Años antes de que saliera Solo quiero salir de aquí, Marcelo Lilienheim -compositor, líder y fundador de Cross- dedicaba horas a vivir lo que él llama “una vida psicotrópica”. “Me levantaba, me hacía un porro y hasta que me acostaba seguía fumando. En el liceo me metía en el baño y también fumaba. No terminé el liceo. En ese entonces ya estaba involucrado en tocar. Escuchaba música permanentemente y tocaba. Y eso era mi vida”, recuerda Marcelo Cross –así es como lo llaman sus fans- en conversación con Indie Hoy.
Cross comenzó como una banda de punk rock disfrazada de heavy metal. El trío ha pasado por distintos estilos, pero también por varias formaciones a lo largo de su historia. El factor común a través del tiempo ha sido su fundador. Con cincuenta y cinco años, y cuarenta años en el rock, Marcelo Cross está en esa edad en la que empieza a irradiar. Suceden cosas casi sin que se lo proponga.
En noviembre del año pasado se estrenó el documental Rock salvaje dirigido por Javier Hayrabedian, película que narra la historia de Cross a través del testimonio de Marcelo así como del de dos miembros históricos de la banda -Álvaro Raso y Daniel Tomikian-, y también recoge las experiencias de algunos de sus fans.
Este año, el sello uruguayo Little Butterfly Records se propuso reeditar el primer álbum de Cross, Solo quiero salir de aquí, en formato vinilo. Se trata de una edición limitada de 300 copias con textos del periodista Jorge Costigliolo y con un trabajo de reconstrucción del arte original.
“La parte de adentro es un volante de los que yo hacía a mano para vender copias de casetes -explica el líder de la legendaria banda-. Era todo copiar y pegar. La foto de la portada es de un toque en vivo en el Parakultural, que acá en Buenos Aires es un lugar icónico. Yo vivía a cinco cuadras de ahí, solía ir a ver todo eso. Entre el 88 y el 93 viví en Buenos Aires, y después volví a Montevideo, pero en el 98 me volví a ir a Buenos Aires y ya me quedé acá”.
Sus padres esperaban que él fuera un buen profesional, abogado, ingeniero, o algo similar. Pero Marcelo Cross tenía una fijación: el sonido de la guitarra eléctrica. El primer instrumento que tuvo se lo armó con un escudo como cuerpo y cables de auriculares a modo de micrófonos. “Después que me hice esa guitarra, me compré otra que era espantosa. Intentaba tocar y los dedos se me quedaban acalambrados”, recuerda el músico.
Desde adolescente, frecuentaba los ensayos de músicos conocidos que ya tocaban en lugares que con el tiempo se tornarían míticos en el mapa de Montevideo. “Conocía a Dany, uno de los integrantes de Ácido, él era el guitarrista de su banda. Ellos ya venían funcionando, actuaban en el Templo del Gato, en lugares así. Había muchos grupos de jazz rock en aquel momento, tipo Siddhartha. El rock estaba casi muerto por aquellos años de dictadura. Todos los músicos estaban en el exterior. Te estoy hablando de 1983”.
Empezó a aprender guitarra de tanto juntarse con gente que era más grande que él. “Ellos escuchaban a John McLaughlin y Allan Holdsworth -cuenta Marcelo-. Tenían una idea de tocar mucho más grosa que la que yo tenía en aquel entonces. A mí me decían ‘el pendejo heavy’. Nos juntábamos en la esquina o en la casa de alguno, ahí por la calle Baldomir, por el barrio Pocitos Viejo, cerca de la facultad de Arquitectura. Con ellos zapábamos, nos tomábamos un vino, nos fumábamos un caño”. Fue con ellos que también aprendió cosas que no tenían nada que ver con el heavy metal. Tenía, además, un amigo que le dio algunas clases y juntos sacaban temas de Deep Purple, Black Sabbath y Led Zeppelin.
La transición de Uruguay hacia la democracia, ya con Julio María Sanguinetti en el gobierno, fue el caldo de cultivo para la creación de las canciones de Solo quiero salir de aquí. “Tocábamos en la vereda -explica Marcelo-. En aquellos años, pasaba la combi de los narcos y… ¡pa’ dentro! En el 83 empiezo a aprender. En el 84 fundo mi banda. 84-86 es mi época formativa. Ya en el 88 me voy a Buenos Aires. Ahí empiezo a contactar con gente de la escena del punk y del hardcore, hago ese crossover”.
El líder de Cross reconoce que estaba muy influenciado por los poetas malditos franceses – Rimbaud, Baudelaire, el conde de Lautréamont- así como por el escritor norteamericano William Burroughs. Si bien la psicodelia y lo expansivo vendrán con Instinto salvaje, el siguiente disco de la banda, su disco debut ya empezaba con el riff de guitarra de la canción “Interstellar Overdrive” de Pink Floyd.
Solo quiero salir de aquí tendría que haber salido en 1987, según su compositor, “pero lo que yo expresaba en aquel entonces era demasiado para esa época”. “Grabar el disco fue una lucha -cuenta-. Ibas, hablabas con Alfonso Carbone [director artístico del sello uruguayo Orfeo], pero no pasaba nada, pensabas que te estaba tomando el pelo. El bajista de aquel momento lo estuvo persiguiendo durante un año. Un día se cruzaron en el recital de los Redondos en el Teatro de Verano y le volvió a hablar del tema. Ahí Carbone se acordó y lo editó”.
