Antes de que se presente su primer disco, Nina Suárez ya había dejado ser una interrogante en la escena independiente de Buenos Aires. Sus participaciones en teatro, la dinastía que sostiene y un recorrido por escenarios del under ya hacían repetir su nombre en los flyers de eventos. Sin embargo, Algo para decirte le puso fin a cualquier misterio: sus canciones están hechas para grabarse en la memoria y para ser repasadas en loop, con letras que van desde lo bucólico a lo celebratorio, de la ternura a la provocación.
“Yo sentí como que empecé a existir o nací después del disco -admite Suárez en conversación con Indie Hoy-. Hay personas, incluso muchas que ya conocía o amigos, que de alguna manera me conocen más al escuchar las canciones. Es lo mismo que te pasa cuando leés un libro: te conectás con esa voz”.
Cinco meses después de lanzar su ópera prima, ya hay promesa de nuevo álbum en el 2024. “Sé que igual pasó poco del disco y que lo vamos a seguir tocando, porque esta es la era de Algo para decirte, pero mientras tanto, por lo subterráneo de la banda, se empieza a gestar el otro -adelanta-. Son muchos temas pero ya tocamos medio disco nuevo en vivo. Te dan ganas de que ya salga, pero ya sabemos cómo es el proceso y siento que va a ser diferente al anterior”.
La literatura ya no solo es parte del proceso creativo de esta artista de 22 años, sino también que confluye en la manera en que su público se apropia de las canciones. “Me encuentro con personas que se me acercan y me dicen algo o me mandan un mensaje. Eso es un montón para mí -reflexiona-. Creo que hay algo en la palabra que puedo relacionar con los libros: a algunas personas les gustaron las letras y los sentimientos que expresan”.
Atravesada por la performance teatral y la vocación rockera, Suárez reconoce una inquietud por la publicación editorial. “Hace mucho no escribo, pero solía hacerlo y tengo muchos textos, incluso un librito de poemas que recopilé -cuenta-. Tengo algunos capítulos de algún libro que quisiera hacer algún día, también tengo muchos cuentos. Me encanta escribir y me gustaría retomar, pero hace mucho que no puedo sentarme a hacerlo”.
Las siete canciones de Algo para decir, que reúnen el espíritu indie por sus pogos sensibles con el grunge por sus estallidos de nostalgia, no terminan de contener la diversidad de géneros que integran su universo de influencias. Esa heterogeneidad también se manifiesta en sus lecturas. “Me gustan los ensayos y, en lo que es ficción, me gusta el formato cuento y el género de ciencia ficción. También me gustan mucho las novelas visuales”, dice Nina.
En su biblioteca también hay poesía (“me gustaron muchos los poemas de Olga Orozco, tengo Cantos a Berenice que era sobre su gata”) y relato gótico (“nunca había leído a Mariana Enriquez y lo último que empecé fue Bajar es lo peor. En ella valoro la capacidad de tener tantos personajes en su cabeza y poder hacerlos mover”), pero su precocidad lectora redujo su intensidad a partir de que crecieron las obligaciones de su camino como música: “Me cuesta por las grabaciones y las fechas, pero me gustaría tener más tiempo para leer porque me re calma y me di cuenta que hace un montón no leo una novela y me meto de lleno en un libro”.
Si bien se expresan influencias concretas en su composición melódica y la poética de sus letras, hay una referencia ineludible: Rosario Bléfari, su madre. “Tengo un millón de libros que eran de mi vieja”, celebra y opina sobre los últimos textos publicados por su madre, compilados en Diario de la dispersión: “Me encantó como quedó. La primera vez lo tuve que leer parada para ver si había errores, nunca me había pasado y nunca me había pedido eso. Lo leí súper rápido para ver eso, así que no lo cuento como una lectura real. Después lo leí hace poco pero bien y me encanta porque yo vivo así. Es como que ahí encuentro el lugar donde hablar de eso con alguien que no puedo hablar”.
Hábitos atómicos de James Clear
Paidós
Me está costando encontrar momentos de leer, pero uno de los géneros que más me gustan son los ensayos y lo que tiene de bueno es que no necesitan que tengas tiempo. Agarrás un pedacito y ya algo se va a quedar en vos de ese poquito y lo podés aplicar, se adapta a tu día. Esto es lo que estoy leyendo ahora: es sobre lo químico que te pasa en el cerebro, el anhelo y las endorfinas.
Cuando tenemos un deseo por algo, no se liberan tantas endorfinas cuando lo cumplimos sino cuando pensamos que va a suceder. Un ejemplo tonto: veo una propaganda de una birra fría. Entonces pienso que deseo esa birra, bajo a comprarla y cuando me la estoy tomando obvio que libero endorfinas, pero el pico de éxtasis es cuando estoy yendo a comprarla imaginando que la voy a tener. A raíz de eso, si llegás y está cerrado el único almacén que puede estar abierto, sufrís una depresión que no podés evitar, porque viene de tu cuerpo. No es nuestra culpa esa depresión, es químico. Es mayor la pretensión a lo que te va a pasar cuando eso suceda que eso en sí mismo.
Poncho fue de Sole Otero
Hotel de las ideas
Tengo una pequeña colección de novelas visuales argentinas. Sole Otero me re gusta y tengo todas sus historietas. Tengo varias de la editorial Hotel de las Ideas, en donde publican Femimutancia o Lucas Varela. De Sole Otero me gusta todo. A veces veo que sube al Instagram que está dibujando algo nuevo y yo pienso: “Ay, dios, por favor, que lo saque”. Hay una mística especial en ir a buscar una historieta también.
Poncho fue es muy hermoso. Lo leí en el anterior Festival de Cine de Mar del Plata, que por suerte pude ir. Lo quería hace un montón, lo encontré en una librería y lo comencé a leer en mis momentos libres allá, que eso también tiene un trasfondo re lindo. Es un libro sobre una chica que está atravesando una relación caótica y me gusta mucho cómo están hechos los momentos y las situaciones a través del tiempo hasta que se desarma esa relación. Es tremendo, los dibujos son increíbles. Advertencia: te hace mierda.
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick
Minotauro
De Philip Dick leí muchos de sus cuentos y eso es lo que más me gusta, pero este libro es increíble, tiene todo lo que necesito. Es como un ensayo sobre los robots como Westworld, está buenísimo, porque soy re nerd y me encantan las naves espaciales. Tengo su biografía que me está esperando, que se llama Yo estoy vivo y ustedes están muertos. Salió cuando se murió, como diciendo: “Tomá”.
También me encantó Cuentos completos I, que estaba en mi casa y fue lo primero que leí. Empieza con “Aquí yace el Wub”, que es un cuento que describe una tripulación en el espacio: son comerciantes que van comprando planetas y compran un bicho para comerse. De repente el bicho empieza a hablar, cómo diciendo “loco, ¿qué onda”. Y ellos se confunden, no saben qué hacer. Ese cuento me da alto miedo, todo pasa a través de la palabra y la sugerencia.
Vida de Keith Richards
Planeta
En la pandemia leí esta y me re gustó porque habla de música, guitarras, giras y toda esa locura. Fui leyéndola de forma esporádica y me acuerdo mucho de un capítulo que habla sobre el año que descubre la afinación abierta, que es el mismo año que descubre la heroína. Me da mucha risa que parte desde ahí: “Descubrí la heroína, pero también que puedo afinar la guitarra en afinación abierta”.
Él se quedaba tocando hasta dormir y se grababa. Al otro día se escuchaba y a lo mejor de ahí salía punteos que quedaron en la historia. No es tan literaria la narración, pero me interesó la vida de una estrella de la guitarra.
Mujeres de Charles Bukowski
Anagrama
Había leído libros antes, pero a este lo considero mi primer libro. Lo leí a los 16 o 17 años. Creo que me traumó, pero me re enganché mal: lo llevaba a todos lados, no lo podía parar de leer. Lo leí en dos segundos. Siempre que lo veo en algún lugar, lo recuerdo como la primera vez que sentí algo intenso por un libro.
Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes
Siglo XXI
Hay una referencia muy específica de este libro en la canción “Corrida al arco“, que dice “Con este punto en la nariz, veo todo diferente”. Esa es una de las definiciones del diccionario del amor de Barthes que es cuando tenés algo ahí en la nariz y lo ves, no podés escuchar a la persona en nada porque vos solo podés ver la mancha que nadie más ve.
Barthes me parece tremendo, me encanta. Siento que me identifico muchísimo en que podés ser lo más analítico del mundo, ponerte a pensar y hablar en todo, pero hay que saber rendirse ante el amor. Él tiene esa cosa cursi de decir que hay cosas que no podés analizarlas, y él está ahí enamorándose, tratando de ver cómo funciona.