“Oslo, le dijeron que ahí en invierno el día dura pocas horas y en verano casi no existe la noche. ¿Cómo será vivir en un lugar como ese? Lo más parecido debe ser como está ahora. Patas para arriba, cabeza abajo”. Así piensa Manuela, joven trapecista que fantasea con ese remoto lugar nórdico como un viaje imaginario, un punto de fuga potencial que da nombre a la nueva novela de Martín Caamaño (1980), músico, escritor, traductor, colaborador de varios medios y guionista que sin embargo no se define con etiquetas. Sobre su nueva novela, el futuro de Rosal, el proceso creativo y el destino charlamos en esta entrevista.
Venías de publicar en España Pálido reflejo (Lengua de Trapo, 2010), ¿cómo fue el proceso de escritura de Oslo y cómo llegaste a Mansalva?
Pálido reflejo la escribí cuando era otra persona, estaba abocado completamente a la música y en una gira con Rosal por España fui con mi manuscrito, quedó finalista en un premio de la editorial y decidieron publicarlo igual. Oslo la empecé a pensar justo cuando terminé de escribir la otra. En el medio me metí en la carrera de Letras, empecé a traducir del portugués, mi papá vivió en Río de Janeiro la mitad de su vida y empecé a traducir autores contemporáneos brasileros (que fueron mi gran influencia literaria), empecé a escribir sobre cine y literatura en distintos medios… Fue el año en que la música no me daba para vivir y uno empieza a trabajar en las cosas que sabe hacer. Todo eso sin querer iba entrando en la novela. Fabián Casas fue el primero que leyó el manuscrito y justo antes de la pandemia lo empecé a mostrar a editoriales y a Mansalva le interesó, era una editorial de la que yo era lector y admiraba el catálogo.
Bueno, algo de eso tiene la novela, de reencuentros y desencuentros forzados, en la primera época de las redes sociales.
Es que ¿qué otra cosa son las redes sociales que encuentros forzados? Aunque yo no tenía la intención de hacer una novela sobre redes, el primer detonador de la historia fue que alguien cercano a mi familia se había enterado por Facebook que tenía una hija adolescente. Cuando fue pasando el tiempo eso fue quedando viejo y empecé a trabajar con la idea del principio de internet (Wikipedia, los primeros mapas, los mensajes de texto y los comienzos de Facebook) y el concepto de virtualidad que ya existía antes de internet. Todos esos vínculos que se establecen terminan siendo un cementerio de relaciones, de personas, de palabras. Una idea que le leí a Mark Fisher que con la memoria digital lo que se pierde es la pérdida misma, o sea, ya nada se pierde del todo. Eso a mí me resulta muy novelesco: ver hasta qué punto en la era digital es posible dejar el pasado atrás, desaparecer o hasta incluso morir.
Hay algo que se respira en la novela que es el conformismo y esa idea de escape. Muchas veces se viaja por querer escapar, no por querer conocer.
Oslo no es en sí una novela que transcurre en un viaje o en ese lugar sino mediado por la web, con la idea de que uno se cree que conoce los lugares pero viaja de una manera virtual y de creerse que la fiesta está en otro lado, de que en otro lugar vamos a ser mejores. De escaparse de un presente en otro lugar que ni siquiera conocemos. Un viaje evasivo de la realidad. Y al mismo tiempo, ¿hasta qué punto uno puede desaparecer, ser anónimo? De pronto nos volvimos personas accesibles y empezamos a perder cierto misterio.
¿Hay un proceso creativo de vos cómo músico escribiendo la novela?
No me gustan muchos los rótulos. Uno es lo que va haciendo. Aunque es verdad que con la música tengo una pertenencia. Con Rosal siempre me gustó más la parte de los arreglos, la parte conceptual. En cada cosa que hago quiero hacer otra cosa. En la literatura quiero alejarme de la música. Saco mucho del cine por ejemplo. En la novela pensé siempre en términos de escenas o de temas descriptivos visuales. La novela misma es mi Oslo de la música. Las referencias musicales que hay en la novela sirven para narrar. Entran para contar algo, un ambiente, una atmósfera o para darle un sentido a los personajes. No porque quedan copadas.
Te lo preguntaba porque justamente en la música de Rosal se notaba mucho el tema del clima, de la emotividad.
A mí siempre me interesó la emoción. Con Rosal cuando un arreglo nos gustaba decíamos “es re emotivo”. Hay gente que le escapa a la emoción, como que son tiempos de distanciamiento. A mí no me funciona eso. En la música y en la literatura siempre tiene que haber un componente de emotividad. Es ese combo, crear un clima sin dejar de lado esa suerte de emoción. La música es una suerte de emoción.
Aparece también la idea del destino y la posibilidad. De saber que mucho no se puede hacer aunque sí anhelar. El anhelo todo el tiempo.
Si, eso está en el epígrafe que es de La pasión según G.H. de Clarice Lispector. Lo que la novela viene a poner en cuestión es esa idea de que por querer escapar de tu destino lo terminás cambiando. Ahí también hay toda una escena de Vértigo de Alfred Hitchcock, pero en este caso desde el punto de vista de una mujer transformándose en otra para escapar, para olvidar y para llevar las riendas de su destino.
Hablando de hacer las riendas de tu destino, con Rosal se tomaron un tiempo y estás por sacar un disco solista. ¿Cuál es tu destino en lo musical y cómo lo estás formando?
En el anteúltimo EP de Rosal hay un tema que se llama “Destino” [risas]. Somos muy amigos, nos vemos todo el tiempo y nos dedicamos a la banda hace más de 15 años. Como banda independiente, por primera vez no tuvimos el peso de estar todo el tiempo generando cosas, aunque no saquemos temas nuevos y previo a la pandemia -tuvimos un buen timing- decidimos darnos un descanso y me parece que fue muy productivo. Ezequiel [Kronenberg] está mezclando un montón de discos, María [Ezquiaga] sacó recién su disco nuevo, yo publiqué la novela. Es probable que toquemos de nuevo en cualquier momento, cuando nos de ganas. No fue una separación ni tampoco tocar de nuevo sería volver. Pensé que no iba a tocar por mucho tiempo. Yo tenía ganas de hacer un disco instrumental, más electrónico y en el camino me di cuenta que había cosas con la guitarra que me gustaban y ese es uno de los proyectos que está ahí y lo estamos mezclando con Ezequiel muy de a poco, seguramente esté para 2022. Ese es el destino.