El primer disco de la banda sale finalmente en 1991 por Orfeo, aunque fue grabado en 1990. Su sonido es bastante directo, crudo, ya que fueron pocas las horas de grabación que le ofreció a el sello discográfico a Cross. En aquel entonces salió en casete y en 2016 tuvo una reedición en CD por el sello independiente Caotic Records.
Por esos mismos años, algo se estaba cocinando a nivel mundial, con varios otros discos que salieron en 1991 y dejaron huellas hasta hoy. Nevermind de Nirvana fue punta de lanza de un movimiento que puso en el mainstream a las bandas de rock alternativo que estaban en el under y que, cuando Nirvana conquistó los rankings, se expandieron por todo el mundo. Blood Sugar Sex Magik de los Red Hot Chili Peppers también fue editado en esa época, un disco que abordaba temas como las drogas, el sexo y la muerte, e incluía influencias de estilos como el punk, el rock psicodélico e incluso el thrash metal. 1991 es, además, el año en el que el rock duro empieza a ser tomado en serio. Metallica, que para ese momento ya era una importante banda de culto, publicó su celebrado Black Album, el disco de rock pesado más vendido de la historia.
Según Marcelo Cross, Solo quiero salir de aquí fue el primer disco no solo en Uruguay sino de Sudamérica que llevó una etiqueta advirtiendo que las letras son explícitas. A partir de 1985 en Estados Unidos, luego de la presión impuesta por el Centro de Padres de Música y Recursos quienes consideraban que el heavy metal contenía letras y tapas que podían considerarse como ofensivas, se empezó a usar la etiqueta de Parental Advisory en las tapas de los discos.
Uno de los puntos claves del disco fue la identificación que logró con cada uno de sus oyentes, la sensación de que los acompañaba en aquel sentimiento de querer expresarse, de querer pegar el grito. Las letras de Solo quiero salir de aquí son una patada en la cabeza, reflejan el malestar y el desencanto de toda una generación. Hablan de temas tabú para aquel momento en Uruguay, como las drogas, la locura y la represión. “Siempre traté de que los textos tuvieran que ver con el lugar del que yo salgo”, reconoce Marcelo.
Con el tiempo, el primer trabajo de la banda se convirtió en símbolo de toda una época. ”Yo te diría que me formó, y no fui el único”, afirma Mauro Correa, director del sello Little Butterfly Records. El periodista Jorge Costigliolo recuerda: “Una noche de apagón, escuché el demo de “Hacia los mutantes” en el walkman y en el programa de Jean Loustau, y creo que otra noche de electricidad plena hasta lo grabé. Sabía, o quise saber, que había otros enfermos como yo, que necesitaban ese baldazo de agua fría, esa inyección de algo que fuera distinto al sonido unánime de la FM. Y encontré un par“.
Según reza el texto escrito por Costigliolo para la reedición del disco, Solo quiero salir de aquí es punk en estado puro en envase de heavy metal. “El álbum debut de Cross destiló insolencia e inconformismo aprendido en las calles, sin complacencias ante nadie. En este disco, como pocos trabajos de rock grabados hasta la fecha e incluso después, Cross entró en un espiral de alienación, muerte, desencanto y claustrofobia, y salió roto y alucinado, para cambiar de piel como un reptil. Lo que hay aquí debe escucharse, debe entenderse, como esa temporada en el infierno”.
Bernardo Safones –poeta y actual psicólogo- es fan de Cross desde los inicios de la banda. Fue el responsable de la primera entrevista hecha a Marcelo publicada por una revista subte. Por aquella época, ni los fanzines se animaban a acercársele. Fue para la publicación Viajero de Piedra Muerta. El encuentro con su ídolo fue en el mítico boliche Juntacadáveres.
“Los guachos metaleros adolescentes que estábamos en la vuelta conocíamos a Cross de irlo a ver a recitales -explica Safones-. En ese entonces, ya estaba creada la historia de Marcelo como alguien que se encajaba con todo, que se daba a morir… Muchos de nosotros éramos bastante perejiles, ¡no pasábamos del vino suelto! Toda esa mística de Marcelo ‘el drogón’ ya estaba instalada. Hubo un recital en el que Cross no pudo tocar porque a Marcelo lo internaron, se había dado vuelta a consecuencia de una sobredosis”.
Safones recuerda que por aquellos años trabajó dos o tres días en una peletería. Era un trabajo bastante mal pago, por lo que a los pocos días renunció y con la plata que le pagaron de la liquidación se compró el cassette de Solo quiero salir de aquí.
“Mi adolescencia tiene una deuda interna impagable con Cross, particularmente con el disco Solo quiero salir de aquí, pero más aún con la letra de aquella canción, la cual me describía y me definía con más exactitud que mis propias huellas digitales. En 1986, con 15 años, escuché por primera vez el tema en El Dorado FM. Presurosamente, atiné a grabarlo en un casete. Luego, con mucha paciencia, fui haciendo play y pause para transcribirla a puño y letra en una hoja de cuaderno. En noviembre de ese mismo año, llevé la letra a Montevideo Rock. Yo solo quería estar ahí, con Cross, y cantar ese himno. Ni bien comenzaron a tocar el tema, saqué el papel del bolsillo de la campera de jean y ahí mismo, en medio del pogo, junto con los amigos metaleros que habíamos ido, nos cantamos todo. ¡Una hermosura! No hubo manera de pifiarle a la letra”.