Nacido en 1949 en Coronel Pringles y con más de 60 textos en la calle, ya es conocida la anécdota de cómo César Aira se hizo escritor: Un día, dando un examen de literatura, el profesor lo interrumpe diciendo que no debía exponerse así la obra de Borges. Fue tal la indignación del futuro escritor que al otro día se puso a delinear su primera novela, para que nadie, nunca más vuelva a decirle lo que es la literatura. Tenía solo 20 años.
Lo que El Mármol nos permite, es que sea leída de un tirón. Sin embargo esto no la convierte en una novela liviana.
Cuando se lee a Aira, (y esto no sucede con muchos escritores), no solo leemos a Aira, algo del libertinaje lingüístico de Manuel Puig se cuela entre sus páginas.
El protagonista llega a la caja del supermercado Chino sin monedas. Como el cajero no tiene cambio debe completar parte del vuelto con algunas chucherías: un ojo de goma con una luz roja, una cámara de fotos de juguete, una cucharita lupa. Toda una serie de objetos tan pequeños como inútiles.
Como se ve, la anécdota es mínima. Lo que no se puede ni tan siquiera sospechar son las consecuencias.
Un delirio de extraterrestres melancólicos y Chinos fumones en ojotas. Una road movie absurda y desenfrenada por el Bajo Flores.
El escritor de La Vida Nueva y de Cómo me hice Monja revitaliza la literatura nacional porque la des contractura. Sin pretender ser didáctico es divertido. Se nota a la legua que Aira no quiere ser, Aira es. Y en cada novela es alguien distinto.
Corrijo, El Mármol no se lee de un tirón, se lee de un tiro.