El segundo disco de Pavement empieza con el despertar de una banda de rock. Las guitarras estrujan notas como si se frotasen los ojos, la batería intenta ponerse de pie, pero solo consigue rodar sobre sí misma; el proceso se repite y escuchamos a las guitarras mascullar hasta que una voz advierte: “Cuidado, Scott” –Scott Kannberg, para más señas, es el guitarrista de la banda– tras lo cual, finalmente, empieza la canción.
Semejante prólogo no puede ser más apropiado para Crooked Rain, Crooked Rain. Una vez que la música se pone en marcha, escuchamos el ánimo somnoliento de la introducción prolongarse en riffs y ritmos aletargados. Es rock, indudablemente, pero un rock holgado y distendido, como si una banda de power pop de inicios de los años 70 –podría ser Big Star en los días del Radio City– repasara desinteresadamente los acordes de una vieja canción de rock and roll –podría ser “Everyday” de Buddy Holly– aunque solo tras haber fumado ingentes cantidades de marihuana.
Esta inyección de frescura en un entorno envejecido –esta revisión alternativa de las formas clásicas, alguien podría decir más elegantemente– se refleja en la letra de la canción, una suerte de advertencia lanzada por el vocalista Stephen Malkmus: “Chico silencioso/ no pierdas tu grácil lengua/ tu hermana está maldita /tu padre está viejo y condenado/ Chico silencioso/ no escuches el consejo de tu abuela sobre Ezra”.
La canción, en resumen, se presenta como un llamado a no ceder ante las presiones externas y a mantener la calma –una calma jubilosa y despreocupada, como hemos visto– en un entorno que quiere imponer sus anticuadas formas de ser. Esta actitud, esta desprejuiciada sacudida del pasado a través de posturas idiosincrásicas y desvergonzadamente frescas, esta liberación de vínculos y compromisos desgastados –con la historia del rock, con la familia, con la comunidad– es la que, a grandes rasgos, encontramos a lo largo de todo Crooked Rain, Crooked Rain.
Publicado el 14 de febrero de 1994, Crooked Rain, Crooked Rain llegó dos años después de Slanted and Enchanted, el álbum debut que había llevado a Pavement de un reducido circuito de oyentes –“unas pocas y excéntricas tiendas de discos, estaciones de radio y fanzines”, en palabras del crítico Alex Ross– al clamor generalizado de la crítica musical.
Pero Slanted había sido un disco muy distinto a Crooked Rain: ni soleadas ni frescas, sus canciones poseían una textura rugosa, ritmos impacientes y un intercambio de guitarras que parecían ondular peligrosamente bajo una tormenta de lluvia ácida; su sonido no remitía a una banda reformadora de los postulados del rock clásico –como sería la de Crooked Rain– sino a un grupo de jóvenes eruditos parafraseando el lenguaje enigmático e inescrutable de bandas británicas de post-punk como The Fall y Swell Maps.
El contexto establecido por Slanted hizo aún más sorprendente la música de Crooked Rain. Allí donde el primero era turbio, erizado y estridente, el segundo era transparente, ligero y, hasta cierto punto, bello en un sentido clásico del término. En “Elevate Me Later”, la segunda canción del disco, los instrumentos enarbolan una melodía tan grácil como la lengua del “chico silencioso” de la canción anterior. Luego, sobre una ornamentación gloriosa y luminosa, aunque también dejada e indolente, Malkmus esboza una lista de proposiciones que se asemejan a una declaración de principios: “Aquellos que duermen con guitarras eléctricas/ pasean con las estrellas de cine/ no quisiera estrechar sus manos/ porque viven en un mundo de altas proteínas/ porque existen cuarenta tonos distintos de negro/ tantos castillos y formas de atacar/ que no entiendo por qué te quejás”.
Como los castillos descritos en la letra, los códigos de la historia del rock seguían cayendo bajo el ataque de Pavement. Así como la primera canción del álbum reformulaba el rock clásico de los 70 con una actitud perezosa y disgregada, “Elevate Me Later” filtraba los ritmos sincopados y las guitarras distorsionadas del post punk a través de un radiante y soleado pop californiano.
Otro blanco de la banda sería la llamada escena alternativa de inicios de los noventa. En “Cut Your Hair”, una canción que se convirtió en un éxito gracias a un video de alta rotación en MTV, Malkmus ironizó sobre el indiscriminado fichaje de bandas de guitarra que las grandes casas discográficas realizaron tras el éxito de Nirvana: “La escena musical está loca/ bandas aparecen todos los días/ vi una el otro día/ una banda nueva y especial”.
En “Range Life”, un country rock ubicado en las antípodas estilísticas del post punk oblicuo de Slanted and Enchanted, el ataque de la banda adquiría nombre propio: “De gira con The Smashing Pumpkins/ niños de la naturaleza/ ellos no tienen función /no entiendo lo que quieren decir/ y en realidad me importa una mierda/ Los Stone Temple Pilots/ son elegantes solteros/ son sexys para mí, ¿lo son para vos?/ estoy de acuerdo en que no merecen nada / nada más que yo”.
Treinta años después de su publicación, Crooked Rain, Crooked Rain debe recordarse como un álbum ejemplar en su intento de echar por la borda las preconcepciones ideológicas y estéticas que pesan sobre una banda de rock, especialmente sobre una banda de rock independiente o, usando la jerga de inicios de los 90, “alternativo”. En lugar de caer en parricidios necios y simplones, como, por ejemplo, negar la herencia del rock clásico de los años 70 para adoptar sonidos de moda supuestamente modernos, el segundo álbum de Pavement volvió a los “sonidos dorados” del pasado –de hecho, una de las canciones del disco lo decía de forma explícita en su título y en su letra– para rehacerlos con una actitud fresca y desapegada del peso de la historia.
Al hacerlo, no solo rehabilitaron con ingenio e inteligencia una red de posibilidades estilísticas para una nueva generación de músicos, sino que se distanciaron de las formas repetitivas del grunge que la industria había implantado tras el éxito de Nirvana. Lo más sorprendente de todo es que Pavement no solo reinventó su propio sonido en el proceso, sino que abrió un camino creativo que no tardaría en ser transitado por centenares de bandas que escribirían la historia del rock independiente de las próximas décadas siguiendo su ejemplo. No hay muchos discos de los que se pueda decir lo mismo.