Narrar una historia de vida a través de un disco parece una tarea compleja y arriesgada. Más aún cuando se viene del mayor éxito comercial de una carrera musical. En Circo Beat (1994), Fito Páez logró idear y llevar a cabo una obra que se sostiene como un todo y no solo como un rejunte de canciones. En pos de contar una historia, en este caso su propia, el músico rosarino decidió aplicar elementos cinematográficos y literarios para realizar una suerte de guion, donde cada canción cuenta una historia diferente que aporta una nueva escena a esta “película” de su vida.
Tras romper los récords de ventas con El amor después del amor en 1992, Páez se había convertido en una verdadera estrella. Hasta ese momento era reconocido en el país como una gran promesa (comercialmente hablando, claro), lo que lo había llevado a radicarse en España para intentar dar un salto que al final terminó dándose en la Argentina. Este salto de fama y exposición fue tan grande y sucedió en un periodo tan acotado de tiempo, que su vida cambió para siempre.
La vertiginosidad con la que se desarrollaron estos cambios lo llevaron a pasearse por los canales de televisión del prime time de los 90. Esto no es un dato menor: la década noventera vio explotar la TV argentina. Política mezclada con farándula, programas de entretenimiento, show, colores, polémicas, amarillismo y demás. “Es otra de las peculiaridades argentinas: que las tapas de los periódicos reflejen lo que dice un cantante respecto a la política significa que todo está un poco desquiciado”, contaba para el diario El País por aquellos años.
Esta cita sirve para entender un poco lo que finalmente desencadenó en Circo Beat. Si la falta de reconocimiento lo frustraba, la fama lo abrumó. Y es que Páez estaba cansado de tanta exposición, de tanto caretaje, y por supuesto de tanto bullicio, o habladuría, como supo decir el querido Spinetta. Por esto decidió meter un freno a toda esa mediatización. “Si uno no sabe de dónde viene, no sabe a dónde va”, comentaba el rosarino para MTV. Entonces volvió a sus pagos para conectar nuevamente con lo propio, con su pasado, su infancia y su ciudad natal.
El mismo Fito comentó que la intención del disco fue mostrar todo lo que había vivido en sus orígenes, visto desde la perspectiva de la estrella que reside en la gran ciudad y que no reniega de sus inicios. Sentía la necesidad de sentirse nuevamente como un niño, despreocupado e inocente, con sueños y ganas de divertirse, y a la vez reinventarse como adulto, cambiar la manera de ver la vida y enfocarse en él como persona y no solo como un producto del marketing. “Mi pasado es real y el futuro libertad”, canta en el primer tema. Ese es el espíritu del disco.
Estos primeros 30 años en la vida del músico hasta la creación del disco estuvieron muy cargados de tragedias. Con solo ocho meses perdió a su madre a causa de un cáncer de hígado, por lo que su crianza estuvo en manos de su padre, su abuela paterna y una tía abuela. Su niñez estuvo marcada por esa ausencia, tenía una “hiperdespiadada conciencia” de su muerte que según él le pudo haber generado una especie de extrañez interna, aunque dice haber tenido una infancia feliz. En 1986, cuando su carrera solista estaba comenzando a crecer, recibió un llamado en Río de Janeiro, donde se encontraba de gira. Habían asesinado a sangre fría y sin motivo aparente a sus “madres del corazón”, su abuela y tía, en Rosario. Sumado a esto, su padre había fallecido el año anterior. Un combo explosivo que llevó a Fito a la depresión y el alcoholismo.
Si bien fue superando este duro golpe con la ayuda de su primer amor, Fabiana Cantilo, y descargando su tristeza y bronca en composiciones, como ocurrió con el disco Ciudad de pobres corazones (1987), el dolor continuaba ahí. Pasaron los años, se separó de Cantilo y conoció a Cecilia Roth, alias “el amor después del amor”. Ahí es cuando se convirtió en estrella de rock. Sin embargo, algo seguía mal, no lograba quitar de su cabeza la muerte de sus abuelas, no podía dejarlas partir. Necesitaba hacer un poco de introspección, volver a donde todo había comenzado. Rosario siempre estuvo cerca.
Cada tema de Circo Beat aporta una escena a este guion de su vida. Comienza con su infancia “yirando” por el barrio, el recuerdo de su familia y escuela, y hasta un homenaje al Negro Olmedo, a quien veía de niño en la tele. Después hace un salto en el tiempo hacia el presente, siendo ya esa “psicodélica star”, visitando el lugar que lo vio crecer para ver cómo cambió, reencontrando viejos vecinos, pero por sobre todas las cosas queriendo quebrar definitivamente con su pasado para poder avanzar, darle un cierre a una etapa muy dura de su vida, que paradójicamente también fue la del comienzo de su éxito. Musicalmente, Circo Beat es una montaña rusa de emociones, con temas alegres y festivos y otros un tanto melancólicos y oscuros.
El Circo Beat es la vida de su autor, o al menos hasta 1994. Desde entonces pasaron 27 años, se separó y emparejó varias veces más, tuvo dos hijos, publicó 15 discos de estudio como solista, dirigió cuatro películas, escribió tres libros y recibió más de diez premios, consolidándose como uno de los referentes de la música nacional y latinoamericana. Esta semana cumplió 58 años en medio de una serie de conciertos en el Teatro Coliseo frente a público presencial después de un año de pandemia, y además acaba de coronarse con un Grammy por Mejor álbum de rock latino o alternativo por La conquista del espacio (2020). El circo mantiene su entrada abierta, se reinventa con el tiempo y seguramente así lo hará por mucho tiempo más.