima de la percusión pequeña, para dejarse llevar por el hermoso refrán, acompañado por armonías que piden ser cantadas: primero, con calma, pero poco a poco, con mayor ímpetu y color. Gritarlas para recordar a quienes no pudieron escucharlas. Como hito de recuperación, sirve tanto de consuelo como de victoria, y reflexiona cómo ambas emociones pueden terminar unidas. “Es necesario cantar de nuevo una vez más.”
La música de Charly era una con filosofía (vale decir, para nada barata), y este es el comienzo de su época más condecorada y populista posible. Luego de este disco, experimentaría con modelos de grabación tanto analógicos como digitales, seguiría dando himnos (como ya lo había estado haciendo durante 10 años), y se acomodaría a las nuevas olas, dándoles brotes de inspiración. Si su meta era ir “buscando el placer de estar vivo”, en un momento en el que seguir tratando parecía una tarea imposible, Yendo de la cama al living es cuando se propone hacerlo y no dejarse llevar. Eventualmente, si, esa meta lo llevó al desborde, uno bien documentado, y el extraño de ayer ya no es el extraño de hoy. 40 años después, ese cansancio se manifiesta de otras formas, con otros placeres, otros vicios y otras consecuencias. Pero nunca para desesperarse. Igual, todos los días sale el sol.