Hacia finales de 2002, Radiohead decide volver a encerrarse en el estudio, tras haber terminando una exitosa gira internacional en promoción de Amnesiac y Kid A, los discos que habían redefinido el sonido de la banda. Incluso habían empezado a tocar en vivo algunas canciones nuevas en esa gira, pero tenían en mente la idea de aferrarse a un concepto más vivo, alejado de las cuadrículas y computadoras de sus discos anteriores.
El desafío estaba en mantener y continuar explorando el mundo electrónico que a esta altura se había vuelto una impronta gigantesca dentro del grupo, junto con su ambición por crear álbumes conceptuales y por llevar la experimentación al límite. Hail to the Thief, el sexto álbum de la banda, estaría rebosante de críticas sociales y hacia la guerra de Irak, metáforas orwellianas, psicosis instrumental y la misión eterna de crear una gran obra.
Si bien Amnesiac, Kid A y Hail to the Thief conviven en una misma línea estilística, el tercero de esta tríada es un tanto más cordial, compasivo y global que los dos anteriores, aunque carga con mayor o igual rabia. Thom Yorke decidió abandonar -aunque no del todo- la técnica de collage que utilizó en Kid A tomando frases sueltas que anotaba y luego mezclaba dentro de un sombrero, creando así una distancia remarcable entre la lírica y la parte instrumental. En Hail to The Thief se habla explícitamente sobre la guerra contra el terrorismo y la maldad de los sistemas capitalistas, así como tópicos recurrentes para la banda como la angustia, el desamor y la desconexión.
El resultado sería un álbum que muchos seguidores llaman fronterizo en la discografía de Radiohead. Una obra sumamente paranoica, con sonidos desafiantes para el oído común y que consiguió entrelazar la electrónica y las guitarras estridentes de la banda como no habían podido hacerlo antes.
Y es que el sonido electrónico de Kid A y Amnesiac -con su idea de desplazar al rock de guitarras predominante en los noventas- había obligado al grupo británico a tener que girar con una gran cantidad de sintetizadores y controladores que se activaban en simultáneo para recrear la producción de las grabaciones de estudio. Con un mayor protagonismo de las guitarras y baterías acústicas, Hail to the Thief dejaría más lugar para la improvisación y la libertad arriba del escenario.
Ed O’Brien contaría años más tarde a la revista Rolling Stone que este fue el primer álbum en el que “al terminar de hacerlo, no queríamos matarnos”. En un contraste con la tensión que la banda experimentó en las grabaciones anteriores, las sesiones de Hail to the Thief fueron más relajadas, en la ciudad de Los Ángeles, con el sol entrando por las ventanas, la habitación acondicionada y las prendas ligeras.
Publicado el 9 de junio de 2003, el disco recibiría reseñas de todo tipo, muchas planteando que se trata de un álbum de buenas ideas más que de buenas canciones. Otros criticaron a Radiohead por ser demasiado camaleónico, y que en cada disco parecían convertirse en una banda distinta. Se le ha cuestionado incluso la duración, argumentando que hay demasiadas canciones que sobran e e incluso los propios miembros advirtieron en diversas entrevistas que el orden del disco les produjo demasiado estrés.
Hail to the Thief es un gran cuento caótico y abstracto, al cual se le han creado diferentes órdenes de escucha tanto por los integrantes de la banda como sus seguidores, convencidos de que el álbum está mal numerado. Incluso el críptico arte de tapa parece ser un indicio de esto, diseñado por el colaborador recurrente de la banda Stanley Donwood utilizando letras de canciones y palabras de carteles publicitarios de las rutas de Los Ángeles.
A 20 años de su publicación, también vemos a Hail to the Thief como el último disco de la banda en su contrato con la discográfica EMI. En adelante Radiohead se volvería un grupo independiente y precursores en el uso de las plataformas digitales para publicar su siguiente disco, In Rainbows (2007). Y ciertamente hay un aire de libertad en estas 14 canciones, en especial en momentos explosivos como en “We Suck Young Blood” o las armonías esperanzadoras de “There, There” con su mantra “Just ’cause you feel it, doesn’t mean it’s there”.