Hablar de Hunky Dory implica contar la historia de un manifiesto artístico que representa un antes y un después en la carrera de David Bowie. Es un disco que se nutrió de la efervescencia del rock and roll de los años cincuenta pero contemplando la vanguardia cultural de su tiempo a través de la ambigüedad sexual. Como un ejercicio musical rupturista que quebró para siempre el paradigma del rock progresivo y el blues de la época, el músico inglés creó un lenguaje moderno y jovial que devolvió nuevamente el fervor y color adolescente a la cultura rock de aquellos tiempos.
Podemos enumerar a tres personajes claves en el desarrollo de la androginia dentro de la cultura rock. El primero de ellos es Little Richard en la década del cincuenta, el segundo es Mick Jagger durante los años sesenta y el tercero es Marc Bolan a comienzos de los años setenta. Bowie captaría plenamente este proceso de desarrollo estético para trasladarlo al concepto artístico de Hunky Dory.
Pero otro elemento clave del disco es la forma en la que logra unir la estética sonora norteamericana con la británica, en donde la clásica flema inglesa musical se mezcla con la virulencia del sonido estadounidense. Esto produjo una suerte de “toxicidad épica” que atraviesa la narrativa de la mayoría de las canciones del disco, y constituye a Hunky Dory como la primera y quizás más importante de las reinvenciones que atravesaron la carrera de David Bowie.
Para comenzar a analizar el trasfondo sociocultural y musical que posibilitó Hunky Dory constituya semejante hito artístico, hay que remontarse a principios de 1971. El presente de Bowie luego de publicar a fines del año anterior The Man Who Sold de The World era incierto e incluso errático. Por aquel año, Marc Bolan era la novedad artística más importante del Reino Unido y Bowie quiso emularlo con el single “Holy Holy”, el cual pasó completamente desapercibido y apresuró la salida de Tony Visconti, su productor artístico, quién prefirió trabajar con T. Rex, el grupo que lideraba Bolan.
Apoyado por su pareja Angela Bernett, Bowie decidió recluirse en su casa de Haddon Hall en Londres y comenzar a componer en piano a diferencia de toda su anterior etapa donde la guitarra (especialmente la Guild de doce cuerdas) había sido su principal instrumento a la hora de crear canciones. También de la mano de Angela recorrió la escena clandestina de clubes gays de Londres y el teatro de vanguardia que junto con los Arts Labs (centro de artes experimentales que había en la ciudad británica) inspirarían esa atmósfera sexual y melodramática que atraviesa Hunky Dory.
La otra vivencia que marcó fuertemente a Bowie es su viaje por tierras norteamericanas donde descubrió la radicalidad musical y filosófica de Iggy Pop y de Lou Reed con sus respectivas agrupaciones The Stooges y The Velvet Underground. Se empapó así de la cultura camp y el Warholismo, por lo cual su arte comenzaría a generar una tendencia hacia la provocación, el drama y la exageración que se pueden observar en canciones claves como “Changes” y “Queen Bitch” (dedicada a Reed).
La búsqueda artística de Bowie a partir de ese momento sería una constante invitación a la provocación y a la fantasía como respuesta al exceso de seriedad y decadencia de la cultura hippie. El rock se abría a la ambigüedad sexual y Hunky Dory aprovechó el descuido del género hacia los adolescentes. La evasión del glam rock también da cuenta de que los músicos y el público ya no estaban tan interesados en cambiar al mundo sino que la verdadera atracción pasaba por tomar a la música como un medio de escape individual y hedonista en donde las fantasías de fama y excentricidad eran el principal estímulo creativo.
El modelo que seguiría Bowie a partir de este disco y que profundizó en Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972) es un puente de unión con la rebeldía de los sesentas y el futuro advenimiento del punk. De ahí que al devolverle esa energía juvenil que había perdido el rock logró más tarde posicionarse como un referente de la innovación musical para las futuras generaciones del punk y el new wave. Lo dionisíaco y lo instintivo volvieron a estar de moda, provocando que la sexualidad vuelva a ser tomada como un foco de rebeldía y no tanta liberalidad como los hippies pregonaban.
También es necesario tener en cuenta que la cultura gay de esos tiempos no estaba normalizada como en la actualidad sino que comenzó a hacerse masiva por su folclore clandestino, lo cual estimuló la estética y el contenido del rock estancado en los frustrados sueños de revolución de fines de los sesenta. Hunky Dory es hijo de esta dialéctica entre lo auténtico y el artificio, que va a terminar modernizando para siempre la cultura rock y el futuro de la música contemporánea, además de representar el ABC del motor compositivo de Bowie.
El posterior Duque Blanco asumió el protagonismo dentro de la cultura rock acompañado de músicos que comprendían las vanguardias de su tiempo. En el caso puntual de Hunky Dory, Mick Ronson en guitarras y Rick Wakeman en los teclados y piano tuvieron un rol clave en los arreglos. Ronson con su Les Paul Custom 68 no solo comprendía el sonido del momento de artistas como T. Rex y Slade sino que al mismo tiempo era un dotado arreglista cuyas ideas llevaron a canciones como “Life on Mars?” a otro nivel. Wakeman, futuro tecladista de Yes, por su parte, realizó una magistral tarea en teclados dotando a la mayoría de las canciones que interpreta de una suerte de sentido modernista de comprensión de la música clásica que aportó a la épica legendaria del disco, y especialmente en “Oh! You Pretty Things”.
Además de definir la futura mítica formación de Ziggy Stardust compuesta por el mencionado Ronson, Trevor Bolder y Mick Woodmansey en guitarra, bajo y batería respectivamente (Wakeman rechazó la invitación a formar parte de la banda ya que comenzó a tocar junto a Yes), Bowie estableció un parámetro de acción artística que iba a sostener a lo largo de toda su carrera: conectarse con la vanguardia musical de su tiempo para hacerla masiva a través de su propio criterio y mantenerse fresco a lo largo de toda su carrera.
Hunky Dory (que es un silogismo inglés que significa “todo bien”) le proporcionó la primera audiencia de fanáticos a Bowie y representó su consumación como artista de importancia. Fue también la primera síntesis de un proceso de búsqueda musical que había comenzado con su etapa mod, seguida de la folk y finalizada con el space rock (Space Oddity publicada en 1969). Hasta tal punto impregnó de toda su experiencia vivencial al disco que el arte de tapa fue diseñado por su compañero de escuela George Underwood, el autor del puñetazo que dejó eternamente dilatada su pupila y dio esa única y personal a su imagen.
En síntesis, Hunky Dory es el comienzo del big bang artístico de David Bowie en la manera de comprender a su propia música y a sí mismo, dejando en claro que el rock debe ser sinónimo de contracultura desde el vamos. Al mismo tiempo, refundó el sentido de construcción del género con su personal y radical manera de sacar a la luz con su arte esa suerte de otredad clandestina y oculta que era la cultura gay y bisexual de su tiempo, a la cual acompañó en su proceso de aceptación masiva. A cincuenta años de su edición, es un perfecto ejemplo de la necesidad infinita que poseen los grandes artistas de liberarse de todos los prejuicios morales de su época y que en esa suerte de juicio lúdico, personal y subversivo se encuentra la posibilidad romper para siempre los parámetros de una sociedad.