Ya desde el título, La culpa ya no es de tus padres se presenta como una declaración de principios, un latigazo, o mejor dicho un hachazo en el tiempo, un corte abrupto y brusco que marca el final de una etapa.
En sus otros trabajos, como en Nativa digital (Rama dorada, 2017) por ejemplo, la autora ya había manifestado cierta afición por la contemplación de los días, y sumida en ese mundo, asediada de tecnología escribió: “como un dispositivo de mi propia ambición/ miro todo desde este otro lado/donde la quietud y la paciencia/se asemejan”
Ahora sin embargo, algo de esas observaciones se transforman en un territorio de objetos perdidos, una queja liviana pero sincera que llega para quedarse con todo su aura de dolor alrededor:
“no se necesita mucho
para escribir”
“una vida trunca
padres muertos
una mirada extrañada
sobre lo cotidiano”
Gómez Pisa no pareciera tener deudas con otros autores -al menos yo no encuentro coincidencias- ni siquiera con la literatura porque su gesto lleva el ritmo de la música que marcó algunas generaciones, un punk tardío quizás, un grunge que abandonó la escena demasiado temprano: “crecí con MTV a la cabeza” dice en un momento.
Las palabras fluyen como si estuviéramos frente a un río silencioso, no suele pasar así que bienvenidos, podríamos quedarnos ahí a la orilla a leer este cúmulo de poemas toda la vida, sin detenernos, porque su construcción, piedra sobre piedra, hilvana página a página amores que ya no son, huellas que no llevan a ninguna parte, el misterio de las formas, el destino errante de los días que se repiten incansables, Sofía Gómez Pisa lo dice mejor:
“de a ratos la vida
se vuelve solo
un copy paste